Un invierno en el Lago Baikal, el reino del hielo
Cuando llega el invierno al Lago Baikal, en pleno corazón de Siberia, se puede asegurar con firmeza que es allí donde nace el auténtico reino del hielo. Este enclave ruso emerge cual paraíso congelado de suelo grueso, recio y casi transparente. Capaz de soportar que se posen sobre él un buen número de vehículos de gran tonelaje sin que durante meses aparezca una sola grieta. El Baikal es creador de formas imposibles y prístinas, de juegos de sombras, de burbujas que no tuvieron tiempo de llegar a la superficie sin solidificarse. De luces verdes sobresaliendo en una capa de nieve que se asemeja al polvo de desierto. Y donde las cuevas de hielo se forman con puntiagudas estalactitas en islotes, cabos y bahías. Así es el lago más profundo de la Tierra y uno de los más grandes de Asia. Que cuando aparecen los gélidos vientos siberianos los barcos permanecen varados en una orilla indeterminada. Permitiendo, entre otras cosas, caminar sobre las aguas sintiendo cierto vértigo y, a su vez, la dicha de hallarse en uno de los mejores rincones del mundo para disfrutar de un invierno de otro planeta.
Son, por supuesto, muchos los motivos por los que merece la pena viajar en invierno al Lago Baikal, los cuales nos llevaron a a conformar una expedición durante la última semana del mes de febrero para gozar de las particularidades que aquí el frío es capaz de crear casi por arte de magia. Y pasearnos por esa alfombra helada tanto a pie como en las clásicas UAZ de la Unión Soviética e incluso en veloces aerodeslizadores. Olvidando que los termómetros rompen en negativo y el ir a bajo cero es lo más normal del mundo. Al menos en Siberia.
Regresaremos al Lago Baikal en febrero de 2022. ¿Quieres formar parte de esta aventura? Entra aquí. PLAZAS DISPONIBLES
Lago Baikal: Las particularidades del ojo azul de Siberia
El Lago Baikal está rodeado de multitud de récords que engrandecen su propia leyenda. El lago más profundo del mundo (tiene zonas con más de 1650 metros), el mayor depositario de agua dulce que existe (23.615 kilómetros cúbicos o, lo que es lo mismo, un 20% del total o las cuatro quintas partes de toda Rusia), uno de menores índices de turbiedad por un tipo concreto de zooplacton, lo que explica la cristalinidad de sus aguas, alrededor de 2.600 especies de flora y fauna del Baikal, de las cuales 1.800 son endémicas. Aunque de todos los datos que se puedan poner sobre la mesa, el que me siempre me ha parecido más impactante es el de que si la superficie del lago estuviera vacía y hubiera que llenarlo de nuevo requeriría que todos los ríos del planeta desembocaran en el mismo durante nada menos que dos años. ¿Os lo imagináis? ¡Yo tampoco!
No es de extrañar, por tanto, la condición sagrada o de gran mar para antiguas civilizaciones y etnias que ocuparon durante siglos este territorio considerado como una fuente de vida en el continente asiático. Los kurykans, antepasados de los buriatos y yakutos, lo vinieron a llamar «Bai Kul», que significa «lago rico». Los chinos de le etnia han lo consideraban el Mar del Norte (Běihai) dentro de su lista de los cuatro grandes mares del mundo. No llegarían los rusos y otros exploradores europeos hasta bien pasado el siglo XVII, quienes se encontraron con los buriatos, muy relacionados con los mongoles y quienes profesaban tanto en chamanismo como la religión budista. Hoy día, precisamente, son sus descendientes los que todavía se ven, y mantienen parte de sus tradiciones, tanto en la provincia de Irkutsk como, sobre todo, en el lado oriental del Lago, donde comienza la República de Buriatia.
