Un paseo por Nimes, la ciudad más romana de Francia
No sería en absoluto arriesgado asegurar que Nimes se trata de la ciudad más romana de Francia (seguida muy cerca de Arlés, eso sí). Mucha culpa tiene para ello que la antiguamente conocida como Nemausus mantenga tanto el anfiteatro como el templo en el mejor estado de conservación posible, así como numerosos restos con más de 2000 años de antigüedad. Pero Nimes va mucho más allá de su pasado romano, en realidad. La ciudad occitana dibuja en un entramado urbano pequeño, coqueto y manejable, la metáfora perfecta de la buena vida y costumbres de la cultura mediterránea. Entre recios e imponentes monumentos teje una red de callejuelas estrechas que se desahogan en gruesos bulevares y frondosos jardines garantes de un cada vez más valioso anonimato ciudadano. Aquí gusta el terraceo, ir de tapas y se vive con fervor la afición por la tauromaquia. Lo mismo da incluso Picasso que José Tomás. Se escucha hablar el castellano en calles y cafés con cierta soltura y el sonido de las guitarras viaja por los balcones en las largas noches de feria. Porque, en efecto, a esta ciudad le va la marcha.
Puente de Occitania con una Provenza que le queda muy próxima, se condimenta con un poquito de Roma, otro poco de España, una buena pizca de Francia y mucho de la cultura del Mediterráneo. El resultado, un plato delicioso e ideal para saborear en una y mil escapadas al sudeste francés. El resto de los ingredientes vienen en forma de ideas a continuación, donde trataré de narrar como pueda, tras dos viajes diferentes a esta ciudad, diez lugares que ver en Nimes y que para mí son indiscutibles. Lo mejor para aprovechar un viaje a esa ciudad que tiene por escudo un cocodrilo encadenado a una palmera y que unta brandada de bacalao para el aperitivo.
Nimes, Nemausus, el cocodrilo y la palmera (Un poco de Historia)
Sí, has leído bien, el escudo o emblema de Nimes es un cocodrilo unido a una palmera con una cadena. – ¿Y qué tendrá que ver este gran reptil con una ciudad francesa? – te preguntarás. Más de lo que puedas imaginar, te lo aseguro. No se trata, ni mucho menos, de una ocurrencia del diseñador del logotipo actual, Philippe Starck (que lo mismo te diseña sillas que un teléfono móvil). Todo tiene un fondo que viene de mucho más atrás, para ser exactos, de los tiempos de Cleopatra y Marco Antonio. Habría que retrotraerse a la derrota de ambos aliados en la batalla de Actium en el año 31 antes de Cristo contra las naves del Emperador Augusto. Roma sometía por fin a Egipto y cerraba un círculo de dominación en todo el litoral mediterráneo. En este ejército, al parecer, habría cientos de soldados galos asistiendo a Roma para alzarse con la victoria definitiva. Para conmemorar este hecho se acuñó una moneda donde un cocodrilo atado a una hoja de palmera simbolizando el sometimiento total de Egipto por parte del Imperio romano. Y por escrito en este honorable dupondio (moneda que equivaldría a dos ases o medio sestercio), aparecía escrito COL NE refiriéndose a la Colonia Augusta Nemausus y reflejando, por tanto, la duradera alianza de esta ciudad con Roma.
Nemausus fue un pueblo galo mucho antes de formar parte del Imperio romano. De hecho conservó su nombre, Nemauso, aunque se latinizó como sucedería en tantos otros lugares de la Galia. En torno a un manantial y una colina se fundó miles de años atrás un oppidum celta (Actuales Jardins de la Fontaine) bien fortificado y con una torre en el centro. Construcción defensiva que reforzaron los romanos prácticamente duplicando su tamaño y engrosando sus muros para crear la conocida como Torre Magna, la cual sigue hoy día vigilando no sólo la ciudad de Nimes sino un amplio espacio de muchos kilómetros a la redonda. Nemausus llegó a tener más de 25.000 habitantes, cifra nada desdeñable, por lo que la ciudad fue creciendo más allá de la colina. Con sus templos, su gran foro y, por supuesto, un inmenso anfiteatro desde el que seguir diversos espectáculos con gladiadores y animales como protagonistas ante un público enfervorecido.
