Bukhara: La belleza del espíritu I

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Bukhara: La belleza del espíritu I

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Un sabio dijo una vez que si «Samarkanda es la belleza de la tierra, Bukhara es la belleza del espíritu«. No le faltaba razón en absoluto al referirse a uno de los cuatro lugares que actualmente forman parte del Patrimonio de la Humanidad que tiene Uzbekistán. Los viajeros que alguna vez han tenido la inmensa fortuna de conocer ambas saben perfectamente que la fama recayó en la capital de Tamerlán mientras que Bukhara se guardó una gran virtud, ser la ciudad más hermosa de la Ruta de la Seda. Durante siglos Santa, eternamente Noble, se lleva consigo los mejores epítetos envueltos en cúpulas azuladas, minaretes grandiosos y una mezquita para cada día del año. Sagrada para el Islam, e imán de los peregrinos quedando a la sombra únicamente de la Meca, es con tota probabilidad un rincón indiscutiblemente grandioso en todo Asia Central. Particularmente respondió a todos mis sueños y expectativas que había puesto en ella porque aglutina todos los ingredientes posibles para erigirse como uno de los lugares más extraordinarios que he visto en toda mi vida. Samarkanda me sedujo, me enredó entre sus brazos, pero sólo Bukhara me conquistó para siempre.

La gran Bukhara (pronúnciese Bujara) nos envolvió durante dos días en una burbuja de pasiones, cegándonos con su sonsira eterna y haciéndonos partícipes de su Leyenda escrita en oro y azulejo. Descubrirla fue nuestro reto, amarla nuestra obligación. Para muestra, a continuación veremos uno de los lugares más maravillosos de Bujará la Noble que convierte todo viaje en un sueño (Complejo Poi Kalon), y sabremos por qué sigue revoloteando en callejones, caravansares y chaikanas el espíritu de ese sendero imaginario que dibuja la Ruta de la Seda.

BUKHARA LA NOBLE… Y LA SANTA

Bukhara, Bujara, Buxoro o los mil nombres de una ciudad única, ha sido históricamente muy persa y uno de los mayores Pilares de la religión musulmana. En Asia Central siempre fue Ciudad Santa, aunque tras la caída de su último Emir y la llegada de la Rusia comunista que se alargó 80 largos años, su alma islámico se enfrió hasta quedar prácticamente helado (el bastión uzbeko de la religión musulmana está ahora en el Valle de Fergana). Se cuenta que había más de trescientas mezquitas y un centenar de madrasas (escuelas coránicas) y que en su subsuelo están enterrados los cuerpos de muchos hombres considerados ilustres por la tradición Islam. Hoy en día este «enfriamiento» hacia el laicismo hace que apenas sean pocos los edificios religiosos los que se usan como tal, aunque no al nivel de Samarkanda o Tashkent donde esas profundas raíces musulmanas parecen haberse olvidado salvo por los contoneos de alguna que otra cúpula azulada.

Para la Ruta de la Seda, Bukhara, fue también un nudo importantísimo de comunicaciones y, por supuesto, de influencias y saberes que se transmitieron a un lado y otro de forma constante. A un paso de Merv (en la actual Turkmenistán) absorbía las caravanas procedentes de Oriente Medio (Siria, Jordania, Líbano, Arabia, etc..) que hacían su viaje a la lejana China o viceversa. Estratégicamente se convirtió en un lugar esencial, aunque su prosperidad le hizo estar a la par en nombre con Samarkanda, sin recibir el mismo empeño por parte de la Dinastía timúrida, aunque sí con una huella evidente en cuanto a la construcción de monumentos y a su arte.

Bujara tuvo ciertos avances que se tradujeron en riqueza, como por ejemplo uno de los sistemas de irrigación más importantes de Asia Central que hicieron fértil a una zona casi desértica y llevaron el agua más lejos de lo que se  hoy en día se ha conseguido. Y por supuesto en ciencia, donde Ibn-i-Sina, más conocido en Occidente como Avicena movió su Canon de Medicina a todo el mundo desde el año 1020 hasta bien entrado el Siglo XIX. Se podría decir que son los cimientos más fuertes sin los cuales no serían posibles los logros médicos que disfrutamos actualmente.

