12 cosas que ver y hacer en Lovaina, capital Cum laude del Brabante Flamenco
Dicen que si observas detenidamente la fachada gótica del ayuntamiento de Lovaina sientes que como si estuvieses frente a uno de esos libros que no puedes dejar de leer ni un minuto. Es, en realidad, similar a una caja de música repleta de detalles, de historias narradas a golpe de cincel e ingenio capaz de engancharte antes de que te des cuenta. Donde en torno a doscientas figuras y capiteles delicadamente esculpidos se encargan de contemplar los pasos o pedaladas de las personas que tienen a bien transitar la gran plaza del mercado. No pasa desapercibida en absoluto la joya más reconocible de una ciudad perfumada con el elixir de eterna juventud gracias al lozano público de alumnos que acuden atraídos por el prestigio de su antiquísima universidad. La misma en la que impartieron clase personajes ilustres tales como Erasmo de Rotterdam, Vesalius, Mercator o Lemaître, impulsor de la famosa teoría del Big Ben. En Lovaina nació en papel hace más de 500 años la isla «Utopía» de Tomás Moro. Una ciudad culta, fresca, vivaz y gloriosa, con aroma a buena cerveza, capaz de custodiar los secretos de los grandes pintores flamencos y a la que no le falta razón cuando se erige como poseedora de uno de los beaterios más hermosos, sino el que más, de toda la región de Flandes.
Lovaina está a tiro de piedra, o mejor dicho, de tren rápido desde Bruselas. Ni veinte minutos la separan de la capital belga. A cambio obsequia a quienes la visitan de un coqueto casco histórico, de buenas lecciones con las que galardonar ese bagaje de saberes y, en definitiva, con una deliciosa y sorprendente escapada a la capital del Brabante flamenco. Para conocer cómo sacarle el mejor partido a esta ciudad he recopilado unos cuantos consejos sobre qué ver y hacer en Lovaina en uno o dos días y, de ese modo, marcharse con las mejores sensaciones tras una visita considerada como altamente recomendable.
Lovaina – Leuven, la ciudad del saber que siempre resurge
Sedes sapientiae (cuyo significado es sede del conocimiento) es el lema en lengua latina utilizada por la Universidad Católica de Lovaina, uno de los centros académicos más antiguos, importantes e influyentes del mundo. La capital del Brabante flamenco vivió una Edad Media caracterizada por los pingües beneficios que recibía de la fabricación de tejidos. Pero aquellos dividendos obtenidos por la cuestión textil no fueron la razón de ser una de las luces más potentes de Europa, sino más bien el nacimiento de su universidad en 1425, que atrajo a personajes de gran influencia de diversísimas disciplinas. Este florecimiento intelectual se mide en los cambios propulsados por Erasmo, en los mapas de Mercator, las disecciones anatómicas de Vesalius…. Son tantísimas las personalidades ilustres que marcaron un antes y un después en el mundo desde su tribuna de Lovaina, que no se puede obviar la importancia del saber de esta ciudad histórica.
Lovaina, que ve duplicar su número de habitantes cada mes de septiembre, vive entre facultades y colegios mayores, algunos levantados hace siglos. Se siente joven e irreductible. Y con una capacidad de resistencia fuera de toda duda. Un ejemplo fue su biblioteca universitaria, que ni dos incendios provocados en las dos guerras mundiales en las que su valioso legado quedó hecho cenizas, pero que supo resurgir una tercera vez como un Ave Fénix de la cultura frente a la barbarie.
Curiosamente fue ésta la última de las cinco grandes ciudades de Flandes que pude visitar (las otras son Gante, Brujas, Amberes y Malinas). Por una causa u otra que no llego a comprender se me había resistido en mis ocho viajes a Bélgica. Así que le puse solución al asunto y tuve la ocasión de poder hacer una escapada a Lovaina, a un par de castillos excepcionales del Brabante Flamenco y a Lier, la ciudad norteña y poco conocida en la que tuvo lugar la boda de Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Pasé un par de días en Lovaina y exprimí su jugo calle a calle, pedalada a pedalada. Con el ayuntamiento gótico de la Grote Markt como testigo de excepción de mis idas y venidas por la pequeña y fascinante ciudad flamenca.
¿Dónde está Lovaina? ¿Cómo llegar hasta ella?
