Una ruta por el País del Cognac en Poitou-Charentes - El rincón de Sele

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Una ruta por el País del Cognac en Poitou-Charentes

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El color ámbar desprendido por una copa de cognac (o coñac) añejo no sólo recoge el aroma perfumado de uno de los brandys más famosos del mundo sino que también nos acaricia suavemente los labios con un pedacito de Francia. Este aguardiente surgido de la doble destilación de los vinos producidos en una pequeña región bañada por el río Charente, en el oeste del país vecino, sobrevuela los paladares de un terruño vestido de viñedos, castillos, catedrales románicas y burros de pelo largo con pantalones. Érase el País del Cognac, una ruta deliciosa por los lugares que dan nombre en Poitou-Charentes a una celebérrima Denominación de Origen de Brandy en cuya ciudad emblema vino a nacer el mismísimo Rey Francisco I de Francia, monarca de las letras y el Renacimiento galo cuya rivalidad con el Emperador Carlos V marcó por completo el siglo XVI en una Europa que no hacía más que cambiar sus mapas.

Saint-Martin-de-Ré (Isla de Ré, País del Cognac)

Ciudades como Cognac, Angulema, La Rochelle o la bella Isla de Ré forman parte de un recorrido de varios días con mucho que ver y ofrecer. Una ruta por el País del Cognac sirve en copa un viaje idílico a esa Francia donde el campo parece más verde y el cielo más azul. 

El País del Cognac, la Francia añeja con brisa atlántica

Si bien ayuda un poco, no es necesario ser un entusiasta del coñac, ni tan siquiera entender demasiado sobre esta bebida espirituosa, para disfrutar por completo de una zona que abarca algo más que Angulema al oriente y llega a introducirse en aguas atlánticas para pisar la idílica Isla de Ré. En realidad, aunque la sangre de la tierra posea el color caoba de los coñacs buenos (y caros) VSOPXO (siglas que responden a Very Special Superior Old Pale Xtra Old), este destino goza de demasiados lugares (y motivos) interesantes como para ser definido únicamente por una Denominación de Origen. Si que nos sirve, por supuesto, para delimitar esta parte del oeste de Francia atravesada por el Río Charente que diseña un paisaje reverderecido por los viñedos, donde las viejas casonas medievales de piedra blanca cierran sus contraventanas de madera grisáceas y surgen de manera espontánea torreones de iglesias románicas, fabulosas catedrales e incluso tejados de castillos que continúan estando habitados.

Copas de Cognac en el castillo Baron Otard (Cognac, Francia)

Ruta para un viaje al País del Cognac en Poitou-Charentes (Lugares que ver)

Cuando tuve la inmensa suerte de viajar al Departamento de Poitou-Charentes, entre Aquitania y Bretaña, en el oeste de Francia, conté con algo menos de una semana para recorrer en coche algunos de sus lugares más emblemáticos. Tras volar a Burdeos desde Madrid con Air Nostrum, la aerolínea española que más conexiones tiene entre España y el país galo, puse la primera pica en Angulema, la capital del cómic en Europa (situada a 120 km al norte). Desde ahí la segunda etapa me llevó hasta Cognac, concretamente hasta el castillo donde nació Francisco I y en cuyas bodegas elaboran los coñacs clásicos más famosos del mundo. Desde ahí a Isla de Ré, un lugar que cuenta con una luz maravillosa y que parece más mediterránea que atlántica, para rematar faena en La Rochelle, la más rebelde de las ciudades en el occidente francés.

Mapa con la ruta realizada en el País del Cognac (Poitou-Charentes, Francia)

Consistió en un viaje de cuatro días que pudo haber dado para una semana o más, dependiendo si hubiese deseado alargar la estancia en Isla de Ré, donde uno puede pasarse unas largas vacaciones de bicicleta, playa, faros y heladerías. Se trata de una ruta sencilla, donde las distancias son bastante cortas y que se puede hacer en coche propio o de alquiler. Obviamente también en transporte público, aunque se nos limiten algo más nuestras posibilidades (sobre todo en la isla) y tiempos (¡Ay, el tiempo, el gran enemigo del viajero!).

Sele en La Rochelle (Poitou-Charentes, Francia)

En caso de no llevar coche propio una buen opción es volar a algún punto cercano tipo Burdeos o incluso Nantes y alquilar un coche con el que recorrer la zona. Para alquiler de coches puede ser buena idea comparar precios en una web como Rentalcars.com, que trastea entre las compañías conocidas (Hertz, Avis, Sixt, Budget, etc.) y suele ofrecer descuentos de hasta un 15%. Además es bastante fácil y manejable.