Celta, romana y, por supuesto medieval. La ciudad de Nimes aprovechó las construcciones antiguas para edificar viviendas y cerrarse en torno a su catedral. ¡Incluso hubo un pueblo de 2000 personas dentro del propio anfiteatro romano! Y entre las guerras de religión a la II Guerra Mundial pasando por la Revolución francesa llegó hasta nuestros días con un carácter prácticamente intacto, tocando lo mejor de la buena vida mediterránea y convirtiéndose en una de las ciudades más interesantes que visitar en Francia. Por méritos propios. Nadie, salvo su propia historia, le ha regalado nada. Nimes sería, de hecho, un ostentoso y a la vez delicado regalo que poder abrir, al menos, una vez en la vida.
¿Qué hacer y qué ver en Nimes? Consejos para una escapada
Tras viajar a Nimes en un par de ocasiones he recopilado una serie de lugares y consejos para disfrutar de lleno la ciudad. Se trataría de un plan ideal para hacer en dos días de viaje, aunque hay quien, apretando un poco, reduce la visita a uno sólo. Todo, eso sí, a pie. El coche aparcado hasta bien volver a casa o seguir de viaje camino a la Provenza/Costa Azul, ahondar por Marsella y alrededores, el interior (Avignon, Beaucaire, Pont du Gard) o recorrer Camarga o la costa occitana (Rosellón/Languedoc). Una selección de monumentos, museos, calles imprescindibles, restaurantes, tiendas y miradores desde los cuales poder ver Nimes en todos los ángulos posibles.
1. Visita Las Arenas, el anfiteatro romano mejor conservado del mundo
Las Arenas no es un coliseo cualquiera. Es, según los expertos, se constituiría como el mejor preservado de cuantos levantó Roma hace dos mil años. Fíjate si está en buen estado, que aún siguen celebrándose en este anfiteatro corridas de toros (son muy aficionados y cantidad de matadores españoles acuden a su feria), conciertos de artistas consagrados que adoran su acústica y ambiente e incluso festejos multitudinarios como los Grandes Juegos Romanos, a comienzos de mayo de cada año, donde se dan desfiles, ejercicios ecuestres, combates simulados o carreras de aurigas, y el público cambia la vestimenta actual por togas o túnicas.
Recomiendo no perderse este vídeo de los Grandes Juegos romanos (edición 2018) para comprender cómo fue y es L’Amhithéatre de Nîmes
Las Arenas deben ser apreciadas lentamente, sin prisa alguna. En primer lugar bordeando a paso lento este coliseo con 21 metros de alto en dos niveles de arcos en su fachada. Escudriñando ángulos, asomándose a sus oscuros arcos. La estatua de un torero recuerda a los accesos de Las Ventas en Madrid, pero para volver a Roma y comprender este lugar no te puedes quedar fuera. Hay que entrar. Sólo así te darás cuenta de que este coliseo no es un círculo y perfecto como podría parecer desde fuera sino una gran elipse. En el graderío preparado para recibir a nada menos que 24.000 espectadores que, por cierto, no pagaban por asistir a los espectáculos de gladiadores (panem et circenses, ya se sabe), puedes hacerte a la idea de cómo debía presenciar un combate. O no, salvo que acudas a una recreación histórica y la sangre sea salsa de tomate. Mucho mejor, no cabe duda.
En la Edad Media el anfiteatro romano de Nimes se convirtió en una ciudadela fortificada y superpoblada dentro de la propia ciudad. Se levantaron casas, almacenes, cuerteles e incluso iglesias. Fue utilizado el propio coliseo como cantera principal, lo cual se aprecia hoy día en algunas partes del interior, llegando a ser habitado por más de 2000 personas. Y esta situación llegó hasta comienzos del siglo XVIII cuando los últimos habitantes de Las Arenas fueron expulsados y sus casas derribadas para volver a utilizar esta construcción antigua como centro de espectáculos. La primera corrida de toros se celebraría en 1853. Así hasta llegar a hoy.
El coste de la entrada a Les Arènes es de 10€ (niños menores de 7 años no pagan). El recinto abre a diario mañana y tarde de manera continuada (enero, febrero, noviembre y diciembre de 9:30 a 17:00, marzo y octubre de 9:00 a 18:00, abril mayor y septiembre de 9:00 a 18:30, junio de 9:00 a 10:00 y los meses de julio y agosto de 9:00 a 20:00 horas). Siempre que no haya espectáculo previsto. En esos casos cierra sus puertas. Y no sucede pocas veces precisamente, por lo que es aconsejable consultar las fechas de cierre y horarios actualizados en la web oficial https://tickets.arenes-nimes.com/home
Entradas combinadas al mundo romano de Nimes. ¿Compensa?
