Guía de una ruta en coche por La Mancha en busca de Don Quijote (Parte primera)
Me niego a caer en la tentación de comenzar este escrito con el clásico «en un lugar de La Mancha», aunque de una forma u otra ya lo haya hecho. Semejante imprecisión nada azarosa tiene tan sólo un dueño, Don Miguel de Cervantes Saavedra, genio de la literatura universal quien se ocupó, sin saberlo, de llevar la lengua castellana a millones de hogares de todo el mundo con el mayor antihéroe de todos los tiempos. Porque La Mancha sería, en sí misma, «ese lugar», un escenario con horizontes rayando el infinito, ajadas ventas esparcidas en cruces de caminos y siluetas de molinos y castillos medievales recortando atardeceres sin parar. Me considero un apasionado de todo lo que tenga que ver con el caballero de la triste figura y siempre que puedo, salgo en busca de esos paisajes y recodos quijotescos que, sin abundar en topónimos tanto como los estudiosos hubiesen querido, abarcó Cervantes en su obra más exitosa. Pero esta vez quise ponerle un principio y un final y, por eso, durante varios días (cuatro concretamente) llevé a cabo «mi propia ruta de Don Quijote» en tierras manchegas sin más pretensiones que empaparme de una región llena de sorpresas que, por lo pronto, aseguro me acordaré de ella mientras no se me seque el cerebro.
A partir de mi experiencia, de lugares planificados e incluso improvisados, me gustaría compartir con todos vosotros el recuerdo de una ruta en coche por La Mancha en busca de Don Quijote o, más bien, de todos esos parajes, pueblos y monumentos que nos trasladan a esos escenarios que Miguel de Cervantes garabateó con su privilegiada pluma. Concretamente, en este artículo, comentaré lugares visitados en las dos primeras jornadas de viaje, entre Quintanar de la Orden y las Lagunas de Ruidera, como Mota del Cuervo, Belmonte, El Toboso, Campo de Criptana o Argamasilla de Alba.
Consideraciones previas sobre la ruta de Don Quijote y «mi ruta de Don Quijote»
Desde hace muchos años o, más bien siglos, en que se empezaron a trazar de una forma más o menos acertada los lugares visitados por Don Quijote y Sancho Panza a lomos de Rocinante y Rucio, siempre ha existido la necesidad de determinar cuáles fueron esos rincones que ambos personajes surcaron en la mente de Cervantes. A finales del siglo XVIII, el cartógrafo español Tomás López previo encargo del Rey Carlos III, aficionado declarado al título de «El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha», mostró el que podría haber sido el recorrido de ambos en sus distintos viajes contados en dos partes distintas. Y a partir de entonces surgieron decenas de variantes, se multiplicaron los estudios y brotaron como setas aquellos que se consideraban el lugar de La Mancha del que no quiso acordarse el autor. O que la Venta donde fue armado caballero fue ésta y no otra. Así con todo. Este es un tema ciertamente controvertido incluso hoy día, en el que se vierten tantas afirmaciones que a uno la pasión le permite olvidar que en esta novela hay más incertidumbres que certezas. Y eso que el recurso literario de Cervantes deja muy claras sus intenciones…
Leyendo El Quijote hay quien se da cuenta rápidamente de que el autor no trazó su ruta con escuadra y cartabón, mientras que muchos investigadores han medido palmo a palmo incluso los tiempos a caballo entre una población y otra. ¿Y quién tiene razón? En absoluto me voy a meter en ese asunto. Me faltan conocimientos y razones para hacerlo. Por supuesto sí parece que el escritor conocía buena parte de lugares de los que hablaba, pero cierto es también que, en realidad, incluyó escasísimos topónimos a la novela. Su intención y su universo (si fuera Tolkien hablaríamos de su «Tierra Media») es La Mancha. ¡Casi nada! Una región variopinta de la que quería reflejar sus profundidades e incluso mucho de lo que el propio Cervantes detestaba. Y a la que, sin saberlo, le estaba haciendo un plan de marketing turístico para no pocos siglos.
Para elaborar mi ruta me he basado no sólo en razones literarias, sino también, y de forma mayoritaria, en las turísticas (para ello conviene entrar a la web oficial de Turismo de Castilla-La Mancha). Esta advertencia al lector me parece capital para evitar malentendidos. Se trata sólo de una ruta de las miles posibles que podía haber hecho. Quizás falten lugares o sobren otros. Pero no es algo que resulte importante. Porque el objetivo de este viaje, de este roadtrip made in Spain, es recoger parajes quijotescos, buscar tópicos, algunas certezas literarias y aprovechar para conocer lugares fantásticos esparcidos en la llanura manchega. Un ejemplo es San Carlos del Valle, en Ciudad Real. No aparece en absoluto en El Quijote ni en muchas guías, pero su plaza mayor porticada es de las más bonitas (y sorprendentemente desconocidas) de cuantas he visto en Castilla-La Mancha. Y así con otros muchos sitios.
