10 imágenes de un sueño del que es difícil despertar
En alguna ocasión durante el viaje de varios meses recorriendo América comenté que «tenía que pellizcarme muy a menudo para saber si estaba soñando o despierto». Eran tantas las experiencias, las miradas, los atardecederes y momentos especiales que lo complicado era asimilar todo, guardar a buen recaudo cada imagen y cada palabra en la cajonera de los recuerdos imborrables. Por fortuna son muchos los instantes de este largo sueño que hoy día puedo compartir con todos vosotros, como por ejemplo las fotografías que traje conmigo. Son algo así como vivencias congeladas, el tiempo hecho materia y la posibilidad real de plasmar en un blog o donde quiera que sea aquello que me hizo inmensamente feliz. Los casi siete meses que duró la aventura dieron para captar con la cámara infinidad de momentos repletos de magia, sonrisas incapaces de esconderse y la emoción que nunca quiso dejarme solo. De todo lo que pude recopilar me hace especial ilusión mostraros diez fotografías que representan parte de lo mejor de un viaje de mochilero en América sin billete de vuelta del que no me resigno a despertar.
Aquella mujer del mercado de Otavalo, el hielo despedezándose en una muralla azul, la ternura hecha mirada, la Naturaleza detenida en un segundo o los enigmas de la Historia han venido al rincón a quedarse para siempre. Conozcamos mejor cada uno de estos instantes en los que os aseguro que tuve que pellizcarme.
UNA PEQUEÑA SELECCIÓN DENTRO DE UNA ENORME COLECCIÓN
Una decena de instantáneas es apenas una cifra anecdótica de la cantidad de tomas que pude realizar a lo largo de todo este tiempo. Haciendo revisión de todo el material recopilado puedo asegurar que han venido conmigo 150 Gigabytes en un disco duro externo (algo que recomiendo llevar encarecidamente a un viaje de larga duración) con un total de 13.311 archivos entre fotografías y vídeos. Sin duda una colección realmente interesante que ya ha ido viendo la luz en estos meses y que seguirá haciéndolo a partir de ahora, ya sea en el blog, en las redes sociales, en conferencias o en exposiciones fotográficas que pueda llevar a cabo en un futuro (creo que al respecto puede haber novedades próximamente).
Pero hoy sólo veremos y hablaremos de diez, un número redondo con el que volver a vivir una historia de la que ya puedo hablar en pasado pero que será mi presente y mi futuro.
Comenzamos…
A solas en una playa con los elefantes marinos en Punta Ninfas (Patagonia Atlántica, Argentina)
Recuerdo que estando en Puerto Madryn, una de las principales localidades de la Patagonia argentina bañadas por el Océano Atlántico, surgió de la nada el nombre de Punta Ninfas. De hecho fue algo así como «Me han dicho que esta semana ha venido un grupo de elefantes marinos a Punta Ninfas». Fue escucharlo y querer ir a toda cosa a este apartadísimo refugio costero que no suele formar parte de las rutas más usuales que los turistas llevan a cabo desde Madryn (esa es su mejor baza). De hecho esa misma tarde, antes de que acabara de formarse una tormenta que se barruntaba en los cielos, terminamos bajando el accidentado acantilado que llevaba a una solitaria playa en la que varios elefantes marinos, entre los que había muchas crías, yacían plácidamente en un suelo formado por pequeñas piedras.
Estos animales más ágiles en el agua que en la tierra, se quedaron estupefactos al vernos. Su lógica desconfianza se veía transformada en movimientos propios de quien tiene miedo del ser humano. Los sonidos que emitían golpeaban contra las rocas al igual que lo hacía un mar embravecido al que le suelen rondar las orcas, sus mayor enemigo bajo las olas. Pero poco a poco, lentamente, me fui acercando a ellos. Y muy despacio se fueron dando cuenta que no quería hacerlos ningún daño, sino todo lo contrario, admirar a este precioso animal marino a una proximidad que jamás había pensado. La mirada que proyectaban era tan inocente, tan pura, que fue imposible no emocionarme ante la belleza que la Naturaleza me estaba ofreciendo en ese momento. Es algo que se quedará conmigo para siempre…
Si quieres leer más sobre este encuentro: Visitando una colonia de elefantes marinos en Punta Ninfas.
El hielo azul del Glaciar Perito Moreno
Observar de cerca las murallas heladas del Glaciar Perito Moreno fue el más dulce de los golpes emocionales que pude recibir en el viaje. La poderosa y sobrecogedora Naturaleza en Argentina, sobre todo en la fabulosa región patagónica a la que dediqué varias semanas, tiene a uno de sus máximos exponentes en este merecidamente célebre glaciar. No exageraría si dijera que me quedé horas ahí plantado sin que me salieran las palabras. Traté de contemplar cada ángulo, cada fisura… traté de escucharlo respirar, gemir, crujir hasta despedezarse en las aguas gélidas del Lago Argentino. Toda una experiencia que va más allá de una visita a un lugar…
Fue ahí donde me pregunté, ¿por qué demonios he tardado tanto en venir aquí?