Lovaina (Leuven en lengua flamenca o neerlandés, Louvain en francés) se ubica a 30 kilómetros al este de Bruselas. Al norte queda Malinas a 23 km o Amberes a 50 km. Son cortos viajes por carretera o en un tren con salidas constantes (desde Bruselas el trayecto se realiza en apenas 20 minutos). Ciudades situadas en una posición más occidental como Brujas o Gante quedan a una mayor distancia, aunque en Bélgica los tiempos necesarios para trasladarse de un sitio a otro son realmente ridículos si los comparamos con otros países (De Brujas aproximadamente hay hora y media en tren).
Si se va directo desde el aeropuerto internacional de Zaventem (Bruselas) sólo es necesario un cuarto de hora de viaje en ferrocarril. De hecho, Lovaina se la considera una excursión de un día muy usual para quien está en Bruselas, tanto para el que va por su cuenta como para el que desea contar con un guía en castellano que le cuente la ciudad. Aunque si uno desea exprimir la ciudad a base de bien, puede dar para quedarse un día más sin la sensación de que sobre tiempo. Incluso con el objeto de utilizarla también como una base tranquila para explorar los alrededores del Brabante Flamenco (con castillos como Gaasbek, Beersel o Horst). Y es que hay mucho más Flandes de lo que nos podamos imaginar.
Consejos sobre qué ver y hacer en Lovaina en uno o dos días
Si tienes pensando viajar a Lovaina próximamente, toma nota sobre estas ideas o recomendaciones para una visita que te sorprenderá. Un destino ideal para los amantes de las ciudades pequeñas, de la pintura flamenca, de la arquitectura gótica, del animado ambiente universitario y, por supuesto, de la cerveza.
1. Acude en primer lugar a la Grote Markt y admira su hermosísimo ayuntamiento gótico
Poco después del nacimiento de la Universidad católica y de la construcción de la iglesia de San Pedro, el principal templo religioso de la ciudad, se ordenó el traslado a la Grote Markt (Gran Plaza del Mercado) del edificio del ayuntamiento de Lovaina (antes las dependencias de gobierno y administración se encontraban en la Oude Markt o Plaza vieja). Fue concretamente en 1439 cuando se puso la primera piedra de una construcción que requeriría de tres décadas de trabajo para levantar el que para muchos es el ayuntamiento gótico más bello del mundo.
Influenciado por el de Bruselas que se yergue en la mítica Grand Place, el edificio municipal o stadhuis de Lovaina es motivo, más que de sobra, para permitirse una escapada a la capital brabantina. Su fachada de aspecto flamígero, viene coronada por seis delicadas torrecillas octogonales. Aunque lo que más asombra a los visitantes es la colección de estatuas, nada menos que 236, en la que aparecen personajes religiosos o históricos que han tenido que ver con la ciudad como Adriano de Utrecht, Dirk Bouts, el rey Leopoldo II o incluso Napoleón Bonaparte, sin olvidar a los propios arquitectos del edificio o todos los Duques de Brabante. Pero conviene aclarar que las figuras fueron esculpidas cuatro siglos después (1850) sobre los nichos con dosel ya existentes y soportadas por ménsulas que recuerdan a los capiteles historiados de la Edad Media.
El ayuntamiento de la Grote Markt es un libro abierto en piedra para el disfrute de ciudadanos, paseantes y ciclistas que pasan a su lado cada día. Si bien el mayor interés está en el exterior del mismo, se puede conocer su interior por medio de una visita guiada en grupo (en inglés y flamenco) cada día a las 15:00 horas partiendo de la Oficina de Turismo, que queda a un costado del mismo. El precio es de 4 euros. Además el tercer sábado de cada mes se pueden visitar las bodegas y otras dependencias del subsuelo que tienen que ver con las viviendas que a comienzos del siglo XV se derribaron para levantar la espectacular stadhuis de Lovaina.