El nacimiento de la Expedición invernal en el Lago Baikal
Hace muchos años tuve la oportunidad de explorar el Lago Baikal haciendo la larga ruta ferroviaria del transiberiano/transmongoliano. Un viaje en el que junto a buenos amigos de mi barrio (Aluche, en Madrid) nos permitió llegar a Listvyanka desde Irkutsk, tomar un barco por las limpias aguas del lago e incluso pasar una noche en una especie de la playa en una orilla apartada del mismo. Tiempo después, leyendo sobre el lago y observando unas fotografías tomadas en invierno, me quedé realmente impresionado de cómo cambiaba el paisaje de manera radical, convirtiéndose en uno de los lugares invernales más fotogénicos de la Tierra. Un Planeta Krypton como el de la película Superman pero completamente real. Después, hablando con mi amigo Roberto, junto con quien había tenido la oportunidad de liderar meses antes la Expedición Kamchatka en el lejano este ruso, y que años antes había ido con fotógrafos profesionales a retratar el Baikal, decidimos que teníamos que lanzar un viaje de autor con Pangea a esta parte del mundo. Y fue anunciarlo y quedarnos sin plazas enseguida. De hecho no pasó una semana desde que lo anunciara en El rincón de Sele y en las redes sociales hasta llegar a tener incluso una lista de espera por si a alguien le daba por cancelar su participación. Cosa que no ocurrió.
Se trataba de un viaje de una semana (saliendo un viernes y regresando el sábado de la semana siguiente) a finales de febrero (momento idóneo en que se asegura un mayor grosor del hielo para poder moverse mejor) en el que buscaríamos sacarle el mayor partido al lago. Tanto desde el punto de vista natural, cultural y, por supuesto, fotográfico. Sin olvidar el gran objetivo de estos viajes de autor, que es conformar un gran equipo de verdaderos apasionados y apasionadas de los grandes viajes junto a los que convivir en un entorno insólito.
Hay plazas para el próximo viaje de autor al Lago Baikal entre el 26 de febrero y el 6 de marzo de 2022.
Ruta en el Lago Baikal (¿Qué ver y qué hacer en el Lago Baikal en invierno? – Mejores momentos)
A continuación mostraré los lugares principales de nuestra ruta de invierno por el Lago Baikal, incluyendo los rincones y fenómenos más curiosos, así como los momentos que más nos pudieron aportar al grupo que formó parte de dicho viaje.
Irkutsk, la ciudad más bella de Siberia fue el mejor comienzo
Nuestro punto de llegada (vía Moscú) con Aeroflot fue la ciudad de Irkutsk. A comienzos del siglo XX fue denominada como «La París de Siberia». Un topicazo en toda regla, pero que se entiende cuando se observan otras urbes siberianas y se comparan con Irkutsk. La ciudad del río Angará, el único que nace del caudal del Lago Baikal, ubicado a 70 km de allí, cuenta con inagotables muestras de arquitectura tradicional que la convierten en un lugar muy apreciado por los visitantes que allí se aproximan. La mayoría dentro de la ruta del transiberiano, ya que además el trayecto entre ésta y Ulán-Udé que bordea una parte del propio Baikal (Circumbaikal) está considerado como uno de los más hermosos en cuanto a paisaje se refiere.
En Irkutsk fue nuestra primera toma de contacto con los termómetros por debajo de los -10º. A escasas horas de pisar el hielo, venía bien calibrar las condiciones meteorológicas y saberse bien equipados. El problema no radica el frío sino en no ir vestidos como es debido.
Paseamos junto a las iglesia de El Salvador (Spasskaya), con sus curiosos frescos exteriores narrando capítulos históricos y religiosos. También accedimos a la catedral de la Epifanía, próxima a orillas del río y donde nació la ciudad en el siglo XVII tras la llegada de los cosacos rusos. Ésta, junto a la iglesia consagrada a la Virgen de Kazán, constituye el más hermoso templo cristiano de cuantos se encuentran en Irkutsk. Además coincidimos con un ritual ortodoxo donde las vestimentas, la luz de las velas y el olor a incienso nos trasladaron por un lapso de tiempo a la época de los zares.
