Diez lugares que no quise perderme en Tallinn

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Diez lugares que no quise perderme en Tallinn

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Tallinn, la capital de Estonia, es con toda seguridad la joya de la Corona de los Países Bálticos. Con uno de los cascos urbanos medievales mejor conservados de Europa, para mí fue un auténtico regalo pasear por sus calles y vivir en primera persona su increíble ambiente veraniego dentro de un escenario en el que la luz del Sol no se resigna a perderse al otro lado del mar. Hay muchas ciudades hermosas, pero Tallinn es diferente a todas. Orgullosa de su historia recrea un pasado de caballeros con espada y damas en sus torres, dragones de Leyenda y callejones sombríos que cicatrizan de arriba a abajo la ciudad alta y la ciudad baja. El casco viejo está siempre animado, el aroma a hornos de leña y cerveza de barril sobresale de unas tabernas repletas hasta última hora, las sirenas de los barcos amarrados al puerto resuenan cada atardecer. Siempre implícito a Tallinn, es su hechizo hacia el viajero que cruza los portones tras sus gruesos muros. Es entonces cuando el encantamiento se propaga en cada calle, en cada casa vestida de un color diferente, en cada detalle de la Reina de las Repúblicas Bálticas. Porque en la capital estonia la magia es algo sencillamente irrenunciable.

Foto de Tallinn (Estonia)

Hoy me gustaría compartir los diez lugares que no quise perdeme en Tallinn. Son diez rincones que considero especiales y que están grabados a fuego en la piel de la ciudad medieval. Su esencia está esperando a esos viajeros enamoradizos que cuando la miran a los ojos jamás se olvidan de ella.

LA PLAZA DEL AYUNTAMIENTO

Raekoja plats es el nombre estonio del corazón de Tallinn, la Plaza del Ayuntamiento. En este cuadrado incontables casitas de colores funcionan hoy en día como restaurante. En verano las terrazas copan este lugar repleto de gente buscando beberse una cerveza fresca o comer en uno de los lugares más recomendables de la ciudad. La vista 360º de esta Plaza es sublime, por su colorido, su anclaje en otros tiempos, los colores suaves de las fachadas. Y, por supuesto, por estar siempre ambientada y constituir el punto de encuentro predilecto de locales y turistas.

Pero por todos es sabido que el Rey de la Plaza del Ayuntamiento no puede ser otro que el edificio del Ayuntamiento (Tallinna Rackoda), erigido nada menos que en 1404. Este emplazamiento medieval a muchos nos recuerda a una iglesia, quizás por esa larguísima torre octogonal apuntando al cielo de Tallinn. Llaman especialmente la atención esos dragones que escupen agua de lluvia cuando son incapaces de retenerla.

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Por 3€ se puede subir esta torre compuesta por 115 escalones. Y no es cansado en absoluto por los escalones en sí mismos sino cuando hay mucha gente entrando a la vez. Lo mejor es estar en la puerta en cuanto abren (a las 10:00 en verano, a las 9:00 el resto del año) y asomarse a los ventanales de arriba para ver otra perspectiva no sólo de la plaza sino de toda la ciudad.

Aunque no es este precisamente el mirador más «perfecto» que existe en Tallinn…

LA PUERTA VIRU

El casco viejo de Tallinn está rodeado por completo de un sistema férreo de murallas y torreones capaces de soportar las embestidas de los enemigos que entraban por tierra y mar. Dos de sus torreones más emblemáticos corresponden a la conocida como Puerta Viru, que ofrecía paso y salida a los viajeros por el flanco más oriental de la ciudad medieval. Estos dos elementos cónicos fueron levantados en el Siglo XIV y son supervivientes de la muralla más antigua que se conserva. En la torre de la izquierda (si vamos en sentido entrada) las enredaderas abrazan una amplísima porción de su pared, mientras que en la derecha amaga con empezar una escalada similar para no romper la absoluta simetría de la fortificación. Pareciera que cualquiera de ellas una princesa en apuros estuviese a punto de asomarse por la ventana con su rostro blanquecino. Y es que en Tallinn todo apunta al imaginario de los cuentos de hadas.