En realidad a los viajeros, a quienes desean hacer una «ruta de Don Quijote» y hacerla suya en uno, dos, tres días o una semana, les da exactamente igual las conjeturas de los académicos o el último estudio cartografiado de fulanito de tal. Quieren, como ha sido mi caso, disfrutar de La Mancha. Imaginar a Don Quijote golpeando a los molinos de Campo de Criptana, Alcázar de San Juan o Mota del Cuervo. Dormir en la casa del ermitaño que aparece en el segundo libro (Venta del Celemín). Comer «como un cura» una caldereta de cordero en la Venta de Puerto Lápice o incluso en un novedosísimo «gastromolino» en la toledana Consuegra. Hacer una visita teatralizada a Munera y revivir las bodas de Camacho tanto allí como en la vecina El Bonillo. Indagar sobre qué le llevó a Alonso Quijano a enamorarse de una muchacha de El Toboso llamada Dulcinea o la leyenda de las lagunas de Ruidera. En definitiva, viajar en busca de La Mancha que Miguel de Cervantes tuvo a bien dibujar en todos y cada uno de nosotros. Y, por supuesto, hacerla completamente nuestra.
Mapa con la ruta de Don Quijote en coche
Mi intención en este escrito o breve guía es contaros una ruta lineal (o más bien circular si tenemos en cuenta que partí de Madrid) de cuatro días de duración (explicada en dos partes con dos jornadas de viaje cada una). A continuación podéis ver en un mapa todos los lugares incluidos en el recorrido.
El orden de los lugares visitados en este viaje en busca de Don Quijote de La Mancha fue el siguiente: 1ª JORNADA–> [Madrid como punto de partida] – Quintanar de la Orden – Mota del Cuervo – Laguna de Manjavacas – Belmonte. 2ª JORNADA–> El Toboso – Campo de Criptana – Argamasilla de Alba – Castillo de Peñarroya – Lagunas de Ruidera – Cueva de Montesinos, castillo de Rochafrida y Venta del Celemín. 3ª JORNADA–> El Bonillo – Munera – Villanueva de los Infantes. 4ª JORNADA–> San Carlos del Valle – Viso del Marqués – Puerto Lápice – Consuegra – Tembleque [retorno a Madrid].
Ya disponible la segunda parte de la Guía de la ruta de Don Quijote en coche con las dos últimas jornadas de viaje.
¿Que si faltan lugares? ¡Por supuesto que sí!. Por falta de tiempo me hubiera encantado profundizar en Alcázar de San Juan, incluir (aunque la conozco bien de anteriores ocasiones) a Almagro, a algunos castillos medievales como el de Calatrava la Nueva o los parajes acuáticos de las Tablas de Daimiel. Así como visitar el sitio de Esquivias donde se casó Miguel de Cervantes con Catalina de Salazar. Pero estas son ideas para quien desee ampliar recorrido más allá del que a continuación presento.
Lugares visitados de la Ruta de Don Quijote durante los 2 primeros días de ruta (De un viaje en coche de 4 días por La Mancha)
¡Ya disponible la segunda parte de la guía de la ruta por La Mancha tras las huellas de Don Quijote!
Quintanar de la Orden (Toledo)
Dado que me dirigía a Mota del Cuervo por la AP36 tuve en bien detenerme, aunque fuera unos minutos, a la muy cercana (y perteneciente a Toledo) Quintanar de la Orden. Si bien no se trata de un pueblo monumental es uno de los pocos que aparecen mencionados en El Quijote. Por tanto, sí justifica una inclusión breve y puramente literaria en la ruta. Conserva la picota o rollo judicial propio de una villa que había comprado su jurisdicción para administrar justicia y condenar a los reos. También blasones en casas antiguas, siendo la más destacada la casa «piedra» de la familia Rada.
Casi en el lecho de muerte de Alonso Quijano, su amigo Sansón Carrasco menciona que ha comprado en la localidad unos famosos perros pastores (“que ya tenía comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar ganado. El uno llamado Barcino, y el otro Butrón, que se los había vendido un ganadero del Quintanar”),
Y mucho antes se comenta que de el pueblo es el rico ganadero Juan Haldudo, quien en el cuarto capítulo de la obra golpea con saña al pastor Andrés, viéndose increpado por un inocente Don Quijote (“Mire vuestra merced señor lo que dice, dijo el muchacho: que mi amo no es caballero, ni ha recebido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar”)
Si bien no se trata de uno de los lugares más famosos ni monumentales de la ruta de Don Quijote, es evidente que está dentro de una zona muy concreta en la que suceden muchos de los avatares del ingenioso hidalgo (Junto con Tembleque, Quintanar, El Toboso y Puerto Lápice). Y que Miguel de Cervantes tuvo que conocer a la fuerza. De hecho vuelve a aparecer en la obra póstuma del autor, «Los trabajos de Persiles y Sigismunda».
Mota del Cuervo (Cuenca)
A la ruta de Don Quijote no le falta la clásica imagen de molinos de viento blancos tejiendo en altozanos una silueta puramente manchega. Los molinos más célebres y visitados por los turistas son los de Campo de Criptana, en Ciudad Real, y los de Consuegra en Toledo. Pero, apenas a una veintena kilómetros de Quintanar de la Orden por la N-301, se alzan en una serrezuela horadada por la erosión siete hermosos molinos de viento en la población y postal más quijotesca de cuantas hay en el oeste de Cuenca. Y aunque fueron veintitrés en tiempos mejores, nadie duda de que el de Mota del Cuervo es «el balcón de La Mancha».
De los molinos quedan el conocido como «El Zurdo»(llamado así por que sus aspas giran al revés), separado de los otros seis por una carretera, es el auténtico superviviente, mientras que los demás fueron reconstruidos en los años sesenta. El denominado «Gigante», junto al aparcamiento, sirve como oficina de turismo y los sábados por la mañana (en los que el tiempo se porta bien) se pone en funcionamiento para celebrar la molienda. Para ello se busca la dirección del viento para posicionar las aspas correctamente y vestirlas con unas telas conocidas como lienzos y que permiten que este cilindre trabaje a la perfección. Presenciar este proceso es realmente interesante.
