Charleroi Connection (3 viajes al Benelux desde el Aeropuerto de Charleroi)

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Charleroi connection

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Charleroi es una ciudad de la región belga de Valonia ubicada a tan sólo 46 kilómetros al sur de Bruselas. Por habitantes (205.000) ocupa el cuarto lugar sólo por detrás de la propia Bruselas y de las flamencas Gante y Amberes. Antiguamente era un pequeño pueblo llamado Charnoy, pero a finales del Siglo XVII, cuando pertenecía a los españoles, se construyó una fortaleza a la que se le puso el nombre de Charleroy, en honor a Carlos II, último Rey de la Dinastía de los Austrias, y por extensión pasó a ser conocido de esa manera.

Su actividad, eminentemente relacionada con la metalurgia, hace que esta ciudad tenga un carácter demasiado industrial. Si a eso le sumamos un casco histórico discreto, escasos atractivos turísticos y una oferta de ocio que se encuentra bajo mínimos, se podría decir sin tapujos que Charleroi no es un lugar demasiado interesante para visitar. Pero cuenta con un factor muy importante a su favor, que le confiere rango de un destino importante de cara a los viajeros de corto o largo recorrido, de fin de semana o de tiempo indefinido, que quieran moverse por el Benelux e incluso más allá de este área. Es un factor llamado Aeropuerto Bruselas Sur Charleroi, también conocido como Aeropuerto de Gosselies.

La particularidad de este pequeño Aeropuerto es que se ha convertido en el acogedor hogar de las Low Cost. Aerolíneas de bajo coste como Ryanair, Wizzair, Jet4you y otras más pequeñas han establecido aquí sus bases, provocando que Charleroi esté perfectamente comunicado con numerosas ciudades europeas. En España la compañía Ryanair tiene vuelos directos a Charleroi desde Madrid, Alicante, Valencia, Reus, Gerona, Zaragoza, Málaga o Valladolid.

Eso significa que seleccionando fechas con antelación es posible adquirir billetes de ida y vuelta por precios bajísimos, en ocasiones ridículos. Y eso es lo que hice yo, nada menos que en tres ocasiones en apenas tres meses, compré vuelos a Charleroi para cortas estancias de fin de semana por apenas 35 euros (i/v) cada uno, impuestos incluidos. Fue entonces cuando me puse a indagar y a preguntarme qué opciones tenía para moverme desde Charleroi. Las respuestas me llevaron a planificar tres rutas muy diferentes para cada uno de los períodos que tenía seleccionados. En dos utilizaría coche de alquiler y en una el ferrocarril. Charleroi, al estar relativamente cerca de una importante capital europea como Bruselas, cuenta con unas comunicaciones terrestres sensacionales que te permiten desplazarte con rapidez a interesantísimos destinos aptos para cortas estancias.

Como son miles de pasajeros tanto de España como de otros lugares de Europa y del mundo que semana tras semana aterrizan en el Aeropuerto de Charleroi, voy a compartir mi experiencia con vosotros y vosotras hablando de las tres rutas de viernes a domingo que llevé a cabo en tres meses distintos. Con ellas espero sugerir nuevas ideas a los indecisos, plasmar lugares más o menos célebres, solucionar alguna duda respecto al transporte, y sobre todo animar a los viajeros a que agarren sus mochilas y se embarquen en un fin de semana diferente, fuera de la rutina y menos caro de lo que uno se puedan imaginar. Apenas a un par de horas de casa es posible salir de trabajar o de la universidad un viernes, y cenar o tomarse unas copas quien sabe si en Bruselas, en Ámsterdam, en Brujas o incluso en Luxemburgo.

Utilicé tres rutas o posibilidades de viaje desde Charleroi. Eran muchas más las opciones, pero por unas razones u otras me decanté por las siguientes:

* 15-17 de agosto de 2008: Gran Ducado de Luxemburgo y ciudades valonas.

* 5-7 de septiembre de 2008: Gante y Brujas (Bélgica)

* 14-16 de noviembre de 2008: Ámsterdam (Países Bajos) y unas horas en el centro de Bruselas (Bélgica)

Pónganse el cinturón de seguridad y no se olviden de apagar sus teléfonos móviles, que nos disponemos a tomar pista para despegar inmediatamente destino Charleroi. Les deseamos que pasen un viaje lo más agradable posible.


15-17 DE AGOSTO: LUXEMBURGO Y CIUDADES VALONAS

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2008 en mi calendario particular estaba marcado no sólo como el que viajé a Japón, a las 2 Coreas o a Estados Unidos, sino también por estar cargado de viajes a países diminutos del continente europeo. Habiendo estado en Mónaco años atrás, me había propuesto visitar Andorra, Luxemburgo, Liechtenstein y San Marino. Con Andorra finiquitado en semana santa, contaba con tres días en agosto (15, 16 y 17) para hacer lo propio con el Gran Ducado de Luxemburgo. Al principio no sabía exactamente cómo desplazarme porque los vuelos directos a su capital con Luxair eran demasiado excesivos. Pero ahí apareció el factor Charleroi y llegué a la cuenta de que podía viajar desde allí en poco más de dos horas tanto en tren como en coche. El tren únicamente podía llevarme a Luxemburgo ciudad, por lo que lo descarté rápidamente. Moverse en coche podía ser perfecto ya que estaba seguro de que tenía que haber pueblos y ciudades pequeñas muy interesantes, además de desconocidas para la mayor parte del público viajero entre los que me incluyo. Con el reto en mi mente logré adquirir dos billetes de ida y vuelta con Ryanair por apenas 35 euros cada uno. Para este viaje me hacía muchísima ilusión que me acompañara mi madre, con quien ya había compartido otras aventuras en Egipto, Roma o París. Llevábamos bastante tiempo sin irnos juntos en verano y este era el momento ideal para hacer un recorrido bastante sencillo por lugares que estaba convencido le iban a encantar.