De la Puerta Viru se expande prácticamente hasta el Edificio del Ayuntamiento una calle más abierta que las otras del casco viejo. Es la Calle Viru, una de las preferidas de los paseantes, que la llenan a todas horas aprovechando su anchura y la gran cantidad de cafés, resaurantes y tiendas de souvenirs que posee a ambos lados. Es allí donde nacen muchas de las rutas por la ciudad antigua de Tallinn. Aunque yo, que siempre soy algo complicado, lo hice totalmente al contrario, constituyendo no la puerta de entrada sino la de salida. Igual da, lo principal es conocerla sea como sea.

EL PASAJE DE SANTA CATALINA

Si Tallinn es medievo puro, el pasaje de Santa Catalina (en estonio Katariina käik) es directamente su máquina del tiempo. Sólo la extrema limpieza de la calle adoquinada y la presencia de algún turista despistado haciendo fotos nos hacer saber con seguridad que nos encontramos en el Siglo XXI y no en el XIII. Los muros de un antiguo monasterio dominico hacen de pared en esta vía abovedada que recuerda al pasillo de un claustro cualquiera. Artesanos y joyeros esconden sus exclusivos locales justo al otro lado, esperando la entrada de clientes en solitario muy diferentes a los que se apelotonan en la Calle Viru, por poner un ejemplo.

La grisácea y fría piedra le otorga una atmósfera de soledad e inquietud, como si fuese un rincón olvidado de Tallinn. Incluso lápidas con relieve de los tiempos en los que funcionaba el monasterio anexo (que se puede visitar) se apoyan en las paredes de la calle buscando su oportunidad de ser leídas de nuevo. Son parte del engranaje de la calle más medieval de esta sorprendente ciudad.

LA FARMACIA DEL AYUNTAMIENTO: UNA DE LAS MÁS ANTIGUAS DEL MUNDO

En frente del edificio municipal que preside la Plaza más emblemática de Tallinn se encuentra una de las muchas farmacias que se vanaglorian de ser las primeras, las genuinas y más antiguas del mundo mundial. Yo no me voy a meter en contrastar datos sino no dar la información de que se sabe que funcionaba como tal desde 1422 y que todavía sirve medicamentos a sus clientes. Sus instalaciones son fabulosas, un auténtico museo farmaceútico con los típicos frascos de porcelana y otros mucho menos ortodoxos, sobre todo en lo que a contenido se refiere. Porque tienen manos de momia, gusanos, arañas, serpientes, erizos y otras criaturas consideradas como parte de pócimas curativas con más superstición que realidad (justo lo que aún sucede en muchos países asiáticos).

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Es un lugar realmente digno de conocer y admirar. Sus aparatos de medición, sus hierbas medicinales, sus libros, además de unas vistas gloriosas de la Plaza del Ayuntamiento. Y sin ningún coste de visita, razón de peso en una ciudad como Tallinn que sacaba bastante partido a los euros del viajero en cada una de las atracciones turísticas de las que presume.

Un consejo, subiendo las escaleras del edificio de la Farmacia hay una tienda de antigüedades con mucho encanto (quizás su desorden ayude). Sobre todo por sus objetos militares (nazis, soviéticos, etc…) y algunas joyitas de coleccionista a unos precios mucho menores que los que encontré en otras muchas tiendas de la ciudad. Es curioso echarle un vistazo aunque no se desee comprar nada en absoluto (encontré las Matriuskas más baratas de Tallinn, ahí lo dejo).

EL MIRADOR PATKULI

Si se quiere disfrutar de una fabulosa panorámica de Tallinn y sacar la mejor foto de la ciudad basta con subir a Toompea, el barrio del castillo (en la parte alta) y encontrarse con una especie de plataforma amarrada a la muralla que que se asoma al Toompark y se distancia casi en línea recta de la Estación de trenes. Fueron muchas las ocasiones en las que pude subir al mirador Patkuli para contemplar los distintos tonos con los que el Sol iba regando una ciudad recargada de torreones y casitas de cuento de lo que parece una maqueta absolutamente perfecta.

