Un viaje a Sudáfrica contado en 10 latidos
Una vez leí que las emociones se miden al ritmo de los latidos del corazón y que cuando uno es capaz de sentirlos, después es capaz de recordarlos cada día cómo si todo estuviese sucediendo de nuevo. Durante los viajes atrapamos los momentos más valiosos, los arropamos como a un bebé y dejamos que nuestro corazón nos los cuente una vez más. Mientras escribo estas palabras creo estar todavía en Sudáfrica y escuchar mis propios latidos provenientes de este país tan maravilloso como indefinible que convierte los sonidos en ruido de tambores, la luz en continuos atardeceres, el color en una mera casualidad y el movimiento en una estampida de cebras perseguidas por leones hambrientos. De las verdes planicies en las que caza el sigiloso leopardo al último cabo que ve clavar una cruz en los océanos de la historia surge un país multirracial de naturaleza portentosa en el que un viaje se hace a golpe de emociones y la piel se vuelve transparente.
Me gustaría recordar mi último viaje a Sudáfrica por medio de los latidos que lo hicieron posible. Compartir los momentos más impactantes e inolvidables es un paseo común al qué ver y hacer en Sudáfrica, una guía de instantes de los que podría ser testigo cualquier viajero que se decante por el país más austral de África.
Safari fotográfico en Sabi Sand, el corazón más salvaje del Kruger
Un viaje a Sudáfrica es menos viaje si no se incluye al Parque Nacional Kruger en el itinerario. Los amantes de la naturaleza tenemos una cita en el que probablemente sea uno de los espacios más valiosos para observar y fotografiar fauna en todo el mundo. Este emblema, tan grande como Israel y que abre fronteras con Zimbabwe al norte y Mozambique al oriente, es el hogar no sólo de los buscadísimos Big Five (compuesto por el león, el elefante, la cebra, el búfalo y el leopardo) sino también de un mar de impalas, cebras, hipopótamos, guepardos, jirafas, perros salvajes y un largo etcétera hasta completar una completísima lista de fauna.
En total llevamos a cabo en este último viaje nada menos que cuatro safaris o salidas (temprano por la mañana o a la tarde, momentos ideales para avistar animales) centrados en la reserva privada de Sabi Sand. Nuestro ranger de Cheetah Plains, el astuto Andrew, nos ayudó a vivir una experiencia fascinante en la que vimos los Big Five en dos ocasiones como mínimo, y asistimos a escenas para los que no hizo falta televisor ni documentales de la segunda cadena.
Guardo momentos magníficos de estos días en Kruger más desconocido, como cuando aparecieron de la nada cinco leonas hinchadas después de comerse un búfalo las cuales fueron a aliviar su sed bebiendo de una charca que teníamos apenas a dos metros de nuestro todoterreno. O la mirada verde de ese leopardo que caminaba en los alrededores de lodge, sin olvidar a los dos hermanos guepardos que iban marcando el territorio en los árboles. También podría hablar de las muchas veces en que nos topamos con rinocerontes blancos, que parecen remanentes de la edad de los dinosaurios, o de la hora del baño de decenas de elefantes que se dieron un festín delante de nuestras narices. El Kruger es uno de esos sitios en los que he podido dormir acurrucado con el rugido de una manada de leones. Y eso es una de las cosas que más ponen los pelos de punta, os lo puedo asegurar.
Nosotros fuimos allí directamente, pero se puede reservar, por ejemplo, un safari de una semana partiendo desde Johannesburgo.
Ya está disponible la lectura de «Safari fotográfico en el Parque Kruger de Sudáfrica»
Ciudad del Cabo desde un helicóptero
La segunda fase (o latido) de este viaje a Sudáfrica nos llevó a Ciudad del Cabo, una de las metrópolis con mejor localización que he conocido nunca (creo que sólo Río de Janeiro es capaz de comparársele en este aspecto). Entre montañas, y columpiando una península que bien conocieron los navegantes que abrieron ruta a las Indias orientales, surge una ciudad multicultural y multiétnica en la que sobreviven edificios dieciochescos mientras los townships siguen lamentablemente en la trastienda a causa del apartheid. Esta mezcla bien la pudimos comprobar a pie, aunque una de las mejores opciones para observar y comprender tan privilegiado emplazamiento fue mirar la ciudad desde el cristal de un helicóptero.
Nos quedamos enamorados de las panorámicas que pudimos alcanzar gracias a este aparato que te hace sentir tan liviano y vulnerable a la vez, pero que ofrece una perspectiva extraordinaria de la vieja Cape Town. Ya tenéis disponible la lectura (y el vídeo) de Ciudad del Cabo en helicóptero.
Barbacoa de colores en el township de Guguletho
Ciudad del Cabo, así como cualquier urbe sudafricana, no debe entenderse solamente desde el perfil de una gran avenida, una mansión colonial o los centros comerciales del Waterfront. Un altísimo porcentaje de la población de raza negra vive en barrios de infraviviendas regidos por otros códigos. La segregración racial provocó algo que todavía está a la vista y que necesitará de generaciones para seguir los caminos de hermandad y perdón por los que siempre abogó Nelson Mandela.
Si bien los townships son considerados focos de inseguridad y vetados para la población blanca, existen casos como el de Guguletho y la carnicería de Mzoli´s, que los domingos por la mañana abre sus puertas para todo el mundo como un ejemplo del necesario mestizaje. La gente blanca, negra o de cualquier origen posible acude a comprar la carne