Mota del Cuervo es uno de los pueblos que conforman la ruta de los molinos de viento de Castilla-La Mancha.
Los horarios de la molienda son los sábados en que el tiempo es favorable desde las 10:00 hasta las 13:30. Se abona una entrada módica de 1,50 € por persona (los niños hasta 10 años gratis). El Gigante, que además hace de oficina de turismo de Mota del Cuervo, ofrece la posibilidad de realizar visitas guiadas no sólo a los molinos de viento sino también a su muy recomendable Museo de alfarería en la plaza de la Cruz Verde, dentro del barrio de las cantarerías. También organiza visitas enfocadas a niños así como diferentes rutas temáticas y didácticas entre las que se encuentran, por supuesto, las relacionadas con el ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha. Los horarios de la oficina de turismo son los siguientes: De abril a septiembre de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00 de martes a sábado, mientras que de octubre a marzo lo hace a las 18:00. Los domingos sólo abre de mañanas y los lunes permanece cerrada. por mañanas, mientras que los lunes cierra todo el día.
¿Podría ser Mota el lugar de La Mancha?
A la discusión sobre si Argamasilla de Alba, Alcázar de San Juan o Villanueva de los Infantes son «El lugar de la Mancha» se le sumó la publicación en 2014 de la obra «Lo que Cervantes calló» en que el investigador conquense José Manuel González Mujeriego sacó a la palestra conclusiones de un profundo estudio con el que se atrevió a afirmar que éste era el pueblo del cual el escritor no quiso acordarse. Para él existen grandes motivos geográficos e históricos que así lo justifican. No cabe duda de que Mota del Cuervo es un paraje 100% cervantino, pero en esta cuita manchega no me veréis mojarme ni aunque me lluevan mil cubos de agua.
Laguna de Manjavacas (Cuenca)
A tan sólo 8 kilómetros de Mota del Cuervo (se avista desde la Sierra de los molinos) aparece un humedal de agua salada y poco profunda poblada por numerosas especies de aves acuáticas. Se reúne en este lugar una elevada población de flamencos, así como cigüeñelas, avocetas, pagazas piconegras, zampullines y muchas otras que habitan este paraje natural embebido entre viñedos. Un lugar de un altísimo valor ornitológico que se puede bordear con un vehículo particular, que posee una torre-mirador y donde se prometen auténticos atardeceres que uno sólo se imaginaría en el continente africano. Tuve la suerte de conocerlo, aunque no estaba en mi plan de ruta original, con dos simpáticas moteñas vestidas de molineras del siglo XVII que se animaron a acompañarme en esta parte de la ruta (y a quienes les vuelvo a dar las gracias por animarme a visitarlo juntos).
Pero la Laguna de Manjavacas también tiene un pedacito de El Quijote. Y es que tras el estudio en la zona de Isabel Sánchez Duque y Francisco Javier Escudero existen muchas condiciones históricas y geográficas para formular la hipótesis de que de la que sólo quedan unas pocas ruinas fuese realmente la venta que Alonso Quijano confundiera con un castillo y fuera armado caballero. El título de este interesante estudio es «Manjavacas, la venta del caballero» y forma parte de la colección Tierras del Quijote de la editorial AACHE.
Belmonte (Cuenca)
Belmonte se trataría de uno de esos lugares inmersos dentro de la ruta de Don Quijote por motivos turísticos. ¡Pero es que posee tantas razones para conocerlo! Apenas a un cuarto de hora de Mota del Cuervo se impone en el horizonte uno de los castillos más hermosos y con más historia de cuantos se yerguen en Castilla-La Mancha. Y a su abrigo una villa coqueta, de calles blancas repletas de armonía arquitectónica, puertas de la vieja muralla medieval así como un sinfín de rincones encantadores. En Belmonte, más que las huellas de Alonso Quijano o Sancho Panza, no existe figura más predominante que la de Don Juan Pacheco, primer Marqués de Villena, quien fuera uno de los personajes más poderosos, influyentes y conspiradores durante el reinado de Enrique IV, el cual antecedió a los Reyes Católicos. Buena parte del siglo XV fue suyo. Y Belmonte sería el estandarte de quien tuvo más fuerza que muchos reyes. Tanto que no hubo quien le diera más quebraderos de cabeza a Isabel la Católica, a quien no se lo puso nada fácil.
La visita número uno es, por supuesto, la del castillo gótico-mudéjar de Belmonte, quien fue recientamente restaurado y alberga dependencias musealizadas de la época del Marqués de Villena (S. XV) en la primera planta y de la Emperatriz Eugenia de Montijo (siglo XIX) en la segunda, aunque el cuarto de Juan Pacheco, con un techo que da para quedárselo horas mirando, se encuentre precisamente en esta parte. El castillo da para estarse mínimo una hora leyendo los ventanales de cortejo esculpidos hasta el más mínimo detalle o el artesonado en los grandes salones. Sin olvidarse, por supuesto, de hacer el camino de ronda por murallas y torreones y observar el pueblo de Belmonte y el paisaje manchego como si fueran una maqueta de sí mismos.
Si te interesa Belmonte porque quieres preparar una escapada a esta localidad no te pierdas el reportaje titulado Belmonte, un viaje a La Mancha del siglo XV del que se puede sacar mucho partido.