Si se tiene pensado acceder a monumentos romanos de Nimes más allá de Las Arenas, resulta conveniente conocer las opciones de pases combinados existentes, puesto que se puede ahorrar dinero en entradas. Por ejemplo, el Pass Nîmes incluye el acceso a los tres clásicos (Anfiteatro Les Arènes + Maison Carrèe + Torre Magna) a un precio de 13 euros cuando por visitarlos por separado costaría 19,50€ (válido para 3 días). Mientras que el Pass Romain incluiría además el teatro antiguo de Orange (aprox a 50 km) y Le Musée d’Art et d’Histoire d’Orange a 18,50€, lo que compensa si se tiene pensado visitar ambas localidades. Aunque mi consejo es hacerse con el Pass Romanité que incluye por 17€ el anfiteatro romano, la Maison Carrée, la Torre Magna y el novísimo y recomendable Musée de la Romanité (inaugurado en 2018). Con él se puede entrar a los lugares más importantes de pago en Nimes y, de paso, te ahorras 8,5€ (válido durante 3 días).
Estos pases se venden en los lugares mencionados, por lo que el único cambio a realizar es pedir un Pass Nîmes, un Pass Romain o un Pass Romanité en vez de una entrada individual. Así de fácil.
2. Viaja en el tiempo en la Maison Carrèe
Puede que el anfiteatro romano acapare buena parte de las miradas y fotografías de los visitantes que arriban a Nimes para disfrutar de esta ciudad del Departamento de Gard. Incluso que alcance cierto protagonismo. Pero ten esto en cuenta. No existe mejor postal de Nimes que la de la Maison Carrèe. No importa la hora del día que sea. Porque puede, aunque lo dude, que haya en el mundo romano un templo del siglo I parecido a éste. Ahora bien, ten la seguridad de que jamás encontrarás uno mejor. En el emplazamiento del antiguo foro romano, la plaza pública flanqueada por soportales y columnas que ahora sólo se imagina, se yergue sobre unas escalinatas un precioso templo edificado en honor a los nietos del emperador Augusto, Cayo y Lucio César (llamados los príncipes de la juventud). Este edificio, que mantiene gracias a acertadas restauraciones un blancor que centellea en los días soleados (y aporta cierta luminosidad en los más nubosos), se sitúa en el norte del centro histórico, a escasos minutos caminando desde el anfiteatro, y a no demasiada distancia del oppidum celta donde se originó la ciudad. En realidad, como siempre en esta ciudad, todo está lo suficientemente próximo como para no decir nunca que algo queda lejos.
El culto al Emperador era tan importante como adorar a todos los dioses del mundo romano, por lo que siempre había templos para honrarle tanto a él como a su divina familia. Ese era el objetivo, al parecer, de la Maison Carrèe, un elegante conjunto de corte imperial donde impolutas columnas de capiteles corintias alzan un pórtico perfecto que se explica, como todo el edificio, en el uso que ha tenido de manera de manera continuada. Ha sido de todo. Desde casa particular a consulado, convento, caballeriza, sede departamental, archivo y, desde 1823, el primer museo de Nimes y probablemente a muchos kilómetros a la redonda. Entonces dedicado a las Bellas Artes. Ahora su interior, que es de pago (6€ individualmente, son válidos los pases combinados y abre todos los días mañana y tarde), muestra un audiovisual muy buen hecho sobre la época romana en Nimes así como la historia del edificio.
Es apreciable la labor de Norman Foster, creador del adjacente Carrée d’art, así como las labores de restauración efectuadas en el monumento y la plaza en 1993, que entonces tenía un deterioro importante. Los vehículos pasaban justo detrás del templo y la piedra permanecía ennegrecida. Cuando terminó la limpieza de la Maison Carrée los nimeños quedaron realmente impresionados por un fulgor que no se veía desde los tiempos de la Antigua Roma.
3. Pasea por los Jardins de la Fontaine y sube a la Torre Magna
El pulmón de la ciudad de Nimes empieza a respirar profundo cuando desde la Place Antonin (dedicada al Emperador Antonino, cuya estatua se yergue en este lugar desde mediados del siglo XIX), a escasos dos minutos al norte de la Maison Carrée, se toma Quai de la Fontaine para perseguir el canal que nace unos metros más adelante, en el que se puede considerar el origen de la ciudad en tiempos de la Galia. El secreto está en un manantial, razón por la cual se establecieron aquí los celtas mucho antes de que llegaran las huestes romanas. Ahora, junto a un templo semiderruido y próximo al ideal romanticista, todo esto es parte de unos extensos jardines con fuentes dieciochescas que se iluminan cada noche. Aquí, tanto nimeños como turistas, vienen para dejar de lado cualquier connotación urbana para perderse por los senderos, buscar plantas raras, dar de comer a los patos o sentarse a admirar los monumentos. La mayoría, aunque no siempre, suben hasta la cúspide de la frondosa colina para encontrarse de cara con La Tour Magne (Torre Magna), desde donde, 32 metros más arriba, se puede contemplar tanto Nimes como la campiña que tiene alrededor.