La calle Lenin es quizás la más interesante por la que pasear por Irkutsk. Y el conocido como Distrito 130 (130 Kvartal) un lugar ideal para disfrutar de la rica arquitectura decembrista de la ciudad. Las casas de madera, algunas mejor conservadas que otras en estado de semiabandono, son la clave para comprender una metrópoli que, por supuesto, no es París, pero sí representa un soplo de aire fresco a una Siberia donde abundan las ciudades grises de arquitectura brutalista de la época soviética.
Taltsy, un gran museo etnográfico al aire libre a orillas del Angará
Continuando por el río Angará por el sur, en busca del momento en que nace en el suroeste del Baikal, avanzamos 47 kilómetros desde Irkutsk. Esta carretera se construyó para unir Irkutsk y Listvyanka ante la visita prevista de un presidente norteamericano en el marco de la Guerra Fría. Pero nunca llegó. Anteriormente el viaje al Baikal se hacía o por barco por el río o atravesando la tupida taiga, prolija en osos, lobos y múltiples especies de animales. Y, por supuesto, a bordo del tren transiberiano.
Taltsy es algo más que una parada a mitad del camino. Se trata de una recopilación de maravillosas construcciones siberianas propias de la zona (allí hubo un fuerte de madera que desapareció) datadas en distintas épocas históricas. Una especie de viaje en el tiempo que, además en invierno con un buen manto de nieve dibujando lo que parece un pueblo del oeste (aunque sería más justo decir del lejano este), permite disfrutar de un entorno bucólico en el que se pasean los carros de caballos y los niños se lanzan en trineo por las calles.
El museo etnográfico de Taltsy permite observar los tipos de viviendas de troncos de madera de entonces y conocer cómo eran los fuertes o ciudadelas en las que se establecían los cosacos rusos en su expansión por Siberia. Así como las iglesias, la escuela donde se agasajaba a las maestras para que no tuvieran prisa por casarse e irse del pueblo, los establos, tabernas o las cocinas donde la propia lumbre además servía para cobijar y calentar a la gente en los períodos de frío extremo. También existen zonas del museo dedicadas a las construcciones buriatas así como evenki.
La colina de la piedra de Chersky y las admirables vistas panorámicas del Baikal y en Angará
Poco antes de arribar a Listvyanka subimos en telesilla, aunque sin enfundarnos los esquís, para contemplar por primera vez y desde gran altura el momento en el que el río Angará nace del Baikal. Aquel día de invierno se apreciaba a la perfección la delimitación entre ambos puesto que el lago disponía de su gran masa congelada mientras que los primeros tramos del curso del Angará sí permitían ver la corriente. El Baikal, regado por más de trescientas cuencas fluviales, sólo tiene un vástago. Y en la conocida como roca Chersky casi se les puede dar la mano a los dos junto a banderolas de oración de colores que nos recuerdan por primera vez que estamos en una región donde el chamanismo de los buriatos sigue presente de un modo u otro.
Listvyanka, el pueblo más popular del Baikal
El punto más turístico del área del Baikal es este pueblo. Listvyanka hace las veces de puerto marítimo con encantadores hoteles de madera, mansiones de madera y embarcaciones de recreo para los veranos en que la localidad acoge multitud de visitantes. En invierno su papel cambia de manera radical y los barcos se quedan varados en la orilla congelada esperando mejor suerte. La gente baja a caminar por el hielo, a pasear por su mercado cubierto en busca del omul ahumado (el pescado típico de la zona) así como se preparan a partir a diversas excursiones por el hielo. Muchas veces en aerodeslizadores o hovercrafts, con los cuales se puede soltar adrenalina por los cuatro costados.
En determinadas fechas de invierno se hacen concursos de esculturas en el hielo y los más intrépidos parten, incluso a pie (o en patines), en marchas con pulka por el lago. Otros viven el lago con cierta distancia y permanecen calientes en bares y restaurantes típicos, o mirando el paisaje por la ventana de su coqueto hotel donde afilados carámbanos de hielo cuelgan afilados del balcón.