Horarios y precios de la visita al castillo de Belmonte
+ El castillo de Belmonte abre todas las mañanas de martes a domingo de 10 a 14 horas, y por las tardes, varía según la época del año. Durante la primavera de 16:00 a 19:00, en verano de 16 16:30 a 20:30 y en invierno de 15:30 a 18:30 horas. (Lunes cerrados, salvo en agosto y festivos, y permitido el acceso al monumento hasta 45 minutos antes de la hora de cierre.
+ El precio de las entrada para visitar el castillo es 9 euros (5€ para niños hasta 12 años).
Otro de los monumentos imprescindibles en Belmonte es la Colegiata que el propio Juan Pacheco ordenó edificar para albergar su propio mausoleo, aunque finalmente él fuera enterrado en el monasterio segoviano de El Parral, y fueran sus padres y abuelos los que tuvieran esculpida su sepultura en el altar. El interior de la colegiata es más propio de una catedral de gran categoría y está repleto de detalles fabulosos que escudriñar con tiempo suficiente. Sobre todo el coro de madera, único en el Reino de Castilla, convertido en un auténtico cómic religioso de la época.
Y si el Marqués de Villena preside muchos de los avatares históricos de la villa, no conviene olvidarse que en Belmonte nació Fray Luis de León y que se conserva su primera casa. Pero tampoco de que cada año por el mes de mayo se celebra el Mundial de Combate Medieval y en agosto el Torneo Internacional de Combate Medieval, en la que se utilizan armaduras y armas de la época y que acoge a miles de visitantes en cada edición. El primer fin de semana de abril de 2017 se hizo una recreación de los tercios españoles en Flandes y está previsto que se repita en años sucesivos. Belmonte no para de ver crecer su oferta cultural y turística, aprovechando que está considerado como uno de los pueblos más bonitos de la región.
La casa Bellomonte, un viaje al siglo XV
En la calle Lucas Parra número 20 de Belmonte se puede asistir a una fidelísima recreación histórica de lo que son los avatares de una casa burguesa del siglo XV. Cada dependencia (cocinas, cuartos, armería, etc.) explicado por amantes de la Historia que se meten en la piel de personajes anónimos de hace más de quinientos años y nos cuentan cómo se vivía en la época. Lo hacen por auténtica afición y cobran la voluntad. Y no sobra reconocer que lo hacen MUY BIEN.
Horarios y datos de contacto: Abre sábados, domingos y festivos de 11:00 a 14:00 horas y de 17:30 a 19:30 h. Teléfono 659 32 16 96, e-mail: casabellomonte@gmail.com.
El casco antiguo da suficiente faena como para quedarse, al menos, una jornada en Belmonte, como así hice. Para el atardecer me guardé subir a una colina con molinos de viento (uno de ellos funciona todavía) y ver ocultarse el sol convirtiendo a estos edificios cilíndricos con aspas en puras siluetas cervantinas.
Dónde comer y dónde dormir en Belmonte
+ Son muchos los lugares de Belmonte en los que hacer un homenaje a la gastronomía manchega con mesa y mantel como estandartes. Muy recomendable el restaurante del Palacio del Infante Don Juan Manuel que vio nacer a Juan Pacheco (ahora funciona como hotel con spa) que ofrece un toque innovador a la cocina de siempre. Más tradicional pero también muy rico se come en el Palacio Buenavista Hospedería.
+ A los ya mencionados Palacios del Infante Don Juan Manuel y Buenavista Hospedería no puedo dejar de destacar una casa rural con muchísimo encanto (Casa Insula Barataria www.casainsulabarataria.com) que permite dormir y despertarse con vistas al castillo de Belmonte sin salir de la cama. Un lugar íntimo, tranquilo y en que los dueños miden los detalles hasta el milímetro para hacerte sentir como en tu casa. El mejor ejemplo de lo que debe ser un hospedaje rural y en el que fue un auténtico placer hospedarme.
El Toboso (Toledo)
«En decir que maldecía mi fortuna dijiste mal -dijo don Quijote-; porque antes la bendigo y bendeciré todos los días de mi vida, por haberme hecho digno de merecer amar tan alta señora como Dulcinea del Toboso.»
Tras una primera jornada intensa con marcado acento conquense y final en Belmonte reemprendí mi camino con mi Rocinante particular del siglo XXI con volante y seis marchas para alcanzar la población manchega más veces mencionada en El Quijote. La patria chica de Dulcinea, el amor idealizado de Alonso Quijano, es El Toboso, dentro de la provincia de Toledo. Allí Aldonza Lorenzo, para los historiadores Ana Martínez de Zarco, y se puede visitar su propia casona con dependencias acondicionadas para volar a los tiempos de Don Quijote así como un corral en el que las gallinas y los conejos campan a sus anchas en una escena cargada de costumbrismo. La casa-museo de Dulcinea en Calle Quijote número 1 permite la entrada a los turistas de martes y sábado de 09:45 a 13:45 y de 15:00 a 18:15 horas (domingos de 10:00 – 14:00 horas) por un módico precio de 3 euros. Pero no es el único patio cuadrangular típico que se puede ver en El Toboso. El pueblo está repleto de casonas de época que parecen todas ellas una recreación de La Mancha del XVI.
Llama la atención la iglesia dedicada a San Antonio Abad y levantada por la Orden de Santiago, con la clásica tracería del gótico que los santiaguinos repartieron por todo su territorio. Aunque otro monumento cristiano en la plaza de la Constitución, frente al ayuntamiento, merece también una sosegada visita. Se trata del monasterio de las Trinitarias de El Toboso, Bien de Interés Cultural levantado en el siglo XVII.