De Luxemburgo tenía muy poca información recopilada. Tanto en las guías como en internet apenas había dedicadas algunas líneas respecto al casco histórico de la capital y poco más. Necesitaba tener más datos respecto a pueblos o villas de interés turístico del país, ya que al contar con coche podíamos profundizar lo que hiciera falta. Finalmente en la página oficial de turismo del Gran Ducado de Luxemburgo (www.visitluxembourg.lu) obtuve lo que buscaba, ya que solicité un envío gratuito de documentación, así como un mapa de carreteras. Casualmente dichos folletos, que serían de gran utilidad, me llegaron a casa la tarde antes de tomar el avión, lo que fue en apenas unas horas cuando me puse a pintorrojear mapas, a calcular distancias y a seleccionar los destinos más interesantes. Un día para la llegada y la capital, otro para ir a pueblecitos luxemburgueses, y el último para que de regreso a Charleroi, nos diera tiempo a visitar un par de ciudades de la región valona de Bélgica, Namur y Dinant, de las cuales tenía buenísimas referencias.

Alquilé por internet en Hertz por apenas 110 euros un vehículo para los tres días. Y el alojamiento en Luxemburgo, donde dormiríamos la noche del viernes y el sábado, lo resolví con una superoferta de las que se encuentran muy pocas veces. 25 euros por persona y día nada menos que un Hotel Hilton de 4 estrellas ubicado en una colina a cinco minutos en coche del centro. Celebraban un aniversario y esa semana promocionaron varias de sus habitaciones a unos precios nada en consonancia con lo caro que es aquel país. Así que con coche, mapa y lugar donde pasar la noche…ya estaba todo. Sólo faltaba tomar el avión y marcharnos.

VIERNES 15 DE AGOSTO: LUXEMBURGO Y SUS CASAMATAS

Pusimos en marcha el coche alquilado apenas unos minutos después de las ocho y media de la mañana. El tempranero vuelo Madrid-Charleroi había sido puntual como un reloj, y como no habíamos facturado equipaje para ahorrar costes y tiempo, estábamos listos para poner el pie sobre el acelerador. Para ir del Aeropuerto de Charleroi a la ciudad de Luxemburgo tan sólo hay que seguir las claras indicaciones anunciadas en los carteles de la autopista. El itinerario a seguir es bastante sencillo: E54/A54 dirección Bruselas, Liége, Mons–> Liége, Mons–> Liége, Namur; E42/A15 dirección Bruselas, Luxemburgo, Namur–> Luxemburgo, Namur; y finalmente A4 dirección Luxemburgo durante 139 kilómetros. En resumen 195 kilómetros recorridos en aproximadamente un par de horas de aceptabilísimas autopistas.

Levanté mi puño en el momento exacto en que cruzamos la frontera, y es que el Gran Ducado de Luxemburgo pasaba a ser el país número 45 desde que comencé a viajar. Y si todo iba bien iba a cerrar el año con 47, ya que San Marino y Liechtenstein estaban también en la agenda de un más que fructífero 2008.

Nuestro Hotel resultó ser un hotelazo a precio de albergue. Vaya potra encontrar una promoción así que dejara a 25€ persona/noche una habitación en un Hilton con vistas a un bosque realmente tupido. Esta vez mi madre no podía quejarse ni de alojamiento ni de ratonear con el presupuesto. Aunque, la verdad, poco uso hicimos de aquel Hilton porque apenas entramos dejamos las mochilas en el suelo y regresamos al coche para poder pasar un día grande en una de las capitales más pequeñas de Europa, ya que la ciudad de Luxemburgo cuenta con poco más de 100000 habitantes. Aunque eso sí, según las estadísticas son los más ricos de la Unión Europea con una media salarial que supera los 3000 euros mensuales. Con esos datos me he planteado la Nacionalización como luxemburgués para que no se diga que no estoy con los más desfavorecidos.

Luxemburgo ciudad puede visitarse casi por completo en una sola jornada, aunque de seguro las piernas pueden resentirse por la infinidad de cuestas que tienen los valles de sus dos ríos, el Petrusse y el Alzette. La orografía luxemburguesa se caracteriza por ser irregular, de muchos altibajos. No obstante su origen procede de un castillo construido en un altozano que aprovechó la existencia de las hoces de dos ríos para ser considerado como uno de los fortines más inexpugnables de Europa. Luxemburgo se forzó a golpe de guerras con todas las naciones que le rodeaban, además de la alejada España, que en tiempos de los Austrias era la que partía el bacalao.

El casco histórico es la parte más elevada y uniforme. Cuenta con las sedes institucionales más importantes del país, así como bancos (uno a casa paso), museos o restaurantes. Se podría decir que es la zona donde la ciudad tiene más vida, donde la gente acude de paseo, de compras o incluso donde los turistas comienzan sus itinerarios. Éste, que es el centro más puro de Luxemburgo, está dividido en cuatro ejes, muy cercanos los unos de los otros:

* Palacio Ducal–> La Residencia Oficial de los Duques de Luxemburgo desde 1890 fue la sede del Ayuntamiento siglos atrás (1575-1795). De un Renacimiento un tanto atípico este Palacio del Siglo XVI tan sólo se puede visitar los meses de julio y agosto, bajo reserva previa en la Oficina de Turismo. A su lado se encuentra la diminuta Cámara de los Diputados.

* Plaza de Guillermo II–> Unos metros al oeste del Palacio Ducal se encuentra esta enorme y variopinta Plaza reconocible por una estatua ecuestre del Duque Guillermo II, que le da nombre. El Ayuntamiento de la ciudad tiene aquí su sede, en un bonito edificio que tiempo atrás fue un convento franciscano. Normalmente aquí se celebran mercadillos al aire libre, tanto en verano como en invierno y es posible tomarse una cerveza y unas salchichas por unos pocos euros. Al final de la misma se encuentra la Oficina de Turismo, que dispone de valiosa y útil información, así como mapas, tanto de Luxemburgo Ciudad como de la totalidad del Ducado. Aquí se reservan las visitas guiadas al Palacio de los duques durante los meses de julio y agosto.

* Place d´Armes–> Al oeste de la Plaza del Ayuntamiento o de Guillermo II es el corazón del centro de Luxemburgo. Pequeña, cuadriculada y muy florida, es el lugar de la ciudad con más densidad de restaurantes y brasseries. En los meses de verano los conciertos espontáneos de música clásica atraen a mucha gente. Las terrazas se llenan a rebosar.

* Catedral de Notre Dame–> Este templo católico de estilo gótico tardío y elementos renacentistas se distingue por su torre de tejado puntiagudo visible desde numerosos puntos de la ciudad. Alberga en la planta inferior la Cripta donde descansan los restos de la familia ducal, tras las rejas fervientemente vigiladas por sendos leones de piedra.