Ruta en Hovercraft desde Listvyanka hasta MRS (la puerta a la isla de Olkhon)
Tras un primer día de aclimatación en Irkutsk y Listvyanka empezamos con las rutas motorizadas por el lago helado. Y para ello empleamos no uno sino dos hovercrafts o aredeslizadores, vehículos que permiten moverse sobre cualquier superficie horizontal a gran velocidad gracias a la generación de delgados colchones de aire. Algo que había probado en el agua en el Parque Nacional de los Everglades de Florida pero nunca en el hielo, como era la ocasión.
La idea era cubrir los alrededor de 180 kilómetros de separación que había entre Listvyanka y MRS, el pequeño puerto de ferries que cuando el lago está descongelado sirve para permitir la comunicación por barco con la gran isla de Olkhon). Y, en función de lo que la nieve o el hielo permitiera, poder ir haciendo paradas con las que apreciar los muchos fenómenos que se originan en el lago en el largo y gélido invierno siberiano. Como, por ejemplo:
- El conocido como hielo negro, donde se advierte la pureza de lago cuya transparencia es absoluta pudiendo caminar mirando al suelo y observar a varios metros de profundidad. Algo que sucede en un pocas superficies congeladas en el planeta y que, en el caso del Baikal, permite vislumbrar la separación y grosor de las distintas placas de hielo que cubren la superficie congelada.
- Las burbujas congeladas que jamás llegaron a su destino y permanecen quietas a escasa distancia del suelo.
- El hielo tiene a contraerse tras una gran tensión, lo que provoca que numerosos bloques, algunos pequeños y transparentes como el cristal y otros enormes como columnas, emerjan a la superficie como piezas efímeras de un museo al aire libre.
El paisaje resulta admirable, arrebatador e imponente. Te convierte en algo minúsculo y eso es algo en lo que coincide con los grandes desiertos, en esa capacidad por empequeñecer a los testigos de su grandeza mientras cultiva las mayúsculas y las onomatopeyas que nacen de quienes contemplan el lugar sin más con cierta incredulidad.
Y allí estuvimos nosotros, caminando por el suelo transparente, brindando con vodka en lo que parecía un puerto resguardado a los malos vientos. Rebuscando entre las texturas de los fragmentos de hielo que atrapaban la luz del sol en su interior. Siendo olvidadizos de los termómetros en negativo porque no existe el frío sino la ropa inadecuada. Y otra cosa no, pero íbamos tan surtidos de ropajes térmicos (y, sobre todo, buen calzado) que parecíamos tener ganada esa batalla.
La experiencia en hovecraft fue divertida y trepidante. Un salto al último paso antes de alcanzar Olkhon, algo que haríamos en la jornada siguiente tras pasar la noche en un humilde alojamiento de madera desde el que se sentía cómo crujía la nieve ahí fuera.
La gran isla de Olkhon y los islotes de alrededor
Dejamos los hovercrafts y nos dirigimos a dos vehículos UAZ, las clásicas furgonetas todoterreno que causaron furor en la Unión Soviética durante décadas y que se convierten en auténticas aliadas en el hielo. El objetivo era alcanzar Olkhon (Ольхон), la isla más grande del Baikal (con más de 70 km de norte a sur) la cual está considerada como la tercera isla lacustre con mayor tamaño de todo el mundo.
Islote de Ogoy (Estupa budista y la Roca del dragón)
Aunque, antes de acceder a la gran isla, nos entretendríamos en los alrededores de lo que se viene a llamar «el pequeño mar», que es el estrecho de agua que separa Olkhon de la orilla oriental del lago. Allí hay también otros islotes y conjuntos rocosos, donde destaca con mucho la pequeña isla de Ogoy. Su atractivo, por un lado, consiste en subir una moderada pendiente hasta llegar a una estupa budista blanca y dar tres vueltas sobre la misma (en el sentido de las agujas del reloj) en absoluto silencio.