El baile de las ballenas en el Estrecho de Magallanes (Chile)
Quedarme en Punta Arenas, la ciudad más austral de Chile (y casi del mundo), durante varios días terminó dando sus frutos. Sin comerlo ni beberlo me ví dentro de un buque-expedición que investigaba la presencia de ballenas en el Estrecho de Magallanes, las cuales rehusaban a bajar al continente antártico por contar aquí con suficiente alimento (y la protección contra cazadores por tratarse de una reserva marina). De hecho este caso demuestra que la detención de la caza y una serie de medidas para la conservación del Medio Ambiente en este área ha llevado a que se repueble «de forma automática» una especie que se daba por perdida allí en los años ochenta.
Sólo con mi cámara de fotos llegamos a documentar nada más y nada menos que 17 ballenas jorobadas, las cuales bien solas o en grupos de hasta ocho ejemplares, fueron apariciendo de una forma espectacularmente espontánea. Una proximidad nunca imaginada me permitió disfrutar bien de cerca de lo que siempre recordaré como El baile de las ballenas en el Estrecho de Magallanes. Y es que el despliegue de estos cetáceos en un lugar tan hermoso (y virgen, puesto que la mayoría de las islas del Estrecho están deshabitadas desde siempre) es lo que el Bolshoi a la danza… el escenario perfecto.
Atardecer sobre moáis en Isla de Pascua
Ver atardecer es casi siempre un espectáculo que saboreamos en los viajes. Es clásico ir a buscar un lugar, perdiéndose si es necesario, y observar la caída del Sol en el horizonte. En Isla de Pascua, el que puedo decir que era mi más fuerte deseo como viajero, pude cumplir un sueño y contemplar cómo la gran bola de fuego que nos ilumina cada día se escondía bajo los pies de esos colosos de piedra llamados moáis que nadie sabe ni cómo ni porqué fueron levantados. El mejor atardecer de Isla de Pascua es en Ahu Tahai, un espectáculo magnífico en el que uno percibe algo más que una mera puesta de sol. Es la energía del ombligo del mundo, de ese lugar cuyo nombre trae un epíteto asociado… remoto.
Cada tarde marchaba caminando a Ahu Tahai, ese altar en la costa suroccidental de la isla, para despedirme y dar las gracias por tener la oportunidad de disfrutar de algo semejante. Y eso que Isla de Pascua no son sólo moáis. Es mucho más, pero no basta describirlo, hay que sentirlo en persona, vivirlo allí mismo. Es increíble cómo una pequeña porción de tierra varada en mitad del Océano Pacífico es capaz de cambiarte hasta la vida…
Amanecer en el Salar de Uyuni, ese otro planeta del altiplano boliviano
Aunque el frío bajaba mucho de cero en realidad el calor de la emoción fue la que hizo que no pudiera sentir nada más allá de lo que tenía frente a mis narices. El todoterreno se plantó en mitad del agua que no había podido absorber aquel tramo del Salar de Uyuni, en Bolivia, que estaba recibiendo los primeros brillos del amanecer. La noche pasó a ser el lienzo de un genio que dibujó a golpe de pincel un paisaje sobradamente extraterrestre, con unas formas, unos reflejos y unos colores imposibles de concebir dentro de algo real. Normalmente Uyuni se representa a sí mismo como un inmenso desierto de sal, tan blanco que ciega la vista… Pero cuando el Sol quiere jugar, ofrece al viajero un panorama que te quita el frío de golpe, que te hipnotiza. De hecho no creo que haya estado allí realmente…
Descubrir en un acantilado los Sarcófagos de Karajía (Perú)
El norte de Perú y, más concretamente, la región de Chachapoyas, parecen pasarse por alto en muchos de los viajes que se hacen al fabuloso país andino. Pero es allí donde todavía permanece esa visión del Perú arqueológico y casi virginal en lo que a naturaleza se refiere que muchos hemos soñado con descubrir alguna vez. De una fase trepidante de este viaje tengo un excepcional recuerdo de mi paso por Chachapoyas, donde mucho antes de que los incas si quiera existieran hubo una civilización que dejó su huella en grandes construcciones como la ciudad de Kuélap o en la forma que tenían de enterrar a sus muertos, que consistía en depositar sus huesos en sarcófagos antropomórficos que quedaban al ras en huecos inaccesibles de acantilados. Áun faltan muchos por descubrir puesto que permanecieron en lugares a los que llegar tenía una extrema dificultad. Los Sarcófagos de Karajía son el ejemplo más bello que se conserva hasta ahora de la cultura funeraria de este pueblo guerrero. Llegar hasta ellos fue una gran aventura… pero observarlos cara a cara, con los huesos esparcidos por el suelo, trajo el despertar fantasioso de quien de pequeño quiso ser Indiana Jones.