Ese ir y venir de gentes removió los influjos de las Civilizaciones más importantes en los dos últimos milenios y trajo unos resultados que probablemente la gente no los considere tangibles, pero no porque tengan razón sino por todo lo contrario, porque desconocen que la base de mucho de lo que se ha llegado al Siglo XXI es un simposio de los conocimientos compartidos en la ruta imaginaria más apasionante que ha existido jamás. Con esto quiero decir que hay un «poco» de la ruta de la seda en todos nosotros.

Pero Bukhara también fue lo más parecido a una cárcel, con emires integristas y carniceros como Nasrullah Khan, que torturó y mató dos emisarios enviados por la Reina de Inglaterra en el S. XIX y que tuvo los arrestos para tirar del Minarete Kalon a sus quienes osaron quebrantar sus rígidas normas. Hubo un tiempo en el que sólo los más valientes (e imprudentes) cruzaron sus muros y vieron allí un infierno muy alejado de ese Paraíso cívico de saberes. Afortunadamente ahora es posible ser uno más y caminar con toda la naturalidad del mundo por una de las ciudades más interesantes de Asia Central.

Bukhara es un remanso de paz, un placer para poner tus huellas en ella.

EL MAPA DE NUESTROS PASOS POR BUKHARA, LA CIUDAD MÁS PERSA DE UZBEKISTÁN

Así como decía que Samarkanda me pareció una ciudad soviética bastante extensa con algunos de los mejores monumentos del país, Bukhara era «lo que esperaba y buscaba en una ciudad que fue parte importante en la Ruta de la Seda», es decir, un casco viejo por el que se puede caminar sin ser acosado por ruidosos vehículos o trastornado por edificios infames  y brutalistas muy propios de la URSS.

Bujara es, por fortuna, un lugar agradabilísimo, sobre todo su centro histórico, más sosegado y menos «rusificado» que su hermana mayor y que la mayor parte de las ciudades levantadas en territorio uzbeko. Zocos, mezquitas, callejones, plazoletas. Se puede decir, además, que nada está suficientemente lejos, que todo es accesible a pie y que en un par de días es posible haberla recorrido casi por completo. Al menos en ese tiempo se asegura haber visitado los lugares más importantes, haber ido de compras, haber visto un par de atardeceres inolvidables y haber probado bastantes platos de la gastronomía del país. Y, por supuesto, haber paseado por una de las ciudades antiguas más extraordinarias que hay en el mundo.

A nosotros en dos jornadas nos dio para indagar profundamente en los rincones marcados en el siguiente mapa. Trataré de referirme a los más importantes en el presente relato, a aquellos que nos hicieron sentir «la belleza del espíritu» que es Bukhara.

Una pregunta que se convierte en clásica a la vuelta de un viaje a Uzbekistán como el que tuvimos oportunidad de realizar es, ¿Cón qué te quedas de la trilogía Samarkanda-Bukhara-Khiva?. Y siempre trato de responder lo mismo: <Las tres son impresionantes y merecen la pena, pero quizás la más completa de todas es Bukhara.>

El porqué lo veréis a continuación en la disección de lugares y sensaciones que hacen de ésta una ciudad inquebrantable. Y empezaré por el mejor:

COMPLEJO POI KALON (MEZQUITA, ALMINAR Y MADRASA)

En Bujara hay un punto central que resume por sí mismo qué es lo que uno puede esperarse de esta alejada urbe de Asia Central. Siempre se habla de que cada ciudad tiene un corazón, un rincón concreto sin el cual es imposible comprender todo lo demás. En este caso no se trata de un corazón latiente sin más sino del alfa y el omega, la condición sine qua non. El Complejo Poi Kalon, la Plaza de Bukhara, es algo así como el Registán para Samarkanda, aunque mucho menos conocido, fotografiado y, por supuesto, idealizado. Por supuesto hasta que se uno lo ve con sus propios ojos…

Por Poi Kalon (también escrito Po-i-Kalan) se entiende la fusión de tres monumentos: La Mezquita Kalon, el Minarete Kalon de 48 metros de altura y la Madrasa Mir-i-Arab. Elementos con historias diferentes y que se los debería tener en cuenta por separado, pero es su conjunción la que construye el más hermoso y genuino decorado de una Bukhara inenarrable. Porque basta con agruparlos desde cualquier ángulo de la ciudad que se precie y entender las razones de ser todo un símbolo.