Pero pasear por El Toboso se convierte en placer cuando calle a calle se van siguiendo las frases que forman parte del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Leyéndolas uno sin darse casi cuenta se ve atravesando sobrios callejones, fachadas blancas con escudos de armas y, a la vez, termina persiguiendo a Dulcinea. Parada imprescindible es el Museo Cervantino (en la Calle Daoíz y Velarde 3, donde se encuentra la oficina de turismo) con más de 700 volúmenes especiales de El Quijote de todas las épocas y lenguas. Los hay firmados por Nelson Mandela, Adolf Hitler, Mussolini, premios Nobel, los reyes de España así como en idiomas que no sabíamos ni que existían. De hecho se está elaborando una edición políglota en la que no faltará ni el guaraní.
El Toboso, además de su incuestionable enlace quijotesco, es un pueblo amable que da para hacerse una ruta por pozos antiquísimos de gran singularidad, de tapear hasta hartarse o para reírse con los dibujos satíricos de Mena y muchos otros genios en el Museo de Humor Gráfico. El pueblo de Dulcinea, en la periferia de la provincia de Toledo, representa uno de esos pocos lugares que La Mancha que podemos tildar de imprescindibles en toda ruta de Don Quijote que tenga a bien llevarse a cabo.
Campo de Criptana (Ciudad Real)
A 18 kilómetros al sur de El Toboso, adentrándome por las llanuras vitivinícolas de Ciudad Real, alcancé otro de los apellidos más gloriosos y quijotescos que tienen a bien existir en La Mancha. Me refiero a Campo de Criptana, cuya sierra de los molinos podríamos considerarla como la postal más típica y ejemplar de cuantas existen en la ruta de Don Quijote. Nada menos que diez molinos alcanzan la cumbre tras un correcalles de casas blancas y pasado morisco. ¡Y hubo más de treinta!
Los molinos de viento de Campo de Criptana son bien de interés cultural y la tradición sitúa aquí el lugar exacto donde Don Miguel de Cervantes Saavedra imaginó la famosa escena del capítulo octavo en que Don Quijote confundía a estos artilugios de molienda con malvados gigantes.
– La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
– ¿Qué gigantes? – dijo Sancho Panza.
– Aquellos que allí ves -respondió su amo-, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
– Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
Los primeros domingos de cada visten con sus lonas las aspas de los molinos de Campo de Criptana, haciéndolos funcionar. El inmenso paisaje de llanura del fondo, cuando los días son suficientemente claros, es una fotografía de la lo que Cervantes divisaba en su cabeza cuando escribía (y describía) los avatares de la obra que lo convertiría en inmortal.
Campo de Criptana es uno de los pueblos que conforman la ruta de los molinos de viento de Castilla-La Mancha.
Campo de Criptana, eso sí, va mucho más allá de los molinos de viento. En El Pósito encontraríamos un edificio de interés histórico-artístico del siglo XVI que entonces sirvió para almacenar trigo y que se recuperó para utilizarlo para exponer objetos arqueológicos y cuadros, así como sala de exposiciones temporales. O el encantador «Albaicín criptano», barrio de casas blancas encaladas y el zócalos pintados de añil en los que vivieron los moriscos expulsados tras la toma de Granada en 1492.
Argamasilla de Alba (Ciudad Real)
Camino hacia el sur y 42 kilómetros después de dejar atrás Campo de Criptana llegué al que durante más tiempo se ha atribuido ser «el lugar de La Mancha», Argamasilla de Alba. La ilustre vecina de Tomelloso a la que hace compañía el estrecho caudal del río Guadiana tiene algunas de las claves que permiten que tal aseveración haya arraigado de una manera notable. En este caso hablaríamos de la tradición, de suposiciones sostenidas durante un largo tiempo, la que nos llevaría a pensar en Argamasilla de Alba como un escenario puramente cervantino.
¿Y por qué se le considera a Argamasilla de Alba el lugar de La Mancha del que Cervantes no quiso acordarse en su Quijote? Al parecer en sus cuitas como recaudador de impuestos pasó unos cuantos meses (otros aseguran que, al menos, un par de años) encarcelado en una cueva-prisión de la familia Medrano. Lugar lúgubre y frío que es posible visitar hoy día, y que no me quise perder, en el que Cervantes comenzaría probablemente a escribir la más afamada obra literaria en castellano de cuantas nacieron en nuestro país.
La cueva de Medrano consta de un sótano de dos plantas, la cual visitara Rubén Darío y Azorín a principios del siglo XX para buscar las huellas de Don Quijote de La Mancha. Y que muchos podrían considerar un escenario tan lúgubre como para inspirar una obra maestra. ¡Pero qué mejor sitio del que no querer acordarse que de una prisión!
¿Qué días abre la cueva-prision de Medrano?
+ Durante el invierno la cueva-prisión de Medrano abre de martes a sábado 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 horas, mientras que en verano cierra una hora más tarde. Los domingos y festivos de todo el año el horario de 10:00 a 14:00 horas.
+ El precio de la entrada general es de 2€. Pensionistas, jubilados, minusvalía 33%, familia numerosa y carné joven pagan 1 €. Gratis para menores de 8 años.