Es desde allí donde se observan los sueños de una ciudad única, donde los enamorados presencian esos atardeceres inacabables durante el estío. Un mirador glorioso que se encuentra con muchos de los secretos de una ciudad que siempre te está esperando…

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CATEDRAL ALEXANDER NEVSKI

Por unos instantes me pareció estar en Moscú cuando en Toompea advertí la Catedral Ortodoxa que se mantiene desde hace más de un siglo, cuando Estonia formaba parte del Imperio Ruso. Pero ni mucho menos es Moscú sino otra de las sorpresas que Tallinn tiene preparadas para el viajero. Y es que las clásicas cúpulas en forma de cebolla nos suelen remitir a la Plaza Roja o al Kremlin, pero en realidad es parte de la expansión rusa más allá de sus dominios. Esta Catedral, consagrada el 30 de abril del año 1900, es un pedacito de la Rusia aún zarista que anexó a las Repúblicas Bálticas. Ese significado hizo que los estonios no le tuvieran demasiado cariño y en 1924 se aprobó su demolición. Afortunadamente, y a la vista está, no llegó a llevarse a cabo jamás y hoy en día podemos disfrutar de uno de los templos religiosos más atractivos de la ciudad.

Es una de las reinas del distrito de Toompea. Justo enfrente, donde se levantaba un castillo del que apenas quedan restos, aparece el Parlamento estonio vestido de color rosa destiñéndose de toda solemnidad política y gubernamental. Alexander Nevski y alrededores es uno de los must see de Tallinn. Afortunadamente los locales, que no son demasiado amigos de lo ruso, han terminado aceptando la Catedral como suya. Una batalla más en las que el Arte ha vuelto a ser el vencedor. Es una muestra más del Patrimonio valiosísimo que posee esta ciudad.

En general a Tallinn no le faltan en ningún modo preciosos templos religiosos.

OLDE HANSA: UNA EXPERIENCIA DE OTRO TIEMPO

Si se tiene que elegir un restaurante no sólo en Tallinn sino también en toda Estonia debería aparecer un nombre muy destacado: Olde Hansa. Significa la vieja casa y representa una taberna medieval recreada en cuerpo y alma. No ayuda únicamente estar en un edificio con unos cuantos siglos de antigüedad sino además que las luces sean velas y antorchas, te laves las manos en palanganas, los camareros y camareras vayan disfrazados de época, te den un menú en una especie de pergamino o puedas elegir platos que uno sólo podría encontrarse en la Edad Media (tienen distintas carnes procedentes de la caza).

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Para vivir una experiencia puramente medieval y exprimir Tallinn no sólo en el espacio sino también en el tiempo, una visita a Olde Hansa merece la pena. Cierto es que sus menús no son demasiado «estonios» y que puede salirse un poco de un presupuesto ajustado, pero es el capricho perfecto que se merece una ciudad hermosa como ésta.

El edificio de Olde Hansa se encuentra prácticamente anexo al Ayuntamiento, en la calle que hay que tomar para bajar a Viru. A pesar de poseer unas amplísimas instalaciones (tiene hasta una tienda de artesanía) suele haber mucha demanda, sobre todo en los días de verano cuando desembarcan miles de personas procedentes de los cruceros que recorren el Báltico. Y eso es porque su fama traspasa fronteras. Una máquina del tiempo de la gastronomía a la que no es posible subirse normalmente…

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La página web oficial del Restaurante Olde Hansa es www.oldehansa.ee.

RODEAR LAS MURALLAS MEDIEVALES DE TALLINN

En una ciudad con uno de los mejores sistemas defensivos del norte de Europa es inevitable que el entramado de murallas y torreones reclamen un cierto protagonismo de cara a sus visitantes. De hecho Tallinn no es Tallinn sin sus largas murallas salpicadas de torres altas con sus clásicos tejadillos de color rojos. Entre bastiones, polvorines y torretas de vigilancia la ciudad dormía tranquila ante las acometidas procedentes del Mar Báltico o de sus países vecinos. Hoy en día esa función defensiva ha desaparecido, pero no el toque tan especial que le ofrece a la capital estonia, quien se ha subido al carro de su pasado para venderse (y con razón) como uno de los mejores cascos antiguos de toda Europa.