A la derecha la Mezquita Kalon, en el centro el Minarete Kalon y a la izquierda la Madrasa Mir-i-Arab

Una plaza vacía, un minarete semejante a un faro (aunque se encuentre en el país más lejano a cualquier Mar abierto), la Mezquita del viernes y una de las madrasas más bellas que, además, sigue utilizándose como antaño. Originalidad, autenticidad, paralelismos con las mejores ciudades del mundo en cuanto al Arte. Por ello situarnos en la mitad de este espacio extraordinario logró su pretensión, emocionarnos, hacernos sentir los seres más privilegiados del Planeta.

Disfrutar de Poi Kalon requiere su tiempo. Conviene ser pacientes y jugar con las horas del día, con los vericuetos más escondidos desde los cuales es posible captar un ángulo diferente, otro color, otro brillo. Creo que en los dos días que pasamos en Bukhara pudimos ir y rodear su Plaza en torno a veinte veces, sin exagerar. Y puedo asegurar que cada minuto era mucho mejor que el anterior, la película variaba de diálogos, de guión y de escenario. Bastaba con detenerse, en no cerrar los ojos ni para ponerse a parpadear. Y además, con un cielo tan azul y tan limpio era inevitable no dejarse llevar por la Fotografía. Aunque lugares como éste se retratan prácticamente solos…

Rizamos el rizo con Poi Kalon y vemos por separado sus tres elementos:

MINARETE KALON (MINÂRA-I KALÂN)

El símbolo más reconocible de Bukhara fue algo así como el Faro de la Ruta de la Seda. Incluso creo que podría seguir recibiendo semejante título honorífico. Levantado, nada menos, que en el Siglo XII como parte de una Mezquita anterior a la que hay ahora (S. XVI), llegó a ser el minarete más elevado del mundo musulmán con sus sorprendentes 48 metros de altura. Ha soportado terremotos y guerras de todas las épocas pero aún así ha podido resistir para superar sus ochocientos años  de edad en un envidiable estado de forma. Testigo de cómo Bukhara fue pasando de unas manos a otras, llegó a perder su sentido original en varias ocasiones, pero siempre ha estado ahí, vigilante, amenazante en algunos casos. Es probablemente la primera visión de la ciudad se venga desde donde se venga…

Es un minarete circular, con nueve metros de diámetro en la base y seis metros en la cúspide. El trabajo de los artesanos en barro cocido es magistral, sobre todo si se atiende a las catorce bandas circulares que varían en sus ornamentos y dibujos hasta llegar a una corona con ventanas (dieciséis para ser más exactos), cuyos ojos son capaces de observar cualquier movimiento a muchos kilómetros a la redonda (el paisaje alrededor de Bukhara es totalmente plano). Distintas formas geométricas se retuercen en el relieve enladrillado de la torre, evidenciando el buen hacer de quienes llegaron incluso a dejar boquiabierto al mismísimo Genghis Khan, quien tuvo una piedad inusual para no convertirla en polvo.

Hasta principios del Siglo XX se utilizó también como el instrumento clave de la Pena capital infringida a los condenados a muerte en Bukhara. Era tradición arrojarlos desde arriba para acabar estampados en el suelo de piedra después de un viaje de más de cuarenta metros. Sus 105 escalones fueron el más macabro corredor de la muerte, si es que habían sobrevivido a los malos tratos en prisiones como Zindan (que también formó parte de nuestra visita a la ciudad). Por ese lado un monumento tan hermoso pasó a ser algo otra cosa bien distinta que un lugar elevado para llamar a la oración a los fieles musulmanes. Algún que otro emisario extranjero fue testigo de algunas de estas crueles ejecuciones públicas.

Sobre si es posible subir hoy en día a la cima del alminar más emblemático de Uzbekistán la respuesta es…. sí, aunque no oficialmente (al menos cuando nosotros viajamos a Bujara). Por motivos de seguridad se ha cerrado en muchas ocasiones, aunque lo han abierto en algunos períodos. Consulté la posibilidad de subir a la persona que se ocupaba de cobrar las entradas a la Mezquita Kalon y rápidamente apareció un personaje con una apariencia no demasiado amigable que se descolgó pidiéndonos 5 dólares por barba. Nos negamos a esta posibilidad por una razón muy evidente… Las mejores vistas panorámicas de la ciudad deben tener siempre como protagonista a su minarete.