Pinos y robledales jalonan el camino a este noble monumento levantado sobre una torre celta anterior, aunque siendo ésta última el doble de grande de su proyección prerromana, si bien le falta una parte presa del derrumbe. Antiguamente llegó a haber más torres, aunque ninguna tan grande como ésta, que se entrelazaban en una muralla de 7 kilómetros de largo (tenía 10 puertas de entrada) y abrazaba una superficie de 220 hectáreas.
Algo más de 100 escalones de una carretera de caracol llevan hasta un mirador desde el cual se observa la ciudad. El precio de la entrada es de 3´5€ (obviamente son válidos los pases combinados) y abre a diario tanto mañana como tarde. Más que el interior de la torre, lo mejor es la manera de llegar hasta ella por los exuberantes jardines de estilo italiano de La Fontaine.
4. No te pierdas los tesoros exhibidos en el nuevo Musée de la Romanité
Con la cantidad de piezas halladas en las incontables excavaciones arqueológicas que se han llevado a cabo en Nimes, era incomprensible que hasta el verano de 2018 la ciudad no contara con un museo a la altura de su rico patrimonio. Frente al anfiteatro de Las Arenas, en un edificio moderno cuyas «teselas» de cristal reflejan el coliseo como un puente entre el pasado y el presente, le Musée de la romanité alberga una colección de extraordinario valor que supera las 5000 piezas arqueológicas. Pero, sin conformarse en ser un mero expositor, este museo viaja directamente al siglo XXI para lograr ser didáctico, ameno, interactivo y tecnológicamente puntero. La joya de la corona desde la cual meterse en la túnica de un ciudadano cualquiera de Nemausus y viajar por el esplendor de una época histórica esencial para comprender no sólo la ciudad sino cómo era la vida «a la romana» en tiempos del Imperio.
Estatuas, estelas funerarias, partes de edificios históricos, mosaicos, monedas, incontables objetos de la cotidianeidad de una colonia romana se reúnen en un punto de encuentro único y esencial. Tanto para expertos como para neófitos, da igual si adultos o niños. La experiencia de visitar este museo es reconfortante y se antoja como uno de los imprescindibles, con todo merecimiento, de Nimes.
El precio individual de la entrada es de 8 euros (Por 9€ más con el Pass Romanité se pueden visitar además Las Arenas, la Maison Carrée y la Torre Magna) y abre todos los días entre abril y noviembre de 10:00 a 19:00, mientras que desde comienzos de noviembre hasta el último día de marzo cierra los martes y el horario varía de 10:00 a 18:0o horas. Además es posible subir a la azotea (gratis) y ver otra perspectiva de Las Arenas. O, mejor idea, comer o cenar en el fabuloso restaurante-terraza La Table du 2 y tener siempre presente al símbolo más inequívoco de Nimes.
Otros museos de Nimes
La oferta museística de Nimes no termina en la Romanité. Junto a éste se puede visitar le Musée des Cultures Taurines, que muestra la tradición de los festejos taurinos tanto en Nimes como en otros lugares del Mediterráneo, por supuesto, España en el foco. En la fecha en la que fui había una interesantísima exhibición de grabados de Goya sobre esta temática. También el antiguo palacio episcopal, en Place aux Herbes a un costado de la catedral el Museo del viejo Nimes (Musée du Vieux Nîmes) muestra mobiliario y objetos valiosos de distintas épocas históricas, así como la importancia de la industria textil de quien se considera el origen más certero de los pantalones vaqueros. Frente a la Maison Carrée, un edificio de Norman Foster, Carrée d’art, tiene muestras de arte moderno y fotografía.