He aquí las reseñas sobre los lugares visitados y que deben formar parte de toda ruta por el País del Cognac en el oeste de Francia:

Angulema (Angoulême)

Sobre una colina se encierra la ciudad alta que vio nacer en su castillo (ahora Ayuntamiento) a varios miembros de la casa Valois-Angoulême, entre ellos la hermana de Francisco I, que serían Casa Real de Francia desde 1515 hasta su final desastroso en las Guerras de Religión. Hoy este castillo reformado con aires palaciegos del XIX, que permite subir a uno de sus torreones, conforma una de las visitas más interesantes de Angulema. Como lo es, por ejemplo, la Catedral de San Pedro y su espectacular fachada historiada de la Edad Media donde los relieves parecen hablar por sí solos.

Fachada de la Catedral de Angulema (Francia)

Quién sabe si aquella fachada con más medio centenar personajes principales tuvo que ver con el vuelco que tendría la ciudad a mediados de los años setenta. El boom de las historietas, ahora llamadas cómics en todo el planeta, atrajo a los mejores genios del momento como Hergé, Hugo Pratt, Moebius, Uderzo, Will Eisner y compañía para dar comienzo concretamente en 1974 con el Festival Internacional del Cómic de Angulema (oficialmente en francés Festival International de la Bande Dessinée d’Angoulême). A partir de entonces en cada edición la población de la ciudad se multiplica por diez, las exposiciones inundan las calles y se conceden los premios más importantes del cómic en territorio europeo. Pero la cosa no queda ahí, desde principios de los ochenta año tras año los cómics han pasado a edificios, casas, ventanas e incluso buzones de correos de Angulema donde se plasman escenas de algunas de las historietas más populares.

Muro pintado de Angulema

Angulema ofrece a los viajeros la posibilidad de perseguir estos dibujos o murales pintados en los lugares más insospechados. Existe una ruta promocionada por la Oficina de Turismo de Angulema en la que se puede seguir la pista de más de veinte dibujos de cómic tanto en la ciudad alta como a las afueras de Angulema. Hay edificios enteros convertidos en viñetas y no es raro ver pasar por una ventana al mismísimo Lucky Luke siguiendo el rastro a los hermanos Dalton. No cabe duda que Angulema es una ciudad de cómic, para muchos su capital en territorio europeo.

Lucky Luke y los Daltos pintados en un edificio de Angulema (Poitou-Charentes, Francia)

CONSEJO: Para dormir en la ciudad alta, junto al Palacio de Justicia de estilo neoclásico, el Hotel du Palais (www.hotel-angouleme.fr) provee de habitaciones personalizadas con distinta decoración y colores (yo dormí en una completamente azul) en un edificio del siglo XVIII con una preciosa escalera central de la época. Precios desde 60€.

Ya está disponible en este blog un reportaje completo sobre la ciudad titulado: Angulema, un viaje a la ciudad del cómic

Cognac

El corazón de una Denominación de Origen se ocupa de ponerle nombre a esta región de viñedos de los que se obtiene uno de los mejores brandys del mundo. El cognac (o coñac) dicen que surgió a finales del siglo XVIII cuando los viticultores en plena escasez de demanda de vino decidieron envejecer su excedente en barrica de roble francés durante años convirtiéndolos en aguardiente con un sistema de doble destilado en alambiques tradicionales. Sólo se puede hacer coñac en los lugares que marca esta D.O en el oeste de Francia pero los más puros se encuentran, como no podía ser menos, en Cognac. De hecho esta ciudad con cierto encanto a orillas del río Charente tiene una gran historia ligada a la monarquía y a esta bebida espirituosa. Y es que en el castillo que vio nacer a Francisco I, Rey de Francia entre 1515 y 1547, se elabora coñac desde hace más de dos siglos tras ser adquirido por el Barón Otard en 1795 una vez le fue arrebatado a la corona con motivo de la Revolución francesa.