Los árboles tenían anudados a a sus desnudas ramas las banderas de oración de color blanco, verde, amarillo, azul o blanco, propias de la tradición budista tibetana que se adentró en la fe ya chamanista de los buriats y mongoles. Alrededor un desierto blanco sobre el hielo. Y la quietud más penetrante.
La gran carretera del hielo
Durante los meses de febrero y marzo suele funcionar en determinadas zonas del Baikal lo que se conoce como «carreteras del hielo». Se instauran donde predomina un mayor grosor del hielo y funciona como una autovía normal en la que se ven vehículos normales e incluso camiones. Dispone incluso de señales de tráfico y comunica por tierra durante semanas el «continente» con la isla de Olkhon.
En la costa sur de la isla de Ogoy surge una de las bellezas más fotogénicas e inigualables de lo que supone viajar al Lago Baikal en invierno. Se trata de la roca del dragón o el cabo dragón, un saliente de rocas que deja lugar a la imaginación que sobresale de un suelo congelado y completamente transparente. Da igual la hora del día que sea, pero es la mejor metáfora del Baikal en esta época del año. Y los fotógrafos se pasan aquí las horas jugando con los ángulos, las luces y las texturas que este lugar sobrenatural es capaz de mostrar.
Khuzir, capital de Olkhon
La localidad más importante de la isla de Olkhon , con aproximadamente 1500 habitantes, es Khuzir. Su origen se pierde en el tiempo y hasta hace pocos años no había luz eléctrica en sus casas. Ahora la situación ha cambiado y es otro de los núcleos turísticos de relativa importancia en el entorno del Lago Baikal, ya sea en invierno o en verano cuando se hacen múltiples viajes de navegación en la naturaleza (muchas veces enfocado a ver las focas autóctonas).
Nosotros pasamos una noche en este municipio con restaurantes y algunas tiendas de souvernirs. Con el objeto, sobre todo, de poder presenciar un atardecer en la Roca del chamán (Shaman’s rock).
La roca del chamán al atardecer desde Cabo Burkhan
Al norte de Khuzir, casi donde termina la ciudad, la conocida Roca del chamán nos retrotrae al pasado animista de una isla habitada hace más de dos mil años. Se dice que es uno de los nueve santuarios naturales más sagrados del continente asiático y no pocas leyendas buriats tienen lugar aquí. Esta roca sería algo así como un templo al aire libre donde durante siglos se han llevado a cabo multitud de rituales chamánicos e incluso llegó a poseer un altar dedicado a Buda (ahora inexistente) con la absorción del budismo por parte de los buriats.
Simbólica es la presencia de «serges» o postes para atar el caballo ataviadas con lazos de colores que son plegarias. Antiguamente había uno en cada yurta buriat y, mientras se sostuviera ese poste, había una familia viva. Cada uno de los trece postes situados con vistas a la roca representa a los señores celestiales del norte.
A la caída de la tarde el sol dora la roca de tal manera que se sobreentiende que sea un escenario con semejante consideración de sacralidad. Es inconcebible una estadía en la isla de Olkhon sin admirar la belleza de la roca del chamán languideciendo ante las últimas luces del día.
Bosques de Olkhon, Cabo Khoboy y cuevas de hielo
El segundo día en Olkhon retomamos las UAZ soviéticas para seguirnos moviendo en dirección norte. Pudiendo ver otras perspectivas de la ya mencionada roca del chamán así como algunos grandes barcos oxidados y consumidos por completo por el hielo adosado al casco. Me recordó en versión invernal a aquellos barcos varados del Mar de Aral que pude ver hace algunos años en Uzbekistán.