Las palmas de cera en el Valle de Cocora (Colombia)
No puedo negar (ni quiero) mi admiración y simpatía por el pueblo colombiano. Fue un país que se abrió a nosotros como nunca nos hubiéramos podido imaginar. La calidez de su gente fue vital para sentirnos en casa, pero si además le sumamos a eso las posibilidades infinitas de un viaje a Colombia (que agrupa selvas, montañas, ciudades históricas, arqueología, naturaleza, turismo rural…) es obvio que nada podía salir mal (ni salió mal). Quería representar nuestro paso por el país de alguna manera, y no eran pocas las fotografías para el recuerdo que nos han quedado, pero a bote pronto me ha venido la imagen de las tonalidades verdes y las espigadas palmeras de cera del majestuoso Valle de Cocora, muy cerca de Salento. Caminar por los senderos de este valle que presume tener las palmeras más altas del mundo (de hasta 60 metros) fue nada más y nada menos que dar un paseo por el Paraíso. Cuando hablé de nuestro viaje a Colombia de la A a la Z este lugar apareció como uno de los destacados del conocido como Eje Cafetero.
Si quieres leer el relato de viaje sobre este lugar: El Valle de Cocora o el secreto de los mil verdes.
Aquella viejecita de Otavalo (Ecuador)
La localidad ecuatoriana de Otavalo, al norte del país, tiene en su mercado de cada sábado (sobre todo el dedicado a los animales) una pizca de la multiculturalidad de toda América Latina. Las comunidades indígenas de distintos pueblos a muchos kilómetros a la redonda se reúnen en este día en las calles otavaleñas para realizar sus compras o intercambios, ya puedan ser de comida, ropa o incluso ganado. Iba para una visita fugaz desde Quito y terminé quedándome todo el fin de semana para recorrer la zona y, sobre todo, asistir a este auténtico bazar andino en el que los rostros, ropajes, avalorios y, sobre todo, la dignidad de los pueblos que sobrevivieron a todo, me mantuvo ciertamente entusiasmado. Mi cámara trató de captar las escenas, pero lo más hermoso era congelar aquellos rostros de inocencia como la de una viejecita que compraba unos pollos para su granja y quien me obsequió con un gesto cargado de ternura como el que véis en la foto. Otavalo en día de mercado fue, es y será (espero) como ese puzzle que junta las piezas de esa América aborígen que se resiste a desaparecer.
El corazón maya de las selvas del Yucatán
Que 2012 no nos nuble la vista. Aunque si sirve para hacer llegar a todo el mundo el carácter y la sabiduría que la civilización maya nos dejó hace cientos y cientos de años, bienvenido sea. Es obvio que los mayas son mucho más que un extraño calendario o Chichen Itzá. Hay tanto por descubrir sobre esta cultura que otra de esas etapas que disfrutamos con pasión dentro del viaje fue la que tuvo como protagonista a una improvisada ruta maya que nos llevó por México, Belice y Guatemala. La imagen de la foto es de esta última, y corresponde a la ciudad arqueológica de Tikal, oculta en el interior de una espesa jungla en la que la mirada del jaguar y de otras muchas criaturas te acompaña junto a senderos milenarios, esbeltas pirámides escalonadas o palacios bien ornamentados. Podía haber sido también Calakmul, Uxmal, Labné, Ek Balam y un largo etcétera de construcciones magníficas que dejan entrever un esplendor que aún somos incapaces de imaginar del todo.
Me viene a la memoria el momento en que llegamos a disfrutar de semejante panorámica, tras dar un rodeo a un viejo palacio y buscar con la mirada a un grupo de monos araña bastante escandalosos. Bordeando una fina repisa, con la espalda pegada en la pared, advertimos el escenario enrevesado de color verde en el que sobresalía una de estas pirámides que sobreviven en la que fuera una de las ciudades más importantes para el Mundo Maya.