Desde la puerta trasera de la Catedral nos dirigimos a la coqueta Place de Clairefontaine donde una estatua de la Duquesa Carlota de Luxemburgo se eleva en absoluto silencio. Callejeando llegamos al Chemin de la Corniche, conocido con el sobrenombre para nada azaroso de «El balcón más bello de Europa». Las vistas son simplemente magníficas. Desde este camino que bordea la colina se aprecia a la perfección el distrito del Grund en la parte baja, que se asemeja a una maqueta o una colección de casas de cuento.

Justo al final del «chemin», y perfectamente señalizadas, se encuentran las famosas Casamatas del Bock, que junto a las del Petrusse (2€ entrada), forman una de las mejores obras de la arquitectura militar existentes en Europa. Ya había mencionado que Luxemburgo era una fortaleza, y así estaba concebida desde su origen. Pero en el Siglo XVI los españoles excavaron la roca de las montañas además del suelo para construir un conglomerado de galerías subterráneas para utilizar en caso de guerra o asedio. Se puede decir que Luxemburgo está hueca por dentro porque son muchos los kilómetros de grutas en las que cabían miles de personas. No son las ciudades subterráneas de la Capadocia pero mucho no le faltan. Las casamatas son el motivo más evidente por el que la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad a la ciudad antigua de Luxemburgo. Algunos dicen de esta ciudad que es la Gibraltar del Norte.

Humildemente opino que el barrio más delicioso de Luxemburgo lo constituye el ya mencionado Grund, en la parte baja de la ciudad y bañado por las tranquilas aguas del Río Alzette.

Monumentalmente, además de alguna de las torres pertenecientes a la vieja fortificación, no posee más que la Abadía Neumunster de muros amarillos y torreta apuntando al cielo. Pero eso apenas importa cuando se pasea por sus tranquilas calles o por la ribera del Alzette donde se reflejan con claridad preciosas casitas con entramados de madera y florecientes macetas en todas y cada una de las ventanas.

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Comimos a la hora en la que los luxemburgueses practicamente se preparaban para la cena. Se nos había hecho tarde y muchos de los restaurantes estaban cerrados, exceptuando los de la Place d´Armes donde las Brasseries funcionaban a pleno rendimiento.

Para después no nos comprometimos mucho más. Simplemente paseamos sin rumbo fijo por los largos puentes que unen tierra llana con la fortaleza y nos dejamos perder por los pulcros callejones de una ciudad coqueta y hermosa como es Luxemburgo. Llevábamos en pie desde las cuatro de la madrugada y el destrozo había sido considerable. Lo estábamos pasando en grande y eso que lo mejor del viaje estaba aún por llegar.

SÁBADO 16 DE AGOSTO: EN RUTA POR VILLAS Y CASTILLOS DE LUXEMBURGO

Si la ciudad nos había gustado mucho, más nos iba a gustar la excursión en coche que nos habíamos preparado para el sábado. Y es que además de la capital, que es a lo que va el 99% de los viajeros que pasan por Luxemburgo, normalmente en tren, hay bastantes cosas que bien valen la pena. Es el sinfín de hermosos pueblitos, muchos de ellos con castillos medievales, y los paisajes campestres y boscosos que ocupan el largo y ancho del Gran Ducado. Las distancias son cortas en unas carreteras más que aceptables y con una señalización ejemplar.

El itinerario que seguimos fue el siguiente:

Luxemburgo-Larochette-Echternach-Vianden-Clervaux-Esch sur Sûre-Bourscheid-Luxemburgo

* Larochette–> Pueblo de apenas 1500 habitantes en el que nos detuvimos camino a Echternach. Un viejo castillo (S. XII) se impone desde lo alto de una colina. Esta localidad forma parte de lo que se conoce como «la pequeña Suiza» por sus frondosos y verdes bosques. Larochette para lo pequeño que es dispone de bastante oferta de alojamiento para todos los bolsillos, incluido camping y un albergue de juventud.

* Echternach–> Sin contar a la capital ésta la ciudad mejor provista de atractivos y servicios turísticos, y una de las más interesantes del Gran Ducado de Luxemburgo a pesar de tener poco más de 5000 habitantes. Es la segunda urbe con más afluencia de visitantes provenientes en su mayor parte de Alemania, país que se encuentra al otro lado del Río Sûre (o Sauer en alemán).

Esta población de carácter germánico creció en torno a la Abadía que fundó en el año 698 San Willibrord, un monje inglés que cristianizó la zona y terminó siendo Primer Obispo de Utrecht. No cabe duda que dejó huella en esta pequeña ciudad porque hoy día cada martes de Pentecostés se celebran las famosas Procesiones Danzantes en las que miles de personas tanto de Luxemburgo como de otros países peregrinan al sepulcro del Santo dando saltos y bailando, llenando de color y fiesta a toda Echternach.

La considerada como capital de la Pequeña Suiza luxemburguesa es tan acogedora como optimista. Sus calles empedradas y Plazas de estilo medieval se conservan perfectamente a pesar de sufrir los daños colaterales de la II Guerra Mundial (No hay que olvidar que Alemania está apenas a unos metros). Además de la Basílica y la Abadía de San Willibrord, el corazón más genuino e interesante de Echternach es la Plaza del Mercado (Place du Marché), con colores pastel en las fachadas de los edificios, repleta de flores y tan llena de alegría como de quietud y calma. En la misma destaca el Hôtel de Ville (Ayuntamiento), un hermoso ejemplo del estilo Gótico en la Arquitectura civil. El edificio destaca por sus arcadas y las estatuas de La Virgen María, el Rey Salomón, la Fortaleza, la Templanza, la Prudencia y la Justicia.

Pero como ya he comentado antes, Echternach prosperó a partir de la Abadía fundada por San Willibrord en el siglo VII. Sufrió, al igual que la Basílica, ostentosos desperfectos durante la guerra, pero ambas fueron restauradas lo mejor posible. No obstante son los edificios religiosos de más renombre en el país. La abadía posee un interesantísimo museo donde se exponen libros miniados de la Edad Media, la mayoría de ellos facsímiles de los originales que se han resguardado en museos.