Una mañana con un cielo espléndido nos acompañó en busca de islotes en los cuales pudimos acceder a las primeras cuevas de hielo del viaje. Grutas que parecían plastificadas por el hielo y donde cientos de afiladas estalactitas apuntalaban los techos. Para los amantes de la fotografía estas cuevas de hielo son auténticos filones para capturar instantes curiosos. ¡La fotogenia de Baikal es inagotable!
En ocasiones nos encontramos con rocas exteriores donde la estalactitas habían perdido cualquier forma lineal. Como si alguien hubiese estado disparando con un bote de nata montada sobre el paisaje y se hubiese quedado tal cual. ¡Alucinante!
También nos internamos en un bosque de coníferas donde el manto de nieve era tremendo y sólo se podía escuchar el repicar de los pájaros carpinteros. Realmente Olkhon es un universo dentro del lago Baikal con montañas, bosques e incluso lagos interiores. Un lugar más fácil de explorar en verano que en invierno y con escasez de carreteras pero no de propuestas.
Tras un pic-nic al aire libre alcanzamos el extremo norte de Olkhon, el conocido como Cabo Khoboy, en el cual además de cuevas había multitud de placas de hielo levantadas por la tensión y el movimiento de la gran masa. Aquello parecía lo que tantas veces habíamos visto en las fotos que comparaban al Lago Baikal con el Planeta Krypton que forma parte del universo-ficción de Superman.
El cabo Khoboy estaba peinado por árboles desnudos de hojas pero repletos de nidos de pájaros, que recuerdan que aquí hay colonias de varias especies. Probablemente el único atisbo de vida dentro de un paraje solitario de apariencia extraterrestre cuando llega el invierno.
Ice Camp: Durmiendo en un campamento en el corazón del Baikal
Estaba claro que queríamos disfrutar del invierno en el Lago Baikal con toda su magnitud. ¿Qué podía faltar? En efecto, pernoctar sobre la masa helada del lago más profundo del mundo. A cuarenta kilómetros de su orilla oriental u occidental. ¿Dónde? En un Ice Camp o un campamento base preparado para dicha pernocta utilizando las clásicas calderas con las que los buriats y mongoles suelen calentar sus yurtas.
La climatización de las tiendas de campaña colectivas (y con literas) dependía de su alimentación por medio de pedazos de madera que había que introducir a dichas calderas. Fuimos el segundo grupo en ocupar el campamento, el cual tenía previsto funcionar desde finales de febrero hasta mediados de marzo, cuando el grosor del hielo pudiese ser insuficiente para correr cualquier riesgo. De hecho, a pocos metros de las tiendas teníamos una larga y profunda grieta.
Lo mejor de la experiencia fue poder disfrutar de un atardecer maravilloso que coloreó de rosa aquel desierto helado. Así como las reuniones y divertidos debates de un grupo bastante compenetrado que convirtió en la del Ice Camp en una experiencia que nos aportó mucho a todos. Aunque al principio costara comprender qué demonios hacíamos en mitad del hielo a menos veintitantos grados y salir a hacer ciertas necesidades fuese actividad de «alto riesgo». El aislamiento y la falta de confort nos haría valorar al máximo todo lo que estaba por llegar en los días sucesivos. Y, sobre todo, lo vivido hasta el momento.
Turka y el faro que iluminaba la nieve
Desde el Ice Camp fuimos a la orilla oriental del lago. Tras pasar por Ust-Barguzin nos hospedamos unos kilómetros al sur, concretamente en la ciudad de Turka. Nos encontrábamos en la República de Buriatia, dejando atrás, definitivamente, el Óblast de Irkutsk. Aquel se trataba de un pueblo con mar y puerto sin ninguna trascendencia turística, salvo la existencia de barcos estivales que pasan por allí en los clásicos safaris en busca de focas. Pero su gran cantidad de casas de madera típicas de Siberia así como un faro dando señales a un puerto completamente congelado convertían a aquel municipio sin turismo en un lugar significativo de la ruta. Y desde el cual pudimos partir al día siguiente a la península con forma de nariz que es parte del gran Parque Nacional Zaybaybalsky.