Galerías del castillo de Cognac donde nació Francisco I (diseñadas por Leonardo Da Vinci)

Las bodegas subterráneas de un castillo que conserva algunas dependencias diseñadas por Leonardo Da Vinci (como la sala de guardia), al ras del Charente, poseen la humedad, clima y beneficios necesarios para el envejecimiento en barrica de lo que termina siendo puro ambar líquido. El coñac, tras guardarse en bodegas durante años, décadas o incluso siglos (hay añadas de 1860) se saborea después en una copa específica en forma de tulipán, algo ensanchada en la base que permite que respire antes de beberlo (y donde nuestras manos deben servir para calentar momentáneamente el cáliz, al contrario de los vinos que se toman del tallo o la base). Todo esto se aprende en una visita guiada por las principales salas del castillo y la bodega donde se elabora desde 1796 un coñac con solera como es Baron Otard, vendido en todo el mundo. El precio de la visita guiada va desde los 10 euros para arriba, dependiendo de la calidad del coñac que se vaya a degustar, y permite conocer tanto el castillo como el espacio físico de las bodegas.

Bodegas de Cognac en el castillo del Baron Otard donde nació Francisco I de Francia

Isla de Ré

Separada de La Rochelle por un puente de 3 kilómetros desde 1998 siempre ha sido un mundo aparte en la costa atlántica de Francia. De hecho tiene tantos días soleados como la famosa Costa Azul y su luz siempre resultó ideal para los pintores que dibujaron sus escenarios. Isla de Ré, de apenas 30 km de largo y 5 de ancho, es un destino vacacional que cuenta con fabulosas playas de arena, poblaciones con encanto y Patrimonio de la Humanidad como Saint-Martin de Ré (fortificado magistralmente por Vauban, Mariscal de Luis XIV), delicias urbanas frente al mar como La Flotte o estancias tranquilas del tipo de Ars-en-Ré, estos últimos en la lista de los pueblos más bellos de Francia (Les plus beux villages de France).

Fachada de Saint-Martin-de-Re (Isla de Ré, oeste de Francia)

Isla de Ré es un lugar perfecto para alquilar una bicicleta y dejarse llevar por sus 100 kilómetros de ciclovías, buscar la cima en el Faro de las Ballenas (sea cual sea la hora del día subir a él es muy aconsejable) o perderse en las salineras (el sector que lleva funcionando en la isla desde tiempos de los romanos). Se pueden recorrer en bici o en coche varios pueblos a escoger entre la decena que tiene (los mencionados son los que resultan más pintorescos), pasar días tirados al sol en la playa (Le Bois-en-plage es magnífica) o simplemente dejarse acariciar por la brisa atlántica de sus calles empedradas y por la buena gastronomía (para quienes les gusten las ostras es un paraíso).

Faro de las ballenas (Isla de Ré, Francia)

CONSEJO: Para buscar tranquilidad a la hora de alojarse es un acierto en calidad y precio el Hotel Le Senechal de Ars-en-Ré (6 Rue Gambetta, web www.hotel-le-senechal.com), con habitaciones sencillas y sumamente silenciosas, un patio interior magnífico lleno de flores e incluso una piscina pequeña para refrescarse con la llegada del buen tiempo. Lo que viene siendo un hotel con encanto a poco más de 60€ la noche. Para comer en Saint-Martin no os perdáis la terraza al aire libre del restaurante Coté Jardin donde elaboran platos típicos con productos del mar y un steak tartar delicioso (14 rue Emile Atgier, web www.restocotejardin.fr ).

Hotel Le Senechal en Ars-en-Ré (Isla de Ré, Francia)

Ya está disponible en este blog un reportaje completo sobre la isla titulado: Isla de Ré, un baño de luz en la costa atlántica de Francia

La Rochelle

Los porqués de la insistencia del Rey de Francia y su mariscal Vauban por fortificar Isla de Ré tienen que ver con la protección de La Rochelle por medio de una férrea frontera marítima que detuviera las incursiones inglesas. De hecho la propia ciudad de La Rochelle también estuvo bien protegida. Nada más entrar al puerto la torre de San Nicolás, la torre de las Cadenas y la linterna (un torreón que parece de una iglesia desde el que se alcanzan las mejores vistas de la ciudad) recibía con gloria a los barcos franceses y repelía cualquier amago de invasión extranjera. Ya en la Edad Media había pasado demasiado tiempo a manos inglesas y Francia se ocupó de que no sucediera jamás. Y en cierto modo fue así, al menos hasta la II Guerra Mundial y el famoso muro atlántico de los nazis (se levantó una base submarina gestionada por el III Reich). Lo que no cayeron los monarcas absolutistas galos del XVI o XVII es de que tendrían que ser ellos mismos quienes se protegieran de La Rochelle, puesto que su mentalidad abierta permitió la entrada del calvinismo en el siglo XVI. El Cardenal Richelieu devolvió con saña y destrucción las ansias de mayor autonomía y las consideradas como peligrosas reformas eclesiásticas que la Iglesia católica no estaba dispuesta a admitir. Por eso las Guerras de religión castigaron con severidad a esta ciudad del oeste de Francia.