5. Recorre el casco viejo de Nimes
Entre Las Arenas y la Maison Carrée resulta agradable callejear siguiendo el trazado medieval, aunque la mayor parte de los edificios no correspondan a esta época sino más bien a los siglos XVIII y XIX. Existen excepciones, por supuesto. Además de la catedral (y su glorioso friso románico), merece la pena detenerse en la fachada del número 2 de Rue de la Madeleine, justo antes de acceder a la Place aux Herbes, donde se aprecia un bestiario de la época. En esta parte de la ciudad aparece la Nimes de los escaparates con encanto como muestra de un todavía boyante pequeño comercio. Tiendas que se dedican a vender arte moderno, chocolaterías (la mejor frente a la catedral), cómics o factorías donde se elabora la mejor brandada de la ciudad como la que hay próxima a la torre del reloj (Rue de l’Horloge, número 9).
Es típico tomarse algo a la sombra en algunas de las terrazas de Place du Marché, reconocible por tener una plantada una palmera así como una fuente con un cocodrilo de piedra, icono de la ciudad o, si se tiene cierta curiosidad, entrar sin llamar al edificio del Ayuntamiento (Place de l’Hôtel de ville) y comprobar cómo sobre la escalera principal, colgando del techo, hay cuatro enormes cocodrilos del Nilo disecados hace siglos.
En verano el centro del Nimes está muy animado, sobre todo porque sus callejuelas estrechas reciben mucha sombra y permanecen algo más frescas, pudiéndose mitigar las elevadas temperaturas que se dan en esta época del año.
6. Lee el espectacular friso historiado de la catedral de Nimes
Basilique-Cathédrale Notre-Dame-et-Saint-Castor es el nombre del edificio religioso más importante de Nimes. Si bien no se trata de una de las catedrales más hermosas de Francia, puesto que su interior está completamente renovado y alejado de cómo fue en el pasado tras ser objeto de las guerras de religión, conserva por fortuna una interesantísima fachada románica. Pero el valor, al contrario que en la mayoría, no está en la portada sino en el friso superior repleto de escenas del Antiguo Testamento que arranca precisamente con Adán y Eva. Dicho friso está considerado como una de las obras más geniales de la escultura románica en el sur de Francia. Los conjuntos escultóricos más antiguos son los seis primeros, en torno al siglo XI, mientras que los demás, en los que se aprecia un mayor nivel de detalle, fueron modelados con posterioridad.
Es sabido que los conjuntos religiosos historiados en la Edad Media fueron, algo así, como viñetas de cómics completamente comprensibles para un pueblo llano que no sabía leer ni escribir. Algunas veces, como es en este caso, muestran capítulos sobradamente conocidos de la Biblia. Otras, en cambio, sobresalen escenas tétricas y aleccionadoras con lo que les espera a los pecadores después de dejar este mundo.
7. Date un homenaje gastronómico. Y tapea. Sí, tapea.
A la ecuación del anfiteatro romano, la Maison Carrée, la Torre Magna, los museos y la ciudad vieja le falta un elemento indispensable para despejar la incógnita. Se trata, cómo no, de la gastronomía. Y es que en Nimes comer bien no es opción sino devoción. Y de las buenas. Hay cantidad de restaurantes y terrazas en calles y plazas donde descansar las piernas entre tanta visita turística, dejarse llevar por una buena conversación entre unos manteles y dar provecho al sentido del gusto.
¿Dónde comer en Nimes?
Aquí van algunos restaurantes que recomiendo en Nimes para que tomes nota. Todos ellos en el centro turístico de la ciudad o próximos a los principales monumentos:
- Le Wine Bar Le Cheval Blanc (1 Place des Arènes): Frente a la cara sur del anfiteatro romano, se trata con toda probabilidad del restaurante con más solera de Nimes. El espacio interior abovedado viene completamente decorado con artesanía y motivos taurinos, entre los que destaca un gran caballo blanco de madera. Pero lo mejor, por supuesto, es la comida (las carnes son excelentes) y la gran cantidad de vinos presentes en la carta, así como la atención. Da la sensación de que de un momento a otro van a entrar por la puerta Picasso o Ernst Hemingway, que no se perdían una sola de las ferias de Nimes.
- La table du 2 (Penúltima planta de le Musée de la Romanité): La cocina sofisticada no está reñida a los buenos precios. En la penúltima planta del mejor museo de la ciudad esta «mesa para dos» se ha convertido el favorito de muchos nimeños que desean probar buenos platos (muy bueno el tataki) con unas vistas asombrosas de Las Arenas. Eso sí, en temporada alta conviene reservar con suficiente antelación.
- Le Vintage (7 Rue de Bernis): Restaurante coqueto y agradable en una de las calles más interesantes del casco viejo de Nimes. Menús asequibles, buena carta de vinos y mejor atención. Se habla español.