Las dos noches que pasamos en Turka fueron de nevadas intensas que consiguieron momentos de horizontes completamente blancos. Pero que nos aportarían una nueva perspectiva a este viaje invernal al corazón de Siberia.
Incursión a la península Svyatoy Nos
La península de Svyatoy Nos, en pleno Parque Nacional Zaybaybalsky, es otro universo dentro del Baikal. Con osos, lobos, marmotas y, por supuesto, focas atestando sus costas e islotes (aunque en pleno invierno no se dejan ver en absoluto, ya que están en período de cría). No es usual recorrer esta zona de inmenso interés en cuanto a flora y fauna en este paraje subártico donde además abundan manantiales donde brota agua caliente y beneficiosa para la salud (en la que algunos valientes no dudaron en darse un baño de contrastes).
Desde Turka y pasando por Ust-Barguzin, antiguo emplazamiento cosaco, subimos por la única carretera que atraviesa esta península que protege dos bahías como Barguzinsky y Chivyrkuisky. Desde la misma podíamos apreciar algunas islas, concurridas por focas durante la primavera y el estío (sólo en una de ellas puede haber una colonia de casi tres mil ejemplares). No nos cruzamos con un solo vehículo en varias horas de horizontes blancos de niebla y nieve. Aunque con el paso de las horas nos sorprendería un hermoso cielo azul que terminó de decorar toda una belleza invernal.
Si tengo que destacar algunos lugares y momentos de nuestra ruta por la costa oriental de la curiosa península Svyatoy Nos quizás me quedaría con la presencia de las cuevas de hielo más sobresalientes e impactantes de cuantas pudimos ver en el Baikal. O de un escenario plagado de yurtas en cuyo suelo los pescadores habían hecho varios agujeros para poder pescar el omul evitando el frío extremo. De hecho, en una de ellas pudimos acceder y no sólo ver cómo se pesca el omul en un espacio cerrado. También encargamos varios pescados ahumados para disfrutar de una de las comidas que mejor recuerdo (y sabor) nos dejó este viaje.
También visitamos una aldea costera donde la capa de nieve sobrepasaba el medio metro. Viejas casas siberianas de madera permanecían semienterradas junto a barcos que parecían totalmente fuera de lugar. Un pueblo fantasma en invierno donde comimos todos juntos (omul nuevamente) en lo que parecía una casa particular.
Ulán-Udé, capital de Buriatia
Unlán-Udé, a casi 200 km de Turka, donde nos encontrábamos, es la capital de la República rusa de Buriatia. Aquí comienza uno de los tramos más interesantes del tren transiberiano, ya que es aquí donde uno puede elegir dirigirse a Vladivostok o, en cambio, hacer la rama del transmongoliano llegando hasta Pekín mientras se atraviesa la tundra así como el desierto de la República de Mongolia. Y, si bien, no parece una ciudad colmada de bellezas, tiene una parada interesante. La mayor parte de los visitantes que llegan a ella lo hacen buscando la cabeza de Lenin de casi 8 metros de altura y 40 toneladas de peso. Se encuentra en la Plaza principal y fue erigida en el lugar en el año 1971 delante de la Casa de Gobierno de la República de Buriatia para celebrar el primer centenario del nacimiento del personaje más recordado y que da nombre a un mayor número de calles en la Federación Rusa. Y, como no, el equipo de la expedición Baikal no nos la quisimos perder.
Pero conviene no irse de Ulán-Udé sin viajar a los alrededores. Y es que a una media hora por carretera se llega a uno de esos lugares que justifican el paso por Buriatia como es Ivolgysnky Datsan.