Echternach es un pequeño rincón de Luxemburgo que funde el medievo con la elegancia y el buen gusto. Su calma y su pureza le hacen ser un destino imprescindible para aquellos que quieran conocer de verdad el Gran Ducado. La oferta de alojamiento y buena gastronomía es suficiente para que al menos, merezca la pena pasarse por allí.

Abandonamos la ciudad siguiendo el curso norte del Río Sûre (Sauer) donde cruzando pequeños puentes de apenas 20 metros nos adentramos en Alemania en varias ocasiones. Siempre me han llamado la atención esas fronteras de mantequilla en las que puedes poner un pié en un país distinto al que estás. Durante un buen rato de carretera y agradables paisajes fue constante la mezcla germánica-luxemburguesa. Y sin un solo guardia vigilando o pidiendo visados o pasaportes como debió hacerse décadas atrás. Qué contraste con tantos países del mundo donde las fronteras no son más que alambres, espinos y militares armados hasta los dientes.

* Vianden–> Espectacular. Si hace falta le pongo las mayúsculas: ESPECTACULAR. De lo que tuve ocasión de ver en el Gran Ducado de Luxemburgo, Vianden fue sin duda alguna lo mejor. Es el ejemplo más considerable de lo poco que se conoce de este país. Porque si el pueblo de Vianden se vendiera como otros lugares de Europa, no cabría un alfiler. Esta población de apenas 2000 habitantes ubicada en el valle del Our, se encuentra escondida entre tupidas montañas, pasando inadvertida para muchos que jamás habíamos oido hablar de ella. Hasta ahora.

Porque es un pueblo medieval de los de antes, de casas pintadas y de escudos blasonados, de viejas tabernas con recias mesas de madera, y donde asoma un imponente castillo que da sombra desde su loma desde hace más de mil años. Propiedad durante siglos de la familia Orange-Nassau, la Dinastía Monárquica holandesa, hasta que hace unas pocas décadas lo transfirieron de forma definitiva a los Duques de Luxemburgo, este castillo que conserva perfectamente su muralla exterior, alza sus torreones circulares, como aquellos de los cuentos y leyendas de caballeros y princesas. Porque eso es Vianden, un viaje a la Alta Edad Media, una vuelta atrás a los tiempos de los espadachines y armaduras de acero, un regreso triunfal a caballo atravesando un Puente levadizo.

El pueblo consta de tres ejes que son: el castillo en lo más alto, una empinadísima Calle principal (Grand Rue) a los pies de la loma, y por tanto, de la fortificación medieval, y por último el Río Our, donde se reflejan a ambos lados preciosas casas y nadan los cisnes. El primero puede visitarse por 5,50€ (descuentos a estudiantes, pensionistas, niños y grupos) y doy fe que vale la pena hacerlo. Hay grandes salones abovedados y cuartos perfectamente decorados como antaño, sin que nos olvidemos de las fascinantes vistas que nos regalan sus ventanales y terrazas.

La Grand Rue, más agradecida de bajada que de subida, es la arteria principal del pueblo, donde se ubican los museos, varias iglesias antiguas, el Ayuntamiento, un gran número de restaurantes, y las viejas posadas engalanadas con estandartes y escudos del período más esplendoroso de Vianden.

Asomados al río, precisamente, fue donde almorzamos, muy próximos a la casa donde Victor Hugo pasó largas temporadas en las que sin duda dejó su huella, la de uno de los maestros más importantes de la literatura francesa del XIX.

Únicamente le pongo un pero, que sólo hay aparcamientos de pago y apenas hay sitio para hacerlo. Aunque esto en realidad es una nimiedad. De verdad, Vianden es un lugar mágico. No me cansaré nunca de decirlo.

* Clervaux–> Clervaux, al norte de Luxemburgo, en la región de las Ardenas, es una hermosa población también gobernada por un castillo, pero que durante la II Guerra Mundial no gozó de demasiada fortuna tras ser arrasada literalmente por las tropas de Hitler. Aún se conserva un tanque norteamericano a la entrada del castillo, además de estatuas de agradecimiento a los aliados, en varios puntos del pueblo. Pero la elegancia, la calma y la pulcritud representativas del Gran Ducado, también son más que palpables en este lugar.

Lo más visitado es su castillo, totalmente pintado de blanco, al cual se le ha dado un uso más que variado. Tiene la Oficina de turismo, dependencias del ayuntamiento y nada menos que tres museos, unos más interesantes que otros. El que más, sin duda, es el que alberga la colección de fotografías titulada «The family of man» (La familia del Hombre), que fue reunida en 1951 en el MoMA de Nueva York por Edward Steichen. Este fotógrafo, de origen luxemburgués, recopiló y expuso en torno a 500 instantáneas realizadas por fotógrafos de 68 países, organizándolas en grupos temáticos (religión, amor, niñez, trabajo, etc..) relacionados con la pluralidad del ser humano. Fue un éxito sin precedentes que atrajo a varios millones de visitantes de todo el mundo. El Gobierno norteamericano donó esta colección a Luxemburgo, y desde primeros de los noventa se encuentra instalada de forma permanente en este museo recomendabilísimo a los amantes de la Fotografía. La Unesco dijo de ella que es «la mejor exposición fotográfica de todos los tiempos». El precio de entrada es 4,50€ (3€ a estudiantes, pensionistas y grupos de más de 12 personas).

Los otros dos museos son de «Maquetas de Castillos luxemburgueses» (2,50€) y de «la Batalla de las Ardenas» (2,50€). Existe la posibilidad de adquirir una Entrada Única para poder ver los tres por 7€ (niños y estudiantes pagan la mitad).

* Esch-sur-Sûre –> Pequeña aldea con ruinas medievales en una colina rodeada por el río Sûre (Sauer), que a escasos kilómetros se convierte en un enorme pantano. Tanto mi madre como yo retornamos a la niñez por unos minutos balanceándonos en unos columpios de los que nos hicimos dueños. Hacía una tarde preciosa, la temperatura era ideal y el entorno en el que estábamos acompañaba realmente a sentirnos fenomenal.