Tarjetas turísticas de Lovaina: Recomendables para ahorrar en entradas
Se pueden visitar los tres principales monumentos de la ciudad en donde se cobra entrada (Ayuntamiento gótico, M-Museum Leuven y biblioteca universitaria) adquiriendo online o físicamente en la oficina de turismo la tarjeta ILUVLeuven Ticket XL por 16 euros, siendo válida para tres días. Existe otra (ILUVLeuven Ticket) que permite el acceso tan sólo al ayuntamiento y la biblioteca por 8 euros. Por separado los precios serían 4€ la entrada al ayuntamiento, 7€ la entrada a la biblioteca y 12€ la entrada al museo, por lo que si se tiene pensado visitar, al menos, dos de estos tres monumentos, compensa económicamente hacerse con una de estas tarjetas.
El edificio del ayuntamiento es, de seguro, lo más atractivo de la plaza. Pero conviene no ceñirse sólo a un lugar y, de ese modo, admirar la Grote Markt en su totalidad. Con la iglesia de San Pedro y su campanario protegido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad o el bellísimo Tafelrond, en el extremo oeste de la plaza y separado del ayuntamiento por la comisaría de policía. Este último tiene su origen en 1479, cuando fue un importante centro de gremios artesanales, aunque el edificio se tuvo que demoler a comienzos del siglo XIX por su pésimo estado para ser reconstruido, también en estilo gótico, y ser una de las sedes más ilustres del Banco Nacional de Bélgica. Tras los bombardeos de la I Guerra Mundial se restauró de nuevo, así como buena parte de las fachadas de la plaza que quedó hecha añicos. Sólo se salvó de manera casi milagrosa el stadhuis o ayuntamiento gótico. Como si un lugar de tanta belleza no pudiera evaporarse ni por la furibunda explosión de una bomba. Ahí sigue asombrando al mundo, en pleno siglo XXI. Y que así sea por siempre.
Aunque lo volveré a comentar más adelante, si es posible, cruza esta plaza a distintas horas del día. De noche es fantástica. Y en la víspera Navidad saca a relucir uno de los mejores mercados de adviento de toda Bélgica (en 2018 lo hará del 12 al 23 de diciembre). Aunque realmente todo el año están sucediendo cosas en este corazón de la ciudad llamado Grote Markt.
2. Quédate a solas con «La última cena» de un maestro flamenco llamado Dirk Bouts
La iglesia de San Pedro sufrió no pocos daños con los avatares de la I Guerra Mundial, pero eso no quita que se pueda seguir admirando a escasa distancia uno de esos cuadros de un genio de la pintura flamenca en su versión más primitiva como es Dirk Bouts, quien no tiene tanto relumbrón y fama como Brueghel el viejo, El Bosco y compañía, pero que se trata con seguridad de una de las firmas más interesantes del panorama artístico del siglo XV en Flandes. El tríptico de «La última cena» es una obra maestra (la primera de ese tipo en la pintura flamenca y también anterior al mural de Leonardo da Vinci que se exhibe en Milán) que tiene en el centro destacado el célebre episodio de Jesús y sus discípulos narrado por los evangelios y por todos conocido, pero con cuatro paneles adicionales donde se representan escenas del Antiguo Testamento, las cuales también tienen que ver con la Eucaristía, de ahí que el nombre de esta joya sea «Retablo del Santo Sacramento«.
Dirk Bouts, buen conocedor de la obra de Van Eyck o Rogier Van der Weyden, juega con la luz como elemento primordial. Bajo una sucesión de trazos hieráticos propios de los maestros flamencos primitivos, logra que la expresividad y detalle de los rostros resultan asombrosos, así como la vivacidad proporcionada por los colores utilizados. Fue con la terminación de esta obra (aproximadamente en 1468) cuando fue nombrado pintor oficial de la ciudad, donde se quedó hasta su muerte en 1475. La iglesia de San Pedro de Lovaina es uno de los pocos sitios fuera de un museo donde poder contemplar (y gratis) la obra de un auténtico genio del arte cuyo talento explosionó en Flandes.
También se puede observar una copia a menor tamaño del «Descendimiento de la cruz» de Van der Weyden, cuyo original se encuentra en el Museo del Prado en Madrid. Conviene recordar que fue una obra encargada para la iglesia extramuros, la cual ahora ya no existe.