Ivolginsky Datsan, el corazón del budismo en Rusia
A quienes aseguran que el conjunto religioso Ivolginsky Datsan está rodeado de milagros, sin duda hay que otorgarles la razón. Si no, cómo es posible que el mismísimo Stalin, después de aprobar la destrucción de miles de templos en Rusia y otros países de la órbita soviética, pudiera permitir el nacimiento y la supervivencia del corazón espiritual de budismo no sólo de Buriatia sino de la URSS. Ivolginsky Datsan abraza la tradición del budismo tibetano o lamaísta que llegó a la zona siglos atrás. Y lo hace por medio de varios templos e incluso una universidad budista con arquitectura oriental que se entremezcla con bucólicas casitas siberianas de coquetas contraventanas y vivos colores en las paredes.
Este rincón de Buriatia es una suerte a 23 kilómetros de Ulán-Udé. Y cuando sucede como a nosotros, que llegamos en plenos festejos por el nuevo año buriato, y nos permitieron no sólo asistir a una ceremonia de oración con decenas de monjes y personajes ataviados con las túnicas y sombreros más peculiares de esta cultura, sino también rendir una visita a al momia incorrupta del duodécimo Pandito Hambo Lama, Dashi-Dorzho Itigelov, líder espiritual de los budistas rusos quien pidió a sus discípulos ocultaran su cuerpo durante tres décadas. Una vez muerto en 1927 y cumplidos casi esos treinta años se encontraron el cadáver de Itigelov en posición de meditación y en un estado de conservación extraordinario. Desde 2002 está en uno de los edificios principales del complejo y, en ocasiones, se permite ver el cuerpo. Algo que nuestro grupo pudo realizar.
Bajo un suelo y tejados tapizados por la nieve, nuestra experiencia en Ivolginsky Datsan fue gratificante y nos aportó un toque cultural y religioso al viaje que no hubiéramos imaginado.
Datsan Rinpoche Baghsa, el otro secreto budista de Ulán-Udé
Sin salir de la localidad de Ulán-Udé (a 15 minutos del centro), sobre una colina que vigila esta gran ciudad buriata, se alza otro templo budista. Datsan Rinpoche Baghsa permite imaginarse en algún lugar de los Himalayas en su gran corredor de banderas de oración. Posee dos estupas doradas que, aunque modernas, resultan lo bastante fotogénicas como para dedicarle un rato a este lugar.
Regreso a Irkutsk a bordo del transiberiano
En un camarote cerrado de cuatro plazas del tren transiberiano pasamos la noche para regresar a Irkutsk, donde habíamos iniciado el viaje días antes y tomaríamos nuestro vuelo de vuelta a casa. Nada menos que siguiendo la ruta circumbaikal, la más fotogénica probablemente de la línea del transiberiano. Para mí fue una sucesión de recuerdos preciosos del que hasta la postre ha sido uno de los grandes viajes que han marcado mi vida. Para bien… o para mal.
Y en Irkutsk, dándonos un homenaje en forma de desayuno en el salón del Hotel Marriott, dijimos adiós por todo lo alto al que había sido una inolvidable experiencia de invierno en el Lago Baikal y alrededores. El Reino del Hielo había dejado de ser un sueño lejano para quedarse para siempre con nosotros como un recuerdo nítido y atemporal.
Roberto, Lena, Esther, Pablo, Pepe, Lili, Esther, Amalia, Antonio, María, Alicia, Clara, Javier, Juanjo y Julián… sólo espero que para vosotros también fuese un viaje repleto de lugares y momentos felices. Por muchos más que espero que lleguemos a compartir algún día, habéis sido un grupo magnífico. Gracias por formar parte de esta aventura congelada.
¿Viajarías al Lago Baikal? Las segundas oportunidades existen. ¡Vente al próximo viaje!
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
3 Respuestas a “Un invierno en el Lago Baikal, el reino del hielo”
Magnifico relato de un viaje unico que comparti con grandes viajeros. Gracias Sele
Había visto fotos y pequeñas pinceladas de este viaje en Facebook o Instagram, pero me ha encantado leer todo el artículo, al menos el confinamiento tiene cosas buenas, hehehe.
Ramon
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