* Bourscheid–> No queríamos terminar la excursión en coche por Luxemburgo sin ver, al menos por fuera (ya que eran más de las seis de la tarde y no había nada abierto), el que puede considerarse junto al de Vianden, el castillo más hermoso del país. Cuando llegamos estaban preparando una fiesta privada en su interior porque no hacían más que llegar coches de alta gama de donde bajaban parejas adultas con trajes de gala. Nos quedamos, por tanto, con las ganas de visitarlo por dentro, pero valió la pena intentarlo.

Llegamos al hotel prácticamente de noche, tan destrozados, que no nos molestamos ni en cenar.

DOMINGO 17 DE AGOSTO: DINANT Y NAMUR, DOS PERLAS VALONAS

El último día de viaje aprovechamos el regreso a Charleroi para detenernos en dos hermosísimas ciudades de la Región de Valonia, la parte francófona de Bélgica. En un país donde todos los honores se los lleva el área flamenca, los pueblos y ciudades valonas siempre han estado en un segundo plano, de desconocimiento casi total. Por lo que aprovechando que teníamos un día para cruzarlo me empapé de información en guías e internet y descubrí dos rincones que me alegraría de poder conocer en aquel viaje. DINANT y NAMUR.

Dinant y Namur, Namur y Dinant, ambas ubicadas en la provincia de Namur, son probablemente las ciudades más atractivas de Valonia. Muy cerca una de la otra y ambas de camino a Charleroi. ¡Perfecto!

* Dinant–> Pequeña y pintoresca ciudad bañada por el Río Mosa que vio nacer a Adolphe Sax, el inventor del Saxofón (ya sabéis entonces por qué este instrumento se llama así). De frente el río y justo detrás un pronunciado acantilado que sirve de pared y que provocó que la ciudad creciera a lo largo más que a lo ancho. Esa es su característica más importante, estar empotrada entre un promontorio y un río, constituyéndo un ejemplo de ciudad-ribera.

Entre sus atractivos destaca la Colegiata de Nuestra Señora, distinguible por su cúpula en forma de cebolla, similar a la de numerosas iglesias ortodoxas de Rusia. Construida en el Siglo X bajo la influencia románica, tuvo dos siglos después un severo desprendimiento del acantilado que le da la espalda y se tuvo que rehacer de nuevo, sobre todo la torre de la cúpula. Ésta es el icono más notable de la preciosa silueta de Dinant.

Y es que Dinant vive a la sombra de un estruendoso acantilado de cien metros de altura, del que se aprovechó hace siglos para construir una ciudadela militar con el que fortificar a una ciudad enriquecida por el comercio que se desarrollaba en el Mosa. La ciudadela es accesible, bien por escaleras (408 escalones) o bien por un funicular. Luego allí arriba la visita a las mazmorras y demás dependencias de la fortificación es guiada. No voy a engañar a nadie, es un absoluto tostón. Mi madre y yo nos escapamos en cuanto pudimos de aquella charla tan intrascendente.

Las vistas del Mosa y de una Dinant de los pin y pon son la razón más evidente para no dejar de subir hasta allí. Lo demás, para mi gusto, carece de interés.

La ciudad estaba nublada, oscura y desapacible, impropia de mediados de agosto. Pero estábamos en Bélgica, y hay que saber que allí los días soleados son como los animales en vía de extinción, que se dejan ver raras veces.

* Namur–> Da nombre a la provincia y no sólo eso, es la capital de Valonia. Es una ciudad de más de 100000 habitantes que cuenta con Universidad, y por tanto, Erasmus dándole un poco de alegría a esos días tan grises, tan belgas. Bañada por dos ríos, el Sambre y el Mosa (navegable en barcos de/a Dinant), Namur tiene dos centros históricos de distinta índole. En la orilla norte del Sambre (el más estrecho) el casco viejo repleto de callejuelas con encanto, bonitas plazas e Iglesias de gran valor, y numerosos restaurantes de todos los estilos. En la sur, separada apenas por un puente, se encuentra la ciudadela, fortificación militar de inmenso tamaño (8 hectáreas) perfeccionada por los españoles durante los siglos XVI y XVII.

La elegancia de la ciudad vieja se aprecia nada más cruzar el puente por Rue du Pont y llegar a la Place d´Armes, otrora Gran Place donde se ejecutaba públicamente a los reos. Su edificio más hermoso es el de la Bolsa de Namur, a pesar de no contar ni con 80 años de edad.

Detrás de la Bolsa cruzando un arco se encuentra la Torre circular de Namur (Tour Saint-Jacques), conservada como un resto de la extinta muralla medieval de la ciudad, a pesar de que su origen estuvo en la Colegiata Saint Pierre au Chateau, en la ciudadela al otro lado del río. Pero fue transferida después de un incendio y desde entonces fue conocida como la torre del campanario puesto que su función era marcar las horas de apertura y cierre de las murallas. En 1999 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Namur cuenta con varios templos cristianos muy hermosos, pero si tuviéramos que elegir, sería la Catedral de St Aubin la que merecería toda la atención. No es baladí que sea considerado como el edificio religioso más hermoso de Valonia, y es que parece que se hubiera trasladado espontáneamente hasta aquí un pedacito de Roma. Precisamente fue un italiano, Gaetano Matteo Pisoni, quien a mediados del XVIII diseñara los planos de esta nueva Catedral para sustituir a la iglesia medieval que allí había. Con estilo barroco tardío y elementos propios del Renacimiento italiano, se levantó este inmenso complejo poseedor de una cúpula maravillosa. Y por cierto, que en esta hermosa Catedral reposa el corazón de Juan de Austria, hijo del Emperador Carlos V y hermano de Felipe II, los más conocidos monarcas españoles.

Y hay que apuntar otro lugar tan destacado como acogedor, la Place Marché aux Légumes (Plaza del Mercado de Verduras), muy pequeña y coqueta ella, pero con una gran personalidad. No obstante está copada por numerosos Restaurants y Brasseries, al igual que de las estrechas callejuelas que van a parar a ella.

Respecto a la Ciudadela, sobra decir que caminar por sus senderos amurallados debe ser un highlight en la visita. Sus muchas galerías, murallas y torretas de vigilancia pensadas para una función eminentemente militar, se esparcen en un tranquilo parque desde el que las vistas de la ciudad son sobrecogedoras. Originariamente fue el emplazamiento de un castillo merovingio, pero fue más adelante cuando formando parte de los Países Bajos españoles, se diseñó la estructura actual. Sus dimensiones son mucho mayores que la ciudadela de Dinant, y los restos conservados de mayor valor arquitectónico.