2018, 2019 y 2020 en Flandes son los años de los Maestros flamencos. Una experiencia visual en las que los protagonistas y narradores son los pintores más influyentes en el arte europeo durante los siglos XV, XVI y XVII. Y en los lugares en que desarrollaron su actividad o donde encontraron la inspiración. A propósito en toda la región hay programados infinidad de eventos, exposiciones y visitas relacionadas con quienes nos enseñaron Flandes mucho antes de que la visitáramos. Para estar bien informados de todo lo que se está organizando es muy recomendable visitar la web oficial de Turismo de Flandes (en castellano) así como la página especial dedicada a los Maestros flamencos.
3. Visita en silencio la biblioteca universitaria (y contempla Lovaina desde su torre)
Mucho más impacto que lo que estaba sucediendo en las trincheras asesinas durante la I Guerra Mundial fue la quema de la antigua y valiosísima biblioteca de la Universidad Católica de Lovaina por parte del ejército alemán. Fue considerado algo así como el fatídico incendio de la Biblioteca de Alejandría dos mil años atrás. En cuestión de minutos en el antiguo edificio de la lonja de paños utilizado como guardián del saber desaparecieron decenas de miles de códices, libros históricos, manuscritos y legajos cuya información se esfumó entre las cenizas para siempre. Fue un golpe al saber de la humanidad y, para los belgas, «el fin de la cultura alemana» como decían en sus pancartas de protesta (Ici finit la culture allemande). Al final de la contienda se volvió a alzar una nueva biblioteca, aunque esta vez en otra ubicación a varios centros de metros en Monseigneur Ladeuzeplein. Donaciones de todo el mundo, sobre todo estadounidenses, sirvieron para la realización de una biblioteca universitaria aún más grande bajo los cánones artísticos del renacimiento flamenco. Numerosos arquitectos e ingenieros del país norteamericano trabajaron en devolver el esplendor a este símbolo. Pero la II Guerra Mundial provocó que las llamas devoraran nuevamente la colección depositada en dicho centro (se calcula que más de 900.000 volúmenes) y nuevamente se tuvo que reconstruir el edificio siguiendo a pies juntillas los diseños del arquitecto Whitney Warren, autor de la emblemática y reconocida Grand Central Station de Nueva York.
Es posible visitar el edificio y acceder a la sala de lectura, toda ella forrada en madera, aunque manteniendo un silencio respetuoso porque suele estar repleta de estudiantes casi a cualquier hora. También se puede subir a la torre y disfrutar de las mejores vistas panorámicas de Lovaina. Hay más de 200 escalones de por medio, pero la subida se hace entretenida por cómo se cuenta la historia de la biblioteca y sus dos incendios en distintos paneles y pantallas de vídeo durante el tránsito a su cúspide.
4. Súbete a una bicicleta y pedalea por Lovaina (tour de monumentos o cervecerías)
Estás en Flandes así que cambia el chip. Aquí casi todo el mundo va en bicicleta. Es una región preparada para los aficionados al cicloturismo, muy plana, con un callejero muy sencillo y con una tradición y respeto reverencial a quien va dando pedales. Si bien Lovaina resulta bastante asequible de recorrer a pie, si alquilas una bici podrás además aumentar los sitios a visitar, llegar en menos tiempo al beaterio o al castillo Arenberg, situados a las afueras de la ciudad vieja, o incluso hacer una de las rutas monumentales o de cervecerías que organizan pequeñas agencias como Leuven Leisure (en Tiensestraat 5, a un minuto de la Grote Markt). En esta empresa local fusionan sus dos pasiones, la bici y la cerveza, por lo que gozan de un éxito asegurado. Cierto que dando con un abstemio al 99% como yo se hace algo complejo lo de las cervecerías, pero tuve la suerte realizar un recorrido fantástico con Sebastiaan (que habla un castellano que ni el de Vargas Llosa), quien me llevó entre facultades y colegios mayores, iglesias, abadías, así como al gran beaterio de Lovaina, con explicaciones tan acertadas como amenas.
También es posible alquilar una bicicleta junto a la estación central de trenes (Fietspunt Leuven station) por 10 euros un día y 17€ si se trata de dos. Con posibilidad de hacerse con bicicletas eléctricas o incluso tandems. Ideal por si llegas en tren y deseas moverte sobre las dos ruedas desde el primer minuto de tu estancia en Lovaina.