MEZQUITA KALON (MASJID-I KALÂN)

La Mezquita de los viernes no sólo es la más importante de Bukhara sino una de las más grandes de Asia Central, superada tan sólo por Bibi Khanum, en Samarkanda. Aunque su origen viene nada menos que del año 795 después de Cristo y parece que fue agrandada por Ismail Samani (fundador persa de la Dinastía Samánida, que renunció al Zoroastrismo por el Islam), su estructura actual es de mediados del Siglo XVI, una vez las tropas de Genghis Khan la destruyeron por completo. La historia cuenta que el propio Genghis Khan la vio tan hermosa que creyó que no era una mezquita sino el Palacio del Emir y por eso la mandó prender fuego. Sólo tendría piedad con el minarete, ya que fue lo que verdaderamente le asombró.

Creo lo que pagamos fue 1 dólar por la entrada y así accedimos totalmente a solas a este enorme rectángulo (127 x 78 m.) bordeado por columnas (hay 208) y un techo bombeado por 288 mini-bóvedas, que además de función meramente estructural o de soporte, garantiza un mayor frescor en los veranos infernalmente calurosos de Uzbekistán (cuando hace calor en Samarkanda, hay que prepararse para Bukhara y persignarse en Khiva…). Un árbol y una fuente para las abluciones rellenaban el vacío de un patio exterior preparado para la oración de en torno a 10.000 personas.

Al fondo se asomaba la estructura principal de la mezquita, donde estaba situado el mihrab y la mítica cúpula azul turquesa (Kok Gumbaz) rematada en una media luna dorada. Como si fuera una caja de música, se enorgullece de la precisión y la delicadeza de sus ornamentos que la visten de azulejo.

Un cajón rectangula azul oscuro sostiene una apretadísima caligrafía kúfica que reza lo siguiente: «La Inmortalidad le pertenece a Alá». Aunque llama mucho más la atención el conjunto estrellado que se despliega bajo el texto en el que los artesanos hilaron fino para encajar tan sublime diseño. Después de Samarkanda uno puede creer que lo ha visto todo, pero en Bukhara el asombro y la admiración no detiene su paso sino que se multiplica. En muchas ocasiones lo que nos faltaron fueron las palabras…

Bajo la cúpula sólo unos pocos fieles rezaban frente al mihrab. Probablemente podíamos contarlos con los dedos de las manos. Llama la atención tantas puertas, tanto espacio y un vacío tan aplastante. Veo muy difícil que esta Mezquita llegue a repoblar algún día su hueco con las más de 10.000 personas para las que está habilitada. El afán antirreligioso soviético hizo que desde los años veinte hasta 1991 este lugar fuese utilizado incluso de almacén. La neutralización tan insistente de los símbolos religiosos es la causante de que sólo un pequeño porcentaje de la población sea practicante como en otros países musulmanes.  ¿Quién diría que uno de los países limítrofes es Afganistán?

Si de algo se benefician los viajeros es la gran relajación de las normas en las visitas a los lugares religiosos. Ni pañuelo para cubrir el cabello de la mujer, ni vestimenta que oculte piel. Sin exagerar puedo decir que en muchos de los monumentos musulmanes uzbekos (quizás exceptuando el Valle de Fergana) no se pone pega ni a los tirantes, ni al pantalón corto ni se es, en absoluto, estricto con respecto a la ropa.

MADRASA DE MIR-I-ARAB

Al Siglo XVI, al igual que la mezquita, pertenece uno de los Centro de Enseñanza Islámica con más renombre de la región centroasiática. Mir-i-Arab, que significa «Príncipe de los árabes», es la plasmación en piedra y azulejo de la obra religiosa de Sheikh Abdullah Yamani, amigo y consejero espiritual del Khan de la época, el shaybánida Ubaydullah. Enfrentada puerta con puerta a la mezquita, posicionalmente hablando, supuso el remate indispensable para alcanzar lo sublime en la plaza central de la ciudad. Poi Kalon ya tenía lo que le faltaba para entrar dentro de la perfección como uno de los conjuntos monumentales más admirables no sólo de Asia sino del mundo.