Miguel de Cervantes se acuerda de los Académicos de Argamasilla de Alba al final de la primera parte del Quijote con un «Los Académicos de la Argamasilla, lugar de la Mancha, en vida, y muerte del valeroso don Quijote de la Mancha. Hoc scripserunt” . Sus curiosos apodos eran El Monicongo, El Paniaguado, El Caprichoso, El Burlador, El Cachidiablo y El Tiquitoc. ¿Serían sus compañeros de celda? ¿O se estaba burlando de ellos en realidad?
El prólogo de la primera parte del Quijote ofrece más pistas al respecto:
«¿Qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío, sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?»
Lamentablemente no existe (o se perdió) documentación sobre este hecho de Cervantes en la cueva de Medrano. Pero existe una larguísima tradición que, por supuesto, se ocupa de convertir a Argamasilla de Alba en uno de los puntos claves de la ruta de Don Quijote. Localidad del que además de la prisión tiene en el número 1 de la calle Académicos la casa del bachiller Sansón Carrasco, personaje esencial en la segunda parte de El Quijote. Y en la iglesia de San Juan Bautista un cuadro en el que aparece el Marqués Rodrigo de Pacheco quien sería uno de los causantes del encarcelamiento de Cervantes y que curiosamente bajo el ex-voto se encuentra la siguiente frase:
“Apareció nuestra Señora a este caballero estando malo de una enfermedad gravísima desamparado de los médicos víspera de San Mateo año MDCI encomendándose a esta Señora y prometiéndole una lámpara de plata llamándola día y noche de un gran dolor que tenía en el celebro de una gran frialdad que se le cuajó dentro”.
¿Os suena de algo? ¿Se estaría acordando Cervantes de alguien? ¡Sería una buena burla hacerlo!
Camino a Ruidera, el castillo de Peñarroya (Ciudad Real)
En la cueva de Medrano, cuando estaba a punto de salir hacia las Lagunas de Ruidera, una mujer muy amable que atendía a la entrada me recomendó que no me perdiera el castillo de Peñarroya. Es lo bueno de viajar con vehículo propio, que uno puede pararse donde le venga en gana. Así que así hice, y la verdad que me alegró detenerme. El castillo se sitúa exactamente a 12 kilómetros al sur de Argamasilla de Alba camino a Ruidera, en la CM-3115 que lleva hasta las lagunas.
Esta vieja fortaleza de pasado musulmán reutilizado por la Orden de San Juan se yergue sobre un acantilado que vigila la presa del embalse de Peñarroya, siendo un emplazamiento rotundamente fotogénico. El lugar puede ser visitado de manera gratuita. En la Torre del Homenaje se ubican las dependencias de la Cofradía de Nuestra Señora de Peñarroya, mientras que en el lado que mira a la presa hay una entrada a una ermita en barroco-tardío del XVII. Se puede pasear entre adarves y observar la claridad del agua del embalse. Un preludio sugestivo a las fantásticas Lagunas de Ruidera.
Lagunas de Ruidera, emblema de La Mancha húmeda (Ciudad Real/Albacete)
Si la misión de Don Quijote era «desfacer entuertos», la de un viaje a La Mancha debería estar muy unida a la idea de «desfacer tópicos«. Porque son precisamente los tópicos los que muy a menudo llevan a creer que esta región es únicamente una árida llanura. Pero eso es porque aún no han conocido el nacimiento del río Mundo en Albacete, las Tablas de Daimiel o, por supuesto, las Lagunas de Ruidera. Ejemplos de lo que se conoce como «La Mancha húmeda», una manera en la que la naturaleza rompe el paisaje a su antojo para tornarlo verde y acuoso. En el caso de las Lagunas de Ruidera lo hace jugando con el río Guadiana, depósitos subterráneos de agua y barreras tobáceas en las que la piedra y la cal hacen de improvisada barrera de travertino creando un entorno con nada menos que una quincena lagunas cuyos nombres son los siguientes:
Laguna Blanca, Laguna Conceja, Laguna Tomilla, Laguna Tinaja, Laguna de San Pedro, Laguna Redondilla, Laguna Lengua, Laguna Salvadora, Laguna Santos Morcillo, Laguna Batana, Laguna Colgada, Laguna del Rey, Laguna Cueva Morenilla, Laguna Coladilla y Laguna Cenagosa. Todas ellas entre las provincias de Albacete, que tiene la mayor parte, y Ciudad Real. La Colgada sería la única dividida entre ambas. La población principal ciudadrealeña en la zona sería la que da nombre al conjunto, Ruidera, mientras que la albaceteña sería Ossa de Montiel.
Dado que venía de Argamasilla de Alba y del castillo de Peñarroya por la CM-3115 puse base en el pueblo de Ruidera, enfocado por completo a las muchas actividades que se pueden hacer en las lagunas. Aunque mi entrada fue más pantagruélica, ya que mis comienzos en la zona fueron con un delicioso lomo de orza y unas migas por delante en el Mesón de Juan, un clásico del buen yantar manchego (Avenida de Castilla La Mancha, 45, teléfono +34 926 52 80 56). Después acudí a la agencia local ruideraactiva.com (algo más adelante, junto a la gasolinera) y, aunque tuve la ocasión de hacer kayak y snorkeling en agua dulce, iba tan mal de tiempo que lo que escogí fue ir con alguien que me explicara el fenómeno natural de las Lagunas de Ruidera, me acompañara a las más fotogénicas y fuésemos a fotografiar aves, aunque tan sólo viéramos unos pocos aguiluchos y abubillas en Laguna Cenagosa.