Un improvisado ciclista en tierras belgas
Además de Lovaina he tenido la suerte de recorrer lo mejor de Gante en bicicleta así como hacer una pequeña pero interesante ruta por la campiña flamenca entre Brujas y el bello pueblo de Damme. También en las tierras del gran Godofredo en Valonia, la región francófona de Bélgica. No soy precisamente un destacado aficionado a las dos ruedas, pero en estos países tan preparados para hacer en bicicleta me gusta hacerme con una de vez en cuando. De hecho en la propia Flandes hay un montón de rutas señalizadas para hacer en bici, algunas de unas horas, otras de varios días, incluso de más de una semana. Y para todo tipo de públicos (amateurs, ciclistas experimentados, familias, etc.).
Lovaina cuenta con iglesias muy interesantes, como la jesuíta consagrada a San Miguel (de clara fachada barroca) o San Gertrudis, así como pequeñas abadías, que dan para hacérselas en bicicleta.
5. Pasea por las solitarias calles del beaterio más bello de Flandes
Siempre me ha parecido fascinante la figura de las beguinas o beatas, mujeres solteras, huérfanas o viudas que vivían en comunidades cerradas y que, aunque no pertenecían a orden religiosa alguna, asumían los votos de castidad y obediencia, dedicando su vida a la oración o a las labores destinadas a ayudar a los más necesitados. Los beguinajes o beaterios se convirtieron no sólo sus barrios sino además en auténticas cooperativas femeninas en plena Edad Media donde se velaba precisamente por los intereses de las propias mujeres, entonces sumamente desprotegidas. Éstas podían salirse del beaterio cuando así lo desearan y además no debían cumplir el voto de pobreza. Muchas vivieron de la laboriosa confección de bordados y encajes, ayudando en las escuelas o asistiendo a los enfermos. El beguinaje fue institución muy dañada en el siglo XIX pero que se mantuvo en pie en cantidad de barrios flamencos y holandeses. Y quizás el más espectacular de todos ellos sea precisamente el de Lovaina, que llegó a albergar a casi cuatrocientas beguinas y que fue recuperado por la Universidad Católica en los años sesenta cuando su estado de conservación comenzaba a ser preocupante. Su última beguina falleció en 1985.
En la actualidad esta ciudad dentro de la propia Lovaina es un remanso de paz habitado por estudiantes, profesores y personal universitario regido por unas normas estrictas. Situado al sur de la ciudad y suficientemente separado del centro (aunque en bicicleta se llega enseguida), posee tres hectáreas de extensión. Lo atraviesa el río Dijle, el cual fue dividido en dos canales dentro del propio beaterio para formar una especie de isla. Mantiene, salvo por el hecho de que ya no hay beguinas, la esencia del siglo XVII cuando vivió su mejor época, aunque se tiene constancia de su existencia desde nada menos que el siglo XIII.
El beaterio de Lovaina representa un paseo silencioso y encantador por sus calles estrechas, plazoletas, puentes y jardines. Las casas, entonces separadas del mundo exterior por un patio frente a la puerta, son de ladrillo y arenisca. Algunas aún conservan sus vetustos entramados de madera que soportaban la estructura. Durante siglos muchas de ellas fueron completamente encaladas (como, por ejemplo, el de Brujas) para no favorecer el contagio de la peste y otras enfermedades que atacaban con virulencia a la población, aunque éste fue quitado de manera íntegra de las viviendas.
Destaca a la entrada el edificio gótico de la iglesia Sint-Jan-de-Doperkek (San Juan Bautista), donde celebrara la liturgia el mismísimo Adriano de Utrecht, nombrado Papa en 1522 y considerada como una de las personas que más influyeron en el que fuera Emperador Carlos V. Pero el gran beaterio de Lovaina no tiene que ver con señalar lugares concretos sino en dejarse perder por este pequeño mundo en el que el tiempo parece no haber corrido tan deprisa como en las calles de fuera.
6. Siéntate en el césped frente al castillo de los Arenberg
Ya que te has alejado un poco del centro para visitar el beaterio continúa tu andadura por los rincones más bellos de Lovaina y déjate caer en el castillo de Arenberg, mandado levantar por Guillermo de Croÿ, Señor de Chievres y uno de los consejeros de Carlos V que le acompañaron en su primer viaje a España. Aunque este personaje fue conocido en nuestro país por atesorar rentas y poderes a manos llena en su paso por Castilla, así como por exigir el nombramiento de su sobrino como Arzobispo de Toledo, una de las mechas que hicieron prender la revolución comunera. Pero en el Brabante fue el instigador de la construcción de un palacio renacenstista-flamenco sobre un castillo anterior el cual en el siglo XVII se convirtió en el dominio principal de los duques de Arenberg, cuya dinastía fue de las más poderosas, ricas e influyentes de Europa hasta bien entrado el siglo XIX.