5-7 DE SEPTIEMBRE: BRUJAS Y GANTE

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Llegó un weekend viajero más, y en esta ocasión repetí ciudades en las que ya había estado 7 años atrás en mi primer interrail. Rebeca, Laura y David se embarcaron conmigo en este viaje al corazón flamenco de Bélgica para recorrer tanto Brujas como Gante que, si estaban en mi terna de «lugares preferidos de Europa», ahora mismo lo están más. Durante aquel fin de semana «flamenco» vivimos de lleno los canales de Brujas que recorrimos en barca, de sus casitas de cuento, de sus plazas medievales, de sus molinos de viento de madera o de la espectacular panorámica gótica de la Gante que vio nacer al Emperador Carlos V.

Un vuelo barato a Charleroi, un coche de alquiler entre los cuatro, y un hotel en Brujas económico y bien céntrico para dos noches (Hotel Cordoeanier) eran más que suficientes para empezar. Lo demás venía solo.

VIERNES 5 DE SEPTIEMBRE: NOCHE DE BRUJAS

Salir del trabajo a la hora de comer y merendar en Bélgica no tiene precio. Porque apenas eran las seis y media de la tarde cuando ya estábamos montados en nuestro coche de alquiler ojeando mapas para tomar de forma correcta la autopista a Brujas. Se puede ir sin necesidad de automóvil tanto en bus directo como en tren, previo paso por la Estación Bruxelles Midi, pero era una opción menos económica teniendo en cuenta que éramos cuatro para repartir gastos (menos de 30€ cada uno).

En el trayecto de dos horas dio tiempo a que lloviera todo lo que quiso pero como por arte de magia el cielo fue clemente con nosotros a nuestra llegada. Como habíamos contratado el hotel en el mismo centro (apenas a 100 metros de la Plaza Markt) y las opciones de aparcamiento gratuito allí son nulas, tuvimos que dejar el coche en un parking cercano hasta la mañana del domingo. Soltamos las mochilas en las habitaciones del hotel que, por cierto, tenía unos baños tan pequeños que te podías sentar en la taza del váter y apoyar los pies en la cama.

Salimos a dar un paseo nocturno por las calles semidesiertas de la ciudad. La noche en Brujas es especial. Sus callejuelas, monumentos y canales tienen una iluminación suave, sugerente y perfecta para hacer fotos. Un viejo puente eclipsado por el reflejo del agua, una casa que parece sumergirse bajo el canal, el silencio importunado por unos pasos sobre el centenario empedrado, una barquita meciéndose en la oscuridad… eso es Brujas.

Y para huir de la tranquilidad, escuchar música, tomarse unos tragos e incluso jugar al billar si es preciso, nada mejor que el Charlie Rockets (http://www.charlierockets.com), un Hostel de mochileros con bar en la planta baja, bastante animado y con las copas a buenos precios. Ideal para cerrar la noche, reirnos y charlar un rato teniendo de fondo a los Stones, cubata en mano y pasándolo bien. Eso es viajar entre amigos.

SÁBADO 6 DE SEPTIEMBRE: ESCONDIDOS EN BRUJAS

«Escondidos en Brujas», la película protagonizada por Colin Farrel en 2008, muestra interesantes y divertidas estampas de esta hermosa ciudad belga. Nosotros cuatro no nos quedamos escondimos precisamente sino que nos movimos durante todo el día por el casco viejo de Brujas, donde a cada paso puede haber una sorpresa, una casa cubierta por las enredaderas, una bella iglesia, una torreta medieval, una amplia plazoleta o un mercado de víveres. Todo es posible en esta Brujas del medievo, Patrimonio de la Humanidad, que vivió siglos de esplendor gracias a un comercio próspero favorecido por los canales que traían y llevaban barcos al Mar del Norte.

Brujas es suficientemente pequeña pero suficientemente hermosa para verla en profundidad y deleitarse con ella en apenas una o dos jornadas de visita. Siempre dos es mejor que uno, pero la mayor parte de la gente que la visita hace en un par de días tanto Brujas como Gante, ambas imprescindibles en todo viaje a Bélgica por encima de cualquier otra ciudad. Aquí expondré muy brevemente algunos de los lugares que visitamos aquel día y que no conviene perderse:

* Markt–> Esta es LA PLAZA de Brujas, con un corazón que late a la vez que tañen las campanas de su gran torre gótica (S.XIII) de 83 metros que gobierna en la ciudad. Las dimensiones superlativas de esta Plaza que en celebrara el Gran Mercado semanal (de ahí su nombre) no dejan indiferente a la gran cantidad de turistas que acoge diariamente. Las fachadas de las casas de acaudalados mercaderes dan fe del poderío económico de aquellos tiempos de esplendor. Es la antigua sede del Ayuntamiento y la Tesorería (Halles), edificio coronado por la torre del campanario al que es posible subir por sus 366 escalones para ver el carrillon de 47 campanas y unas panorámicas de impresión.

* Plaza Burg–> La segunda plaza en importancia de Brujas alberga la actual sede del Ayuntamiento, de estilo gótico florido y considerado como uno de los más hermosos del país. La Basílica de la Santa Sangre, a la que se accede por un precioso pórtico también gótico del Siglo XI, se encuentra esquinada y escondida en esta preciosa plaza. Su nombre se debe a que allí se guarda una reliquia de la sangre de Cristo traída de Tierra Santa por un Conde muy poderoso. La estructura interior del templo imita al existente en Jerusalén. Y está en la segunda planta del edificio. Sorprendente en poco.

* Los canales de Brujas–> Uno de los apelativos de Brujas es el de la Venecia del Norte, que comparte con otras ciudades como Amsterdam o San Petersburgo (El mundo está lleno de Venecias). En esta ciudad hay un entramado de canales cuya vieja función de transporte de barcas comerciales ha quedado relegada a ser un elemento imprescindible de la idiosincrasia de Brujas. Con su encanto potencian la ya de por sí estética agrupación de hermosos edificios con que cuenta la ciudad. Decir Brujas y decir canales es estar hablando de lo mismo.