Es posible recorrer las murallas y torreones bien desde abajo o bien desde muchas de las pasarelas que tienen arriba con las que disfrutar de otra vista diferente de la ciudad. Estas «zonas abiertas» al público se dividen en distintos tramos y suelen contar con unos precios que rondan los 3-5€ por visitante. Igualmente muchas de las torres se han convertido en museos aparte, algunos de los cuales son bastante interesantes.

Así por ejemplo tenemos la célebre Torre de Margarita la Gorda, cuyo nombre tiene mucho que ver con sus formas desproporcionadas y su anchura de caderas, convertida actualmente en un Museo Marítimo. O Kiek-in-de-Kök, donde se guardaba la artillería desde su construcción en 1475, que ahora es El Museo de Tallinn con nada menos que cinco plantas y una colección de armas militares bastante considerable .

La arquitectura medieval de Tallinn es un valor innegable y que forma parte de su carácter.

SUBIR A LA TORRE DEL CAMPANARIO DE LA IGLESIA DE SAN OLAV

En 1267 se levantó en el norte de Tallinn la Iglesia de San Olav. Durante mucho tiempo su torre de 155 metros fue la construcción más elevada en la Europa de la época. Actualmente es un templo religioso bastante sobrio, pero tiene en el tejado de su torre su principal atracción. Por 3 euros y una larga subida en escaleras de caracol se puede obtener una vista 360 grados de la ciudad de Tallinn. Unicamente comparable a la que se obtiene en el Mirador Patkuli, del que he hablado anteriormente, tiene la ventaja de poder dar vueltas en la misma y observar la práctica totalidad de rincones de la capital de Estonia.

Tallinn al completo. Desde las llanuras del sur hasta su frontera natural con el mar en el siempre transitado puerto donde están los ferries de Helsinki o los tan cotidianos barcos de crucero convertidos en auténticas ciudades flotantes. Otra forma de atrapar la esencia de Tallinn en un suspiro y que recomiendo, a pesar de las escaleras.

Y POR ÚLTIMO… SALIR A PERDERSE POR LA CIUDAD

El décimo lugar que no quise perderme en Tallinn no tiene ni nombre, ni número ni coordenada. Es simple y llanamente el regalo de perderse por las calles más solitarias, de descubrir rincones insólitos y cargados de Historia. Basta con ser un personaje más transitando los fríos suelos de piedra y decidiendo qué calle tomar basándose exclusivamente en el azar. Recomiendo deshacerse de los mapas por unos instantes y dejarse llevar por la atmósfera de este núcleo medieval que alterna pasado y futuro tras las mismas puertas, los mismos sabores, los mismos atardeceres.

Callejear es la clave en Tallinn. Es una ciudad no demasiado grande, pero con mucho por ver más allá del ruido y las nueces. Con casi una taberna por habitante y un museo por cada diez metros, es fácil encontrar el qué, el dónde y el cómo. Simplemente caminar, ver, sentir. No hace falta nada más.

PARA HACER VISITA GUIADA:

Si queréis hacer la visita a Tallinn de manera organizada y privada con guía en castellano tenéis la oportunidad de contratarla de manera online y con antelación.

Y con esto pongo fin a los diez lugares que no quise perderme en Tallinn, una de las ciudades más sorprendentes y recomendables de Europa. Con un patrimonio histórico amplísimo y una delicadeza en sus formas que la hace única. Además, una de las pocas que se pueden recorrer de punta a punta conectado a internet de forma gratuita. Porque el ayer no está reñido con el mañana…

Sele

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PD: Este es uno de los artículos pertenecientes a la serie del Viaje a las Repúblicas Bálticas. Recuerda que puedes consultar información esencial del mismo, así como posts relacionados en…

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