Hoy día el palacio pertenece a la Universidad Católica de Lovaina y no se puede visitar su interior (sí entrar al patio central), salvo que seas estudiante o trabajador de la Facultad de Ingeniería. Pero merece la pena acercarse a ver el edificio, sus jardines y aves acuáticas y un parque detrás que en otoño se convierte en un escenario maravilloso para contemplar y fotografiar esta época del año especialmente hermosa en Flandes , tanto en parques como en su esplendorosa campiña que inspiró a tantos genios de la pintura flamenca.
7. Descubre el universo de la cerveza Stella Artois en su fábrica de Lovaina
Flandes es tierra de cerveza. De muy buena cerveza. No lo digo yo, consciente de que mi pétreo e inculto paladar nunca ha sabido apreciar todas esas bondades que se citan de tan popular bebida, sino cualquiera que entienda sobre la materia. Ya en el siglo XVI este elixir volvía loco a Carlos V, el cual ordenaba le trajeran barriles y más barriles a España (En la fábrica Het Anker de Malinas se elabora la cerveza Carolus en honor al emperador). En Lovaina se han documentado casi ochocientos establecimientos cerveceros en el siglo XIX. Las cervecerías de la Oude Markt, siempre repletas, o la mítica Domus en Tiensestraat (una de las calles que salen de la Grote Markt), considerada la única fábrica del casco histórico de la ciudad, son auténticos clásicos. Pero si hay una visita que cualquiera que se precie buen aficionado a la cerveza disfruta de verdad es la de la fábrica de Stella Artois, marca mundialmente conocida en la que se elaboran las cervezas Leffe, Jupiller, Hoegaarden y, por supuesto, la celebérrima Stella Artois.
Su origen se remonta nada menos que al año 1366 cuando era conocida con el nombre de «Den Horen» (cuyo significado es «el cuerno»). En el siglo XVI era la empresa más próspera dela ciudad, por lo que su actividad no decayó. En 1717 fue comprada por Sebastien Artois, cuyo apellido da nombre a la compañía. Lo de Stella tiene que ver con una cerveza especial creada en 1926 para la Navidad, cuyo éxito fue tan grande que se convirtió en el emblema de Stella Artois, una fábrica con más de seis siglos de historia.
8. Piérdete en las galerías del M-Museum Leuven
El Museo M de Lovaina, construido en 2009 sobre un centro de arte anterior, se ocupa de albergar una estupenda y amplia colección artística. Su fuerte tiene que ver con el arte gótico y posee obras de maestros flamencos como Rogier Van der Weyden (inconmensurable el tríptico de «Los siete sacramentos» nada más entrar), Dirk Bouts o Meunier, entre otros muchos. No sólo pinturas sino también tallas góticas de gran valor. Y explicado de una manera innovadora, muy alejada de los museos clásicos. Pero es que además se le considera un centro en pleno crecimiento que comienza a atesorar un buen número de obras de arte contemporáneo, por lo que hay una fusión interesantísima que permite viajar tanto de sala como de siglo.
9. Saborea los mejores restaurantes de la ciudad
Más allá de las patatas fritas y los mejillones hay un mundo gastronómico muy apetecible para descubrir y, sobre todo, saborear en Flandes. Lovaina tiene excelentes ejemplos que muestran que se puede disfrutar de la buena cocina a través de las propuestas ingeniosas y valientes de sus chefs. Eso sí, teniendo en cuenta que los horarios de las comidas y cenas varían bastante con los españoles, por lo que eso de presentarse en un restaurante a las tres de la tarde o a las diez de la noche suele tener un mismo resultado, que se encuentre cerrado. En Bélgica (y en casi toda Europa) la comida se sirve entre las 12:00 y las 14:00 y las cenas empiezan a las 18:00 y los fogones a eso de las 21:30 ó 22:00 suelen apagarse. Por supuesto siempre hay excepciones, y más en una ciudad con una presencia juvenil muy elevada a la que le gusta alargar las noches lo máximo posible.