Y he aquí una actividad esencial que no debe dejar de hacer ningún viajero que se precie de haber estado en la peculiar ciudad flamenca. No es otra que navegar por los canales en pequeñas barcas en una de las muchas excursiones de entre 30 y 45 minutos por un precio aproximado de 6€ (si llueve no hay problema, te proporcionan paragüas). Hay varios puntos desde donde tomar uno de estos barcos (Vismarkt, Wollestraat, Rozenhoedkaai, Dijver y Mariastraat). No tienen pérdida, los veréis esparcidos en muchos lugares del centro de la ciudad. Lo único que hay que hacer es comprar la ruta y disfrutar de un paseo encantador a través de los canales que bañan Brujas. Es la mejor manera de conocer y disfrutar de la belleza de una ciudad inigualable.

Respecto a los canales voy a recomendar un lugar especial donde tomar LA FOTO, esa sin la que no os podéis quedar si viajáis hasta allí. El mejor punto para inmortalizar Brujas, donde se aprecian tanto las aguas del canal como la famosa Torre del Campanario, se llama Rozenhoedkaai, a un paso del Vismarkt (Mercado de pescado), y desde el cual también salen los barcos para turistas. De allí hay más postales y posters que de cualquier otro lugar de la ciudad.

 

Brujas (Bélgica) por ti.

* Onze-Lieve-Vrouwekerk (Iglesia de Nuestra Señora)–> Es difícil asumir que en vez de ser una Catedral sea una simple Iglesia. Pero las apariencias pueden engañar porque para mi gusto es mucho más bonita que la Catedral de San Salvador, templo cristiano principal en Brujas. Sus oscuros muros de ladrillo esconden en su interior una obra maestra de Miguel Ángel, la escultura en mármol de «La Virgen con el niño».

* Plaza de Begijnhof–> Uno de los lugares más serenos y recomendables de Brujas lo forma este pequeño conjunto de edificios en torno a un patio que otrora fuera la vieja morada de las beguinas, eran mujeres que se reunían en comunidades para rezar y vivir de forma piadosa sin necesidad de ser monjas. Es decir, Begijnhof es un beaterio que se creó para albergar estas comunidades de mujeres dedicadas al rezo y a labores de encaje. Actualmente las que allí viven son las monjitas benedictinas. Allí no hay nada más audible que el silencio tras los muros blancos y las oscuros ventanales. Meditación, oración y reposo las 24 horas del día. Se puede visitar tanto la Iglesia del Siglo XVII como la casa-museo de una beguina del Siglo XVII.

* Los molinos de viento–> Al este de la ciudad, junto a la orilla del río que fluye paralelo a las murallas medievales, se conservan viejos molinos de madera conservados en perfecto estado. Uno de ellos (Sint-Janshuysmolen) se puede visitar por dentro para ver de primera mano cómo funcionan.

Estos son algunas de las estampas más llamativas de Brujas, aquellas que se pueden visitar tranquilamente a pie en un sólo día. Pero para sumergirse del todo en la vieja Brugge únicamente faltaría entrar (y comprar) en una de las muchísimas chocolaterías que hay en la ciudad. Ya se sabe que el chocolate es el producto más famoso de Bélgica, con razón. Por ello la variedad del género es tan sorprendente como sabrosa. Para los chocolateadictos Brujas es la más absoluta de las perdiciones…

Cerramos la noche en el mismo local del viernes, con esos Martinis a pelo por 4€. Una forma como cualquier otra de irse a la cama sin pasar frío.

DOMINGO 7 DE SEPTIEMBRE: ANTES DE A CHARLEROI RETORNAR, EN GANTE NOS FUIMOS A EMPAPAR

El clima benevolente de Brujas nos dio la espalda durante la mañana del domingo, la cual aprovechamos para movernos por Gante antes de regresar definitivamente a Charleroi. No teníamos seguro ir a esta ciudad desde un primer momento. Dependía de cómo se nos podía dar Brujas. Y como a ésta la pudimos ver bien, no quise volverme a mi casa sin ver de nuevo la ciudad que más me impactó en aquel primer interrail de 2001. Aunque fuera por un rato. Además sabía que a tanto a Rebeca como a David y Laura les iba a encantar. Ya podía llover o tronar pero esa imagen del Muelle de las Hierbas de Gante se iba a quedar con nosotros. Probablemente sea la panorámica más perfecta que se puede ver en el mundo. Pocos lugares son tan especiales y románticos como éste. Si no fuera porque Bélgica siempre anda nublada y de chaparrón tras chaparrón Gante sería perfecta.

Gante (Bélgica) por ti.

Históricamente hablando Gante siempre tuvo mucho peso. Durante el Siglo XVII fue junto a París la ciudad más grande al norte de los Alpes. En ella precisamente nació el Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Hoy día es un destino al que quizá le haya arrebatado un poco de protagonismo la vecina Brujas. Ambas son tremendamente hermosas pero se las puede comparar. Simplemente son muy diferentes por lo que no vale decir así por así que una es mejor que la otra. Brujas es más de cuento y Gante es más monumental, más imponente. Ambas se complementan junto a Amberes para representar el trío de maravillas de Flandes. Vaya tres!!

Si Brujas está bañada por numerosos canales, en Gante el agua también es importante para poder comprenderla en todo su conjunto. En la confluencia de los ríos Lys y Escalda, sus recargadas fachadas góticas son más impresionantes cuando se reflejan en sus aguas. En el ya mencionado Muelle de las Hierbas (Graslei en lengua flamenca) sobresale una torre con reloj que guarda cierta similitud con el famoso Big Ben de Londres. Las mejores fotos de la ciudad se toman aquí.

Y si uno está asomado al puente de San Miguel, aún mejor, porque en la foto panorámica entrarán dos gigantescos edificios religiosos como son el Campanario Municipal o la Catedral de San Bavón. La altísima torre del campanario, a la que es posible ascender por 3€, es el símbolo de la libertad de la ciudad. Una de sus campanas (llamada Roldán) era la encargada de avisar al pueblo cuando el enemigo se acercaba.

La Catedral de San Bavón, cuya torre también sobresale al fondo, fue donde el gran Carlos V fue bautizado. Inmerso en la grandiosidad de su interior se encuentra una de las obras cumbre de la pintura flamenca, el Políptico titulado «Adoración del Cordero Místico» pintado por los Hermanos Van Eyck en 1432. Sólo por ver ese magnífico retablo vale la pena visitar la Catedral.