Para leer más al respecto: 5 ciudades mayas que recomiendo ver en el Yucatán (México)
Y de repente… un manatí frente a nosotros
Fue en Belice, en Cayo Caulker, tras una larga jornada de snorkeling que nos había permitido nadar entre tiburones, tortugas o rayas. Había sido el más alucinante de los que habíamos hecho nunca pero aún nos esperaba lo mejor. Tras un fondo absolutamente azul, que deslumbraba, vimos acercarse algo tan despacio que en realidad parecía estuviese detenido. No podía ser… teníamos un manatí delante de nosotros!! Uno de los mamíferos marinos que más ternura despiertan… y que nos miraba con una timided que emocionaba. Estuvimos junto a él durante unos pocos minutos que parecieron horas. Porque fue capaz de parar el tiempo, y de hecho nuestro mundo. Tengo la imagen grabada de Rebeca al quitarse las gafas de bucear. Ví la felicidad en sus ojos. Y los míos lo eran también. Acabábamos de recibir la mayor dosis de amor y cariño que el Planeta Tierra había querido regalarnos.
Diez imágenes, diez momentos de un largo viaje del que no deseo despertar. Aunque haya vuelto, aunque no esté al otro lado del charco sigo durmiendo plácidamente. Me temo que lo haré siempre. Y por eso tengo tanto que contaros…
La sed de viajes sigue intacta,
Sele
19 Respuestas a “10 imágenes de un sueño del que es difícil despertar”
Qué difícil elegir sólo 10 imágenes de un viaje de casi siete meses. A mí me cuesta quedarme con un puñado de fotos de cada sitio (y cuando digo un puñado hablo de mucho más de 10 😉 ), no me imagino «limitarme» a 10 en un viaje así.
Lo que está claro es que si el viaje llega tan profundo, las fotografías que muestran esas sensaciones tienen un algo especial y son más «fáciles» de localizar.
¡Muy buena selección!
Una recopilación de sólo 10 fotos para un viaje de 7 meses es complicada, pero está claro que hay momentos en todo viaje que te marcan y si haces una foto en ese momento que quede para el recuerdo, mucho mejor, así perdura el recuerdo para siempre y no únicamente en la memoria.
Preciosas instantáneas. Un abrazo! 🙂
Ufff… me imagino lo difícil que te debe haber resultado elegir sólo 10 fotos después de tantos meses viajando… Todas son estupendas, pero si tengo que escoger, me quedo con los leones marinos, porque tienen unos ojillos de lo más mono 😉
Un abrazo
Sele, toda una proeza ser capaz de elegir ya no 10 momentos inolvidables, sino 10 fotos. A nosotros nos encantan coleccionar recuerdos de los viajes. Pero la foto que más me gusta de todas es la de ese espectacular amanecer en el Salar de Uyuni…. Sin Palabras!!!
Sigue alimentando esa sed de viajes.
Un saludo
Hermosas fotos Sele, eres un genio con la cámara, con la forma de contar y vivir tus viajes… !!!
Me quedo con la del Amanecer en el Salar de Uyuni 🙂 Abrazo Sele
He tenido la suerte de ir de vacaciones el año pasado a Argentina y cuando veo la forma de describir lo que significa ver el perito moreno me parece que vuelvo a estar allí. De las cosas que he podido ver en el mundo (menos que tu Seles :-)) más impresionante.
P.D: un placer haber conocido esta pagina.
Coincido con el resto, debe ser tan difícil escoger las 10 mejores que ahora deberías publicar las 875 mejores fotos de estos 7 meses 😉
Un gran abrazo, Sele
Difícil escoger 10 momentos para un viaje tan largo, seguro que nos esperan muchas grandes imágenes por ver.
Solo 13.000 fotos en 7 meses? Si que eres selectivo, yo hago 500 al día sin problemas jejej
Podias haber puesto 100…que diez sabe a muy poco… Me quedo con todas, aunque he de decir que la de la isla de Pascua es brutal!!!
Saludos!
¡Qué fuerte!, ¡no has incluido la del encuentro blogueril en Times Square! ¡Estoy muy ofendido! 😛
Muy difícil despertar del sueño vivido; casi tanto cómo elegir sólo 10 instantáneas que lo representen.
Me ha gustado especialmente la del Salar de Uyuni.
Un saludo 😉
Una selección seguro que muy difícil, con tantas experiencias vividas en estos 7 meses, pero estos 10 momentos nos dan una idea de tu visión de este viaje inolvidable 🙂
Por cierto, el del manatí me ha llegado, si me pasase a mí me daría un vuelco el corazón…
Mi favorita de las 10 es «A solas en una playa con los elefantes marinos en Punta Ninfa», … transmiten mucho con esos ojos, … además han posado para tí, seguro que sabían quién eras 🙂 …
Un saludo!
Impresionante. Vaya pedazo viaje.
preciosas fotos, preciosos momentos, pero sobre todo vaya pedazo de viaje!!! Estamos empezando a escuchar la llamada de Suramerica, y creo que volveremos a pasar por tu blog muuuy a menudo!!! abrazos!
Hay varios lugares que me ha tocado conocer de las fotos expuestas: Uyuni, Isla de Pascua, las Ballenas en la Patagonia, Perito Moreno.
Saludos!
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