Durante mi visita a la ciudad pude conocer varios restaurantes realmente interesantes y que te recomiendo:
- Restaurant De Klimop (Martelarenplein 5, web oficial deklimopleuven.be): Situado en la plaza que recuerda a las víctimas de las dos guerras mundiales, frente a la estación central de trenes. Comida típica belga. Local elegante y que ofrece raciones considerables a un precio medio. ¡Deliciosa la carne de venado!
- Diner Kokoon (Meierstraat 1, www.kokoon.be): Muy céntrico, a dos minutos de la Grote Markt. Si bien no se trata de un restaurante económico posee una carta variada y sus platos son de calidad. Muy recomendable el conejo (o a quien no le guste, el entrecot de ternera) a la cerveza o con salsa de ciruelas.
- Baracca (Tiensestraat 34, www.baracca.be): Entre raciones y buenas pizzas anda el juego. Merece la pena sentarse en la barra porque se puede ver trabajar de cerca a los cocineros. Las pizzas son excelentes, aunque hay una gran cantidad de raciones y tapas que se pueden pedir. El precio no es bajo precisamente, pero el sitio está muy bien.
- Barba (Mechelsestraat 22, web www.barbaleuven.be): Moderno, de atención exquisita y platos realmente elaborados. Su steak tartar es una maravilla, aunque conviene dejarse llevar por las recomendaciones de los camareros.
Si viajas a la región próximamente no te pierdas estas recomendaciones para disfrutar de la cocina flamenca en Flandes en cinco ciudades y cinco restaurantes.
10. Regresa a la Grote Markt cuando llegue la noche
Cuando se viaja a Lovaina es inevitable pasar, y bastante, por la Grote Markt o Gran Plaza del Mercado. Pero prueba a hacerlo poco después del atardecer, cuando el cielo todavía guarda un mínimo de luz y durante unos minutos se vive lo que los fotógrafos denominan «hora azul». Es entonces cuando la plaza alcanza su mayor esplendor. La iluminación de los edificios es fabulosa (en las navidades ponen bastante énfasis en los colores del ayuntamiento gótico). E ideal para venir a tomar fotografías preciosas con el cielo azul oscuro como marco de la plaza.
11. Tómate algo en la animada plaza de Oude Markt
Oude Markt fue la plaza principal de Lovaina antes incluso de que comenzara a funcionar la universidad. Allí se celebraban los mercados y ferias. Ahora es un punto de encuentro de jóvenes y no tan jóvenes casi a cualquier hora del día aunque, sobre todo, cuando llega la noche. Es un lugar repleto de bares y pubs donde tomarse una cerveza (o las que se quieran). De hecho en Lovaina aseguran que se trata de la barra de bar más larga de Europa, con cuarenta bares (con sus respectivas terrazas) y animación garantizada.
En el mes de agosto hay festivales y conciertos siendo el Marktrock, a mediados de agosto y para aficionados al rock y el pop, el más conocido (se celebra desde 1982 y han tocado grupos como Status Quo, The Pretenders o Pet Shop Boys). Cada viernes de julio tiene lugar «Beleuvenissen», con conciertos de asistencia gratuita y donde se tocan todos los estilos musicales posibles. El 31 de julio es tiempo del Hapje Tapje, dedicado a la comida y la cerveza en distintos puestos callejeros.
¿Más Lovaina? Por supuesto
- Llega hasta la abadía Keizerberg (al norte de la ciudad) y, aunque te encuentres un edifio neorrománico, debes saber que aquí antes hubo una fortaleza de los Duques de Brabante donde el Emperador Carlos V se quedaba en ella muy a menudo cuando viajaba a Lovaina (en plena ruta entre dos ciudades comerciales como Brujas y Colonia). Se cuenta que llegó a tener aquí su propio zoológico. Otro lugar más para seguir la ruta de Carlos V en Flandes.