Y Gante preserva un Castillo medieval del Siglo XII considerado como uno de los «orgullos históricos» de la región flamenca. El Castillo de los Condes de Flandes (Gravensteen), al que se puede visitar pagando una entrada de 8€, se conserva impoluto y recio con parte de su fachada sumergida en el agua y con los estandartes mecidos por el viento.

En esta ciudad, cuna de un Emperador y de Caballeros Cruzados, la garantía de la no decepción es determinante. No cabe la indiferencia sino el asombro. Gante se vende sola. A pesar de las incesantes y copiosas lluvias. No hay nada ni nadie que la detenga.

Con el aguacero del siglo retornamos a Charleroi para tomar un avión de vuelta a Madrid. Era la primera vez que viajábamos los cuatro juntos y no sin haber regresado a casa ya pensábamos en repetir.


14-16 DE NOVIEMBRE: AMSTERDAM Y UNAS HORAS EN BRUSELAS

VER LAS MEJORES FOTOS DE ESTE VIAJE (ALBUM FLICKR)

Nunca he negado que si pudiera elegir una ciudad europea para vivir, ésta sería Amsterdam sin ninguna duda. Siempre en vanguardia, captando tendencias y nuevos modelos de vida, en un pequeño espacio urbanístico de excitantes figuras enladrilladas reflejadas en sus canales. Porque la ciudad más visitada de los Países Bajos es otra de esas «Venecias» que tantos países tienen, pero que no saben lucir con tanta elegancia.

La primera vez que pisé Amsterdam tenía 20 años. Era el verano de 2001 cuando realicé junto a mis amigos del barrio ese primer interrail que cambió mis perspectivas y proyectos de vida. Y Amsterdam no fue una ciudad más de las muchas por las que pasamos. A todos se nos quedó grabada a fuego su intacta juventud y por ello todos, ya por separado, retornamos a la ciudad de los canales. Mi turno fue en febrero de 2006, cuando aprendí a quererla y a darme cuenta de que no es únicamente un lugar de tópicos psicodélicos sino también un rinconcito mágico donde se observa la vida de otra manera. No sólo coffee shops, también interesantes museos. No sólo sugerentes escaparates de luz roja, también espléndidos parques. No sólo «magic mushrooms», también arquitectura. No sólo música, también silencio y paz. No sólo Heineken…

Gracias a un regalo de mis ex-compañeros de trabajo del Ministerio de Asuntos Exteriores, pude revivir una vez más la «Amsterdam Experience». Durante el fin de semana del 14 al 16 de noviembre disfruté «mi tercera vez» junto a Rebeca, mi sempiterna aliada viajera, que también aprendió a amar esta ciudad y que ya está deseando volver.

Un vuelo de ida y vuelta con Ryanair, viernes tarde a domingo tarde, desde Madrid hasta el Aeropuerto belga de Charleroi (40 km al sur de Bruselas). 50 minutos en tren a la capital de Bélgica (Bruxelles Midi) y 3 horas para llegar antes de la medianoche a la ciudad holandesa utilizando un solitario Intercity. Nos aprovechamos además de que en Bélgica existe una promoción de fin de semana para viajar al Benelux en el que si se adquiere la ida y la vuelta en tren a algún destino del propio país o de Holanda o Luxemburgo se paga sólo la mitad (Aprox 40€ i/v). A Ámsterdam salen trenes constantemente por lo que no es necesario reserva alguna. El resto del trayecto (bus aeropuerto-estación de trenes) y Charleroi-Bruselas tiene un coste irrisorio de 10 euros (en fin de semana, repito). Con esos condicionantes vale la pena utilizar a Bélgica como puente perfecto para ir a Ámsterdam, donde los vuelos no son demasiado económicos.

Durante la madrugada del viernes y todo el sábado alternamos esa dualidad con la que cuenta Ámsterdam y que tan bien la define. De la algarabía del Barrio Rojo y de Leidseplein al extremo sosiego del Barrio Jordaan. Del olor a marigüana procedente de los Coffee Shops y de lo que no son Coffee Shops al frescor de los tulipanes del Mercado de las Flores. De la luz roja de los escaparates en que se exhiben las prostitutas a los distintos tonos amarillos de “Los Girasoles” de Vincent Van Gogh. De la casa de Anna Frank, esa niña que amaba la vida y nos contaba en su diario cómo sobrevivir escondida a un horror nazi del que finalmente no escapó, a la libertad de espacios verdes en Vondelpark, el mejor parque de Ámsterdam. Del goteo de la lluvia sobre los canales al estruendo musical de pubs y discotecas. De las exclusivas y elegantes tiendas que venden antigüedades a los concurridos sexshops…

Descubrí y disfruté de dos lugares nuevos en los que no había estado en aquellas otras dos veces. Uno, el Museo Van Gogh, que contiene la mejor colección existente del pintor impresionista.

El otro fue el Begijnhof, un antigüo y placentero barrio en torno a un patio donde hasta no hace mucho lo habitaban las Beguinas, mujeres católicas viudas o solteras, que se agrupaban antiguamente en comunidades como si fueran monjas. (en Brujas, si recordáis, vimos un barrio similar).

Y el domingo, camino de vuelta a Charleroi, disfrutamos de varias horas en el centro de Bruselas. La Grand Place, que sin duda es una de las Plazas más hermosas del mundo, el famoso Mannenken Pis (Niño meón) o la Catedral fueron nuestros objetivos en el casco histórico de la capital belga.

Ya de vuelta a casa, en el avión, un personaje conocido de de una famosísima serie de televisión se coló en el Rincón de Sele. Que no se diga…

Pero más que ver a Teté os recomiendo que os asoméis a la SELECCIÓN DE FOTOGRAFÍAS DEL VIAJE que muestran nuestra visión más completa y certera de lo acontecido durante el fin de semana.

Y así finaliza esta recopilación de historias, de crónicas y de imágenes de tres posibles rutas en las que hay un denominador común, Charleroi. Muchos habréis estado ya en alguno de los sitios aquí mencionados. El resto, ¿a qué esperáis para haceros con un billete? No será por ideas…

José Miguel Redondo (Sele)
En twitter @elrincondesele

14 Respuestas a “Charleroi connection”

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