El mundo mágico entre los riscos de Tavertet
Para llegar a Tavertet se precisa de una sucesión interminable de curvas y bastante paciencia. ¡Pero merece tanto la pena! Alcanzar este mundo mágico de bosques, riscos desnudados por la erosión dotados con el don de la verticalidad y un encantador pueblo de piedra cuyas calles rectilíneas se asoman en el acantilado debe conllevar, al menos, ese esfuerzo. Es el límite de la comarca barcelonesa de Osona con los volcanes de La Garrotxa, el súmmum de los paisajes de la Cataluña de interior, tan cerca y tan lejos a la vez. El valle de Sau y Collsacabra, que también esconde enclaves magistrales como Rupit i Pruit, tiene en Tavertet y su entorno escarpado un lugar donde poder evadirse y percibir con los cinco sentidos el latido de la naturaleza más pura en una tierra de arboledas, montañas, masías solitarias y agua, mucha agua.
Los riscos de Tavertet dejan, además de una sucesión incesante de paisajes soberbios, la sensación de que aún nos quedan lugares, más cerca de lo que pensamos, en los que la magia, el encantamiento que leíamos de niños en los cuentos, todavía existe.
Érase un pueblo entre riscos llamado Tavertet
Cuando íbamos en el coche camino a Tavertet, el verde de los prados y los bosques me iba recordando tan a La Garrotxa que cuando miré bien en el mapa de carreteras (no la guía en papel de antes sino la megausada aplicación de mapas de la omnimpresente Google) vi que esta zona, una de mis preferidas de Cataluña, la teníamos tan cerca que era lógica esa sonrisa que se me escapaba mirando por la ventanilla. Estábamos muy próximos a uno de los bordes de la comarca barcelonesa de Osona con una de las áreas con mayor personalidad del interior de Cataluña, por lo que las similitudes no eran pocas. Ese verde, que no se retira ni tan siquiera en los rigores del verano más caliente y seco, es demasiado intenso como para no venírseme a la cabeza la ruta por los pueblos medievales más hermosos de La Garrotxa que tuve la suerte de hacer tan sólo un año antes.
Apenas un par de kilómetros antes de llegar al pueblo fue cuando me percaté de la repentina y sinuosa verticalidad del paisaje. Los bosques dejaron entrever entre los huecos de los árboles multitud de penachos gigantescos en los que la erosión de millones de años había hecho mella. Un apartadero en la carretera nos permitió a los ocupantes del vehículo detenernos para disfrutar, aunque sin la luz a nuestro favor, de aquella maravilla que sobrevolaban rapaces y carroñeras que anidan desde hace miles de años en las covetas y abrigos de tan prominente rocaje.
Tavertet nos recibió en un otoño apresurado que empezaba a teñir las hojas de muchas de las enredaderas que se agarraban a los muros de piedra de las casas. Durante unos minutos lo vivimos en silencio, con ese aroma de castañas, setas e incontables clases de hongos que son típicos de la apetitosa cuina de tardor, y que definen la gastronomía que ya empezaba a sugerir el humo de algunas chimeneas. No se me ocurre una entrada mejor.
Poco más de 130 personas viven en el pueblo, por lo que en un día cualquiera de entre semana resulta incluso difícil cruzarse con algún vecino. Bien distintos son los fines de semana. Barcelona no queda ni a dos horas de distancia y suele ser una escapada cotizada de interior. Perfecta para desconectar en uno de los rincones más asombrosos de la provincia. Aún así nos encontramos con dos señoras que nos dieron aviso de que la iglesia de Sant Cristòfol (San Cristóbal) permitía ver su interior. Y que merecía la pena. Buen consejo, porque se trata de otra muestra del excelso románico catalán del siglo XI (con añadidos posteriores que la hicieron aumentar su tamaño).
El ábside de la iglesia casi pende del acantilado, al igual que el resto del pueblo. Es en ese margen donde se empieza a apreciar la ubicación imposible de Tavertet, la razón por la que se trata de uno de esos municipios aferrados a su entorno. De ahí sus escasez de calles, en origen la de arriba, la de abajo y la del medio. Paralelas y con casonas de piedra de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos siglos son aproximadamente cuarenta de las viviendas del pueblo. Las demás están construidas con posterioridad pero sin alterar un ápice la estética común, algo propio de determinadas comarcas catalanas y algunas regiones del norte de España donde, por una razón u otra, se ha sido más cuidadoso con la armonía arquitectónica de los lugares. Y con lo que nos sacan leguas de distancia los franceses, da igual si en Midi-Pyrenées, el Périgord o en la Provenza. ¡Cuánta falta hubiese hecho semejante sentido común en tantos sitios que hemos perdido para siempre!
Tavertet tiene un fácil recorrido. Si sucede entre casas, pongámosle en Carrer del Mig (literal «Calle del medio») es fácil detenerse a observar cómo vegetación se agarra a los muros de las viviendas llegando incluso a devorar buena parte de las fachadas.
Si sucede en el borde (pongamos Carrer Sau o, mejor aún, Camí del Castell) el protagonismo pasa de las casas a los riscos y acantilados que dibujan uno de los mejores panoramas de naturaleza, y sin discusión, de la provincia de Barcelona. Las caminatas son sencillas y no requieren más que tiempo (y buena luz) para asomarse a los acantilados y tomar fotografías. Hay miradores a cada paso, algunos magníficos. Y, lo mejor de todo, es que el coche no tiene nada que ver con todo ésto. El nuestro lo dejamos aparcado a la entrada del pueblo y nos olvidamos de él durante un buen rato.
¿DÓNDE COMER BIEN EN TAVERTET?
Si bien hay unas cuantas opciones gastronómicas realmente buenas en Tavertet, tuvimos una experiencia fabulosa en Faves Comptades (Carrer de Serrarols, 3. Tel 938 525 030). Cocina de la tierra, con múltiples toques innovadores pero sino olvidarse de lo principal, la buena materia prima. Estupenda atención, una carta digna de enmarcar y toda una experiencia en uno de los pueblos con más encanto de Cataluña. No se puede pedir más. Bueno sí, reservar con suma antelación puesto que hay pocas mesas y siempre está lleno.
Mirador desde l’Avenc
Fuimos a dormir a un hotel apartado que lleva pocos años funcionando y al que se le considera una de las mejores opciones de alojamiento en la comarca de Osona. Se trata de L’Avenc de Tavertet, apenas a tres kilómetros del pueblo, que provee de habitaciones espaciosas de esas que el Collsacabra se mete incluso en tu cama. De esos sitios en los que es obligatorio despertarse mirando el paisaje que engulle la habitación. Con una piscina interior increíble y la sensación de que una noche es poco para disfrutar de un panorama natural excepcional en un entorno con masía y prados que parecen estar a punto de bajar rodando por los riscos que hay alrededor.
Pues desde allí, ya con una luz más adecuada para captar el paisaje, disfrutamos del escenario de Tavertet desde otra perspectiva diferente al día anterior. Y vaya. ¡Qué maravilla! ¡Qué paisaje! Lo que nuestros ojos captaron fue uno de los mejores escenarios naturales de toda Cataluña, de toda España. Y por qué no decirlo, de buena parte de Europa. Se trató de un mirador improvisado, de un «deja el coche a un lado que hay que bajarse». El resto se describe solo. Y mejor con imágenes que con palabras que definan aquella colección de riscos que escapaban del bosque y enrojecían con las primeras luces de la mañana.
De mis paisajes preferidos de España junto a Las Médulas y el Meandro del Melero.
Muy al fondo el pantano de Sau, un lugar muy apreciado por los aficionados al kayak, ya que cuando no lleva demasiada agua se puede pasar por el torreón de una antigua iglesia inundada por las aguas desde que se construyera un embalse. Desde lejos se dejaba ver apenas una punta de su tejado en pico, pero en verano y temporadas de sequía, hay quien entra con su kayak por la mismísima ventana del campanario. Y no es una exageración. Tan real como echar un vistazo en internet y quedarse boquiabierto como fue mi caso.
No cabe duda de que Tavertet y sus alrededores escarpados es una zona que da para hacer rutas de trekking, salir a buscar saltos de agua, seguir disfrutando de paisajes de ensueño como los del Morro de l’abella, uno de los grandes objetivos de quienes visitan la zona, o probar la deliciosa cocina de la tierra. Todo ello a menos de dos horas de Barcelona. ¡Y con Rupit a treinta minutos si queremos completar la ruta!
Vaya si me sorprendió Osona, una comarca que muchos conocen por Vic y su gran plaza del mercado o sus ricos embutidos, pero que guarda maravillas en las que perderse puede ser el mayor de los placeres de este mundo.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
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2 Respuestas a “El mundo mágico entre los riscos de Tavertet”
Hola!! Me gustaría saber el lugar de la última foto (la que salen unas sillas!). Es algún restaurante en concreto o la salida del hotel del que hablas? Gracias!!
En efecto, Esther, es parte del hotel L’Avenc de Tavertet. De los hoteles con mejores vistas panorámicas en los que he estado nunca.
Saludos,
Sele