La llegada de la tarde suele hacer aún más justicia si cabe a esta construcción basada en la simetría y otros patrones heredados del Arte Timúrida que se se esparció en los anchos dominios que fueron conquistados por el temible Tamerlán. Si siempre es bueno volver a distintas horas para fotografiar los monumentos en función de la posición del Sol, en Poi Kalon es Mir-i-Arab quien destila más elegancia al retar a los rayos del Sol que comienza a esconderse en el Desierto de Kyzil Kum.

Hicimos varios intentos por visitar su interior, aunque siempre el vigilante de turno interceptaba nuestro paso para recordarnos que no era posible pasar más allá de una reja de madera que tan sólo dejaba atisbar un patio rodeado de las celdas de los estudiantes. Y es que la Madrasa Mir-i-Arab aún cumple su función primigenia sirviendo de escuela y residencia de quienes desean aprender el dogma islámico y los preceptos de su libro capital, el Corán.

Sus dos cúpulas se clavaban en el cielo como colosos absorbiendo la luz y brillando igual que si fueran dos bombillas enormes. Acercar la imagen de las murallas de azulejo de los dos torreones sirve para darse cuenta de que el súmum del virtuosismo lo teníamos en aquellos tímidos ventanales.

Y aunque no pudimos acceder al interior de la madrasa, sí que la observamos y fotografiamos desde todos los ángulos posibles, nos refrescamos con la brisa del atardecer en las escalinatas de entrada o apoyados a la puerta de una celda e incluso tuvimos la ocasión de charlar con varias chicas de etnia tajik que nos interrogaron sobre España y aprovecharon para practicar el inglés que les habían enseñado en la escuela. Siempre aparecía la misma pregunta: «¿Habéis venido vosotros sólos hasta aquí?» con voz de sorpresa y costándoles imaginarnos fuera de un tour organizado por una agencia de viajes.

Por fortuna la respuesta siempre era la misma… ¡Sí!

CUANDO ATARDECER SE CONVIERTE EN UN REGALO

Hay quien dice que las mejores vistas de la ciudad se ven desde lo alto del Minarete Kalon, pero como antes comentaba, no puede haber panorámica perfecta de Bukhara que no incluya la belleza de tan estupendo alminar. Es como pretender subirse a la cúpula del Taj Mahal en India y tomar fotos, que siempre faltará lo más importante.

Nosotros encontramos un rincón perfecto para la fotografía y, sobre todo, para suspirar mientras bebíamos algo frío. Justo frente a la plaza hay un restaurante tradicional con terraza en la azotea, el cual nos permitió saborear unas vistas auténticamente de película. Y que no tiene pérdida, puesto que es el único…

Si estuvimos dos días en Bukhara, debieron ser cuatro o cinco las veces en que nos dejamos caer en las mesas de aquel restaurante. No me equivocaría si diría que probablemente no me he bebido una coca cola en mi vida con unas vistas semejantes. Fabuloso, hipnótico lugar.

Ver morir el Sol desde allí se convertía en el mejor de los espectáculos que esa Bukhara infinita y eterna podía ofrecernos cada tarde. Sobre todo cuando el Astro Rey quedaba escudado en la cúpula de la Mezquita conviertiendo su silueta en una sombra chinesca que se dejaba retorcer en un horizonte vestido de fuego.

Aquel núcleo inmenso, y que requería de tiempo para saborearlo y no pasar por encima de forma atropellada, fue una de las cosas que más nos emocionaron de nuestro viaje a Uzbekistán. Lo mejor es que Bukhara aún nos tenía guardadas muchas más sorpresas, muchos más lugares esenciales que poder disfrutar pacientemente. Pero eso será parte del próximo relato sobre esta ciudad, una segunda parte con más madrasas y mezquitas, con mausoleos y zocos, con callejones y caravansares…

CONTINUARÁ…

Sele

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PD: Ya puedes leer un segundo relato sobre Bukhara en el que explico otros monumentos imprescindibles de la ciudad.

PD2: Recuerda que la ruta que hicimos en Uzbekistán, los alojamientos, transportes, consejos y el índice de los relatos/artículos que tengan que ver con este viaje lo puedes consultar en:

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