Y así hicimos, en un 4×4 y dejando mi coche frente al local de Ruidera Activa. De ese modo descubrí por primera vez los paisajes y formaciones de este excepcional humedal manchego que comprende su avance por medio de cascadas y torrentes que modelan a su antojo el travertino. En verano, la verdad, que tiene que ser una delicia bañarse aquí, aunque es cierto que su elevada popularidad trastocan la paz del lugar durante los fines de semana de verano en que mucha gente se viene a bañar en un entorno tan estupendo como éste.
Pero, ¿tienen alguna relación las Lagunas de Ruidera con El Quijote? La respuesta es afirmativa, ya que en la segunda parte de la obra, concretamente en los capítulos 22 y 23 relacionados con la experiencia del ingenioso hidalgo en la cueva de Montesinos se comenta lo siguiente:
«Pidió don Quijote al diestro licenciado le diese una guía que le encaminase a la cueva de Montesinos, porque tenía gran deseo de entrar en ella y ver a ojos vistas si eran verdaderas las maravillas que de ella se decían por todos aquellos contornos. El licenciado le dijo que le daría a un primo suyo, famoso estudiante y muy aficionado a leer libros de caballerías, el cual con mucha voluntad le pondría a la boca de la mesma cueva y le enseñaría las lagunas de Ruidera, famosas ansimismo en toda la Mancha, y aun en toda España.» (Capítulo 22)
«…y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el sabio Merlín ha muchos años; y aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros. Solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas de Ruidera; las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas, de los caballeros de una orden santísima que llaman de San Juan« (Capítulo 23)
Así que las Lagunas de Ruidera, además de parque natural, un lugar excepcional para bañarse o disfrutar de la naturaleza más traviesa, es parte justificada 100% de la ruta de Don Quijote. Pero el entorno aún tenía más cosas que mostrar, como por ejemplo la famosa cueva de Montesinos.
Cueva de Montesinos, el sueño de Don Quijote (Albacete)
En la búsqueda de escenarios quijotescos en la zona de las Lagunas de Ruidera no hay localización más mencionada que la de la cueva de Montesinos. Sima a la que el propio Don Quijote pide ir y que le bajen con una larga cuerda. Y donde, tras pegarse un buen coscorrón y quedarse dormido durante apenas una hora, el caballero despierta diciendo que han sido tres largas noches las que ha pasado en la cueva. Es entonces cuando narra diversas leyendas de encantamientos del Mago Merlín, que tiene en el lugar hechizado a múltiples personajes (500 personas nada menos). Todos salvo Ruidera junto a sus hijas y sobrinas, que fueron perdonadas por el hechicero convirtiéndolas en lagunas.
La cueva de Montesinos existe y se la conoce por este nombre desde hace siglos. Y con descripción de la misma que ofrece Cervantes en el capítulo 22 no cabe duda de que la conocía bien:
«En estas y otras gustosas pláticas se les pasó aquel día, y a la noche se albergaron en una pequeña aldea, adonde el primo dijo a don Quijote que desde allí a la cueva de Montesinos no había más de dos leguas, y que si llevaba determinado de entrar en ella, era menester proveerse de sogas, para atarse y descolgarse en su profundidad.
Don Quijote dijo que aunque llegase al abismo, había de ver dónde paraba; y, así, compraron casi cien brazas de soga, y otro día a las dos de la tarde llegaron a la cueva, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de cambroneras y cabrahígos, de zarzas y malezas, tan espesas y intricadas, que de todo en todo la ciegan y encubren.»
La aldea a dos leguas a la que se refiere Cervantes tuvo que ser a la fuerza la albaceteña Ossa de Montiel. Y hoy día se puede bajar a esta sima o gruta, aunque no son necesarias ni sogas ni caer en un sueño profundo. Es accesible para todo el mundo y lo más complicado, además de ir con cuidado y no darse un testarazo con el techo de la cueva, es encontrarla en el desvío de la C-30 a 7 kilómetros exactos de la localidad de Ossa.
Es una interesante formación natural con agua subterránea que explica mucho de los porqués de la formación de las Lagunas de Ruidera. Pero, sobre todo, un viaje al sueño fantástico de Don Quijote de La Mancha en la que nos descubre a personajes como Durandarte, Montesinos y otros muchos.
La cueva de Montesinos se puede visitar de manera guiada de martes a domingo entre las 10.00 horas y las 14.00 horas por la mañana y por las tardes de 17.00 horas a 20.00 horas (Teléfonos para visitantes: 627 430719 o 695 239793).
El castillo de Rochafrida (Albacete)
Entre Montesinos y la Venta del Celemín, mi próximo y último destino de una larga jornada de Quijotes, molinos, cuevas y lagunas, aparecía tras tomar un camino nos asfaltado el castillo de Rochafrida. ¡Otro escenario del Quijote! Nacido, al parecer en el siglo XII tras el dominio almohade y gobernado más adelante por la Orden de San Juan tras la batalla de las Navas de Tolosa llegó a formar parte de una línea defensiva entre la castellana Toledo y la Córdoba califal.
Hoy son unas pocas ruinas las que quedan del castillo de Rochafrida, superviviente en una loma rocosa a la que acuden los pastores y se puede subir caminando entre zarzales y arbustos que no necesitan apenas agua para salir adelante. Aunque es su aparición en El Quijote del anónimo Romance de Rochafrida, que narra los amoríos de la princesa Rosaflorida con el conde Montesinos, lo que le hace formar parte de esta ruta por los confines manchegos en busca de las huellas del ingenioso hidalgo. Dicho romance dice así:
En Castilla está un castillo, que se llama Rocafrida;
al castillo llaman Roca, y a la fonte llaman Frida.