- Ciel de Nimes (16, place de la Maison Carrée): En la tercera planta del Carrée d’Art se puede comer con vistas a la Maison Carrée el mejor steak tartar de la ciudad. Se llena enseguida por lo que no está de más reservar mesa con cierta anticipación.
Por toda la ciudad se ven letreros que hablan de TAPAS. Y es que les encanta tapear como buenos aficionados a las costumbres españolas. Cierto es que aquí las tapas que te ponen no son gratis nunca, sino de pago. ¡Pero se agradece el detalle! (Nota: La salsa brava tiene de brava lo que una estrella de mar).
8. Degusta (y compra) brandada de bacalao, el clásico aperitivo nimeño
En Nimes tienen pasión por la brandada de bacalao. No sólo se toma en bares o restaurantes sino que también se hace en las casas particulares cuando hay invitados o la ocasión lo merece. Se machaca el bacalao hervido y se hace una emulsión en la que se añade aceite de oliva, pudiendo llevar también ajo y perejil. Es un plato para untar. Hay diversas variantes, pero para encontrar el mejor producto hay que ir Rue de l’Horloge, número 9, muy cerca de la torre del reloj y también a corta distancia del mercado cubierto (Le Halle) para encontrar una tienda con encanto en el que se prueba la brandada antes de comprarla. La Maison de la Brandade «La Nîmoise» es el resultado de cuatro generaciones trabajando en este clásico de la cocina occitana y catalana que se extendió a buena parte de Europa. No se me ocurre mejor recuerdo que llevar a casa para saborear Nimes una vez se ha regresado.
9. Nîmes la nuit
La noche de Nimes es siempre joven. Da igual la época del año que se trate, pero hay algo de más ambiente en bares y restaurantes que en otras muchas ciudades francesas. Y si se coincide con la feria o algún evento importante, es de las de irse tarde a la cama. Pero aunque no se sea mucho de salir de fiesta, siempre es aconsejable dedicarle un rato a ver a esta ciudad anochecer. Su hora azul, ese instante mágico de luz cuando el sol se ha ocultado del todo pero aún el cielo no está completamente oscuro, es especialmente intensa en la Maison Carrée. Yo, que para estas cosas soy un romántico, acudía por las noches para sentarme en uno de los costados del templo romano y disfrutar del silencio sobre piedras levantadas hace dos mil años. El escenario es, sin duda, difícil de superar.
10. Hacer alguna visita o excursión y descubrir otros lugares interesantes que ver cerca de Nimes
Nimes puede ser una base formidable para hacer escapadas de un día o medio día y regresar a dormir. A bote pronto se vienen a la cabeza a medieval Beaucaire a orillas del Ródano (25 km), Orange y su teatro romano (54 km), el Parque Natural de la Camarga (38 km) , territorio lagunero ideal para observar aves acuáticas y estupendos paisajes, la fortificada Aigues-Mortes, que sirvió como punto de partida para las Cruzadas y, por supuesto, Arlés (33 km), la hermana provenzal de Nimes en la que hay otro anfiteatro bien conservado (y que también ofrece espectáculos) y se pueden seguir las huellas de su huésped más especial, Vincent Van Gogh. Aunque quizás la excursión más famosa de todas es la del Pont du Gard (a 22 km), probablemente el puente romano más espectacular de Francia.
En mi caso utilicé en un par de ocasiones a Nimes como puente hacia la Provenza/Costa Azul. Ciudades como Marsella, Avignon o Aix-en-Provence quedan a menos de hora y media de coche. Y desde allí ya después, sea en coche o incluso en tren, se puede extender la visita varios días, ya no con Nimes como base, a ciudades como Cannes, Niza o incluso llegar al Principado de Mónaco.
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Nunca he ocultado que Francia es uno de mis países preferidos para preparar buenas escapadas. Obviando la inimitable ciudad de París me gusta perderme ya sea en el Valle del Loira, la Provenza/Costa Azul, el Périgord, los pueblos medievales de Midi-Pyrénees en el sur, el País del Cognac saltando a la Isla de Ré, el encantador País Vasco francés o buscando historias de la I Guerra Mundial en la región de Nord-Pas-de-Calais. Así que en este blog encontrarás mucho contenido sobre escapadas al país vecino. Si quieres ver toda la información reunida lo mejor es clicar en www.elrincondesele.com/tag/francia y podrás leer todos los escritos sobre este país ordenado por fecha de publicación de más a menos reciente.
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