Los bastiones defensivos de La Rochelle (Torre de San Nicolás y Torre de la cadena)

La Rochelle se volvió a levantar cuantas veces quiso. Siempre se trató de una ciudad rica y próspera, poblada por acaudalados comerciantes y con un constante movimiento de mercancías. Con el término de «mercancías» en la época también se hablaba de los esclavos de África llevados a las colonias francesas en América. Fue entonces cuando La Rochelle se convirtió en un temible puerto negrero (sólo superado por Nantes) que cerraba un triángulo europeo, africano y americano. Los barcos salían con materias primas de Francia que vendían en el Golfo de Guinea a cambio de seres humanos, y estos eran hacinados en bodegas para ser trasladados para trabajar en la cosecha del algodón en sus colonias en el Caribe y Norteamérica. En definitiva, en La Rochelle convertida en una nueva Liverpool o Bristol el comercio de seres humanos trajo mucho dinero hasta la abolición de la esclavitud. Y eso se nota en las grandes casonas del casco histórico que cerraba una muralla del que quedan puertas de acceso como la del reloj.

La Rochelle (Francia)

En La Rochelle es obligado pararse a contemplar las casas de los comerciantes que se mecen entre el barroco y el renacimiento. Aunque los elementos góticos del palacio del ayuntamiento son también dignos de ver. El barrio viejo conserva casonas con entramados de madera que poseen una peculiaridad. Y es que las vigas están recubiertas de pizarra, algo muy inusual y con lo que se trataban de curar en salud con las termitas o la putrefacción de la madera debido al alto salitre de esta ciudad portuaria. Recorrer La Rochelle a través de sus más de 3 kilómetros de galerías porticadas en las calles cuyos nombres recuerdan los gremios es uno de los imprescindibles que debe acometer todo viajero. De ese modo nos toparemos como «la casa de las caras» en Rue des Merciers o con «La Maison de Nicolas Venette» en el número 1 de Rue Nicolas-Venette en cuya fachada además de gárgolas hay estatuas de médicos reconocidos como Avicena, Galeno, Hipócrates, etc.

Calle de La Rochelle (País del Cognac, Francia)

CONSEJO: A quienes les guste perseguir las huellas de la II Guerra Mundial si acuden al puerto de La Pallice verán cómo se conserva una base submarina que fue de los nazis y cuyas puertas gigantes abiertas entre el hormigón la delata (no visitable salvo desde fuera). Asimismo en el centro de la ciudad, concretamente en el número 8 Rue des Dames se puede visitar un búnker bajo un edificio que desde 1941 sirvió para resguardarse de los ataques aéreos a los oficiales nazis que trabajaban en la base de submarinos de La Pallice. Había pasado desapercibido hasta los años 80 en que se descubre por pura casualidad y hoy día se puede acceder a su interior de 280 metros cuadrados que conserva múltiples piezas e incluso un bar donde los oficiales nazis tomaban sus tragos mientras sonaba la alarma antiaérea (Precio de la visita 7€, abierto todos los días de 10:00 a 19:00 horas, web www.bunkerlarochelle.com).

Bunker de La Rochelle (País del Cognac, Francia)

En La Rochelle terminó para mí este viaje, que me dejó con ganas de haberlo continuado por otros rincones de Poitou-Charentes como, por ejemplo, Poitiers, Saintes, Rochefort o la Isla de Aix, en la cual Napoleón pasó sus últimos días en Francia antes de su destierro forzoso en la Isla de Santa Elena en 1815 (este año es precisamente el bicentenario de su exilio). O subir hasta Bretaña… incluso regresar a mi amado Périgord en la Aquitania. En realidad nunca me falta ilusión por seguir descubriendo Francia, un país que me apasiona y que tras una docena de viajes como mínimo, me sigue sorprendiendo. En realidad se puede decir que es como el buen coñac, que mejora su aroma y su sabor con los años…

Imagen de La Rochelle (País del Cognac, Francia)

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