- Busca las estatuas más curiosas que se reparten en la ciudad. Como a la señora del kot (De Kotmadam) que se sienta en un banco de OudeMarkt y que representa a la persona que antiguamente cocinaba o ayudaba con las tareas del hogar en los pisos de estudiantes. O Fons Sapientiae, a la entrada de Grote Markt, que riega su cabeza mientras lee un libro simbolizando el proceso de adquirir conocimiento a través de la lectura (aunque hay versiones que dicen que no es agua sino cerveza y que ésta expulsa todo conocimiento posible). En una vía comercial de suma importancia como Diestsestraat, por ejemplo, hay un homenaje a los panaderos. Y en el acceso a Mechelestraat hay una figura que representa a Erasmo de Rotterdam.
- Entra sin llamar al Colegio Real o Koningscollege (Namsestraat 59) que fundara Felipe II en 1579 y que alberga la facultad de Zoología. En su interior hay expuestas decenas de especies de animales que han sido estudiados, entre los que destaca el esqueleto completo de una ballena groenlandesa que cuelga del techo. Un lugar que impresiona y que nadie se espera.
- Visita el jardín botánico más antiguo de Bélgica (Kapucijnenvoer 30), con más de 800 tipos de plantas, que creara en el siglo XVIII la universidad de Lovaina para sus estudiantes de medicina. Incluye invernadero tropical. Está apenas a diez o quince minutos al oeste de la Grote Markt.
- En la fachada del edificio de la universidad por Naamsestraat, donde se encontraba la biblioteca que fue incendiada en la I Guerra Mundial, se puede apreciar la estética de la que primero fuera lonja de paños. Se puede acceder a su interior, tiene una cafetería realmente original con auténticas joyas artísticas (incluido un sepulcro de mármol) en la que se reúnen los estudiantes.
¿Quieres visitar Lovaina con un guía? ¿Y el resto de Bélgica?
Si no te animas a hacerlo por tu cuenta puedes contratar una excursión desde Bruselas a Lovaina con un guía de habla hispana (ida y vuelta en el día). Puedes consultar cómo reservar online más visitas guiadas y traslados en Bélgica. Hay un montón de opciones.
12. Sigue descubriendo algunas joyas brabantinas o de Flandes
El Brabante flamenco es una de las regiones belgas más grandes. Utilizando Lovaina como base, o incluso Bruselas, es posible visitar castillos de gran belleza como Gaasbeek, cuyo entorno inspiró a maestros flamencos como Brueghel el Viejo en más de una obra o el medieval Beersel, cuyo reflejo en el lago proporciona una de las estampas más hermosas de Flandes. Horst es otro castillo con bastante solera apenas a veinte minutos en coche de Lovaina.
Y de Flandes, qué se puede decir más. Brujas, Gante, Malinas, Amberes, las mil rutas en bicicleta posibles por la campiña, las huellas de Carlos V o de los españoles en la región, incluida esa gran sorpresa llamada Lier en la que contrajeron nupcias Juana la Loca y Felipe el Hermoso y que posee lo mejor de todas las grandes ciudades flamencas en un espacio más reducido y mucho menos transitado. O el chocolate, los molinos de viento, los millones de eventos relacionados con los maestros de la pintura que llevaron su arte al escalafón más alto…
Lovaina es una más de muchas buenas experiencias que vivir en una región europea que no me canso de visitar.
+ En Twitter @elrincondesele
4 Respuestas a “12 cosas que ver y hacer en Lovaina, capital Cum laude del Brabante Flamenco”
Cuanto sale el viaje en base doble una,sola persona
Hola Ana Guadalupe,
Lo siento, pero no soy agencia de viajes. Simplemente he hecho el viaje recientemente y he escrito un artículo sobre lo que más me ha llamado la atención y recomiendo de Lovaina.
Saludos!
Sele
Tuve el privilegio de estudiar en la Universidad Católica de Lovaina la vieja (LEUVEN), de 1966 a 1969. Conservo grandes y hermosos recuerdos de esos tres años de estadía en esa prestigiosa Universidad, que tiene más de 500 años de historia. En Chile tenemos un grupo de ex-alumnos, del cual soy el coordinador, que se reúne todos los años en un almuerzo con la participación de la Embajada de Bélgica y de la Delegación de Valonia y Bruselas. En Lovaina nació nuestro primer hijo.
Gracias por tu comentario, Osvaldo. Sin duda la Universidad de Lovaina tiene una historia increíble. Tuvo que ser un honor formar parte de su alumnado.
Un fuerte abrazo!
Sele