El pie tenía de oro y almenas de plata fina;
entre almena y almena está una piedra zafira;
tanto relumbra de noche como el sol a mediodía.
Dentro estaba una doncella que llaman Rosaflorida;
siete condes la demandan, tres duques de Lombardía;
a todos les desdeñaba, tanta es su lozanía.
Enamoróse de Montesinos de oídas, que no de vista.
Una noche estando así, gritos da Rosaflorida;
oyérala un camarero, que en su cámara dormía.
-«¿Qu’es aquesto, mi señora? ¿Qu’es esto, Rosaflorida?
«O tenedes mal de amores, o estáis loca sandía.»
-«Ni yo tengo mal de amores, ni estoy loca sandía,
«mas llevásesme estas cartas a Francia la bien guarnida;
«diéseslas a Montesinos, la cosa que yo más quería;
«dile que me venga a ver para la Pascua Florida ;
«darle he siete castillos los mejores que hay en Castilla;
«y si de mí más quisiere yo mucho más le daría:
«darle he yo este mi cuerpo, el más lindo que hay en Castilla,
«si no es el de mi hermana, que de fuego sea ardida.»
Ermita de San Pedro de Verona y la Venta del Celemín (Albacete)
Sobre una antigua ermita visigoda fue construida la actual, ya que la anterior había sido destruida en la Guerra Civil. Pero este pequeño rincón de culto que guarda la imagen de San Pedro de Verona, a quien los vecinos de Ossa de Montiel le hacen dos romerías al año (una el domingo de resurrección cuando es llevado al pueblo por los quintos y otra el 29 de abril cuando las mujeres lo portan a hombros para devolverlo a la ermita).
Se han encontrado sillares con escritura árabe en los alrededores, aunque el más importante desapareció hace algún tiempo en un espacio que debería contar con una mayor protección. Aunque nuevamente es la segunda parte del Quijote, en la continuación de las andanzas de Alonso Quijano tras los dos capítulos de la cueva de Montesinos, cuando nuestra razón aquí vuelve a tener sentido. Y es que el capítulo 24 dice lo siguiente:
«No lejos de aquí —respondió el primo— está una ermita, donde hace su habitación un ermitaño que dicen ha sido soldado y está en opinión de ser un buen cristiano, y muy discreto, y caritativo además. Junto con la ermita tiene una pequeña casa, que él ha labrado a su costa; pero, con todo, aunque chica, es capaz de recibir huéspedes.»
¡Existe la ermita! ¡Y existe una casa antigua justo al otro lado! Menudo tino… Pero, ¿seguiría siendo capaz de recibir huéspedes esta casa frente a la ermita? La respuesta sólo podía ser afirmativa. Tras unos muros de blanco y añil se extiende la hoy conocida como Venta del Celemín, convertida en uno de los hospedajes rurales con mayor encanto de cuantos encontré en mi viaje por La Mancha. Sin duda una morada repleta de detalles donde pude dormir leyendo El Quijote acompañado por el único ruido de mochuelos, lechuzas y otras aves nocturnas que hacen del bosquecillo de alrededor de un inmaculado paraje natural.
No todos los días se puede dormir donde bien pudiera haberlo hecho Don Quijote y Sancho, por supuesto, en la imaginación de Miguel de Cervantes, quien abarca en Ruidera, la cueva de Montesinos, Ossa de Montiel y vieja casa del ermitaño un entramado de localizaciones mencionadas en la novela.
La Venta del Celemín, el descanso del caballero
Cinco habitaciones (una de ellas es un apartamento con cocina propia) forman parte de un remanso de paz que abraza la arquitectura tradicional manchega con una decoración tan adrede que da la sensación de que en vez de pasar las noches en este alojamiento se pasan las páginas de un montón de historias. En la Venta del Celemín, además del buen tino, se encuentra un poco de los encantamientos de Merlín en la ya mencionada cueva de Montesinos, con torreones vigilantes, una hoguera siempre lista en las frías noches de invierno y conversaciones aptas para Quijotes de la vida.
+ Más información para pernoctar al abrigo de las vigas de madera de sabina, incorruptibles por mucho tiempo que pase, en www.ventadelcelemin.com.
Tras pasar la noche en la Venta del Celemín aún quedaban dos jornadas más de un viaje que me estaba sumergiendo de pleno no sólo en El Quijote sino en un sinfín de lugares de La Mancha que mucho tiempo atrás habría visto con sus propios ojos ese genio llamado Miguel de Cervantes.
Pero aún quedan muchos rincones de los que hablar. ¿Me acompañáis por la segunda parte de esta ruta de Don Quijote en coche? Prometo que no os arrepentiréis.
CONTINÚA EN LA SEGUNDA PARTE…
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
4 Respuestas a “Guía de una ruta en coche por La Mancha en busca de Don Quijote (Parte primera)”
Enhorabuena por este reportaje tan extenso y por la cantidad de fotografía de calidad que habéis incluido. Estamos buscando rutas para proponer viajes en autocar y este artículo me ha sido de gran ayuda. Gracias por el aporte!
[…] En coche por la Ruta del Quijote […]
[…] y nada menos, de una continuación inmediata a las dos primeras jornadas de viaje explicadas en la guía de una ruta en coche por La Mancha en busca de Don Quijote que pudisteis leer hace algunos … en este cuaderno de bitácora. Un viaje que dejamos en plenos dulces sueños en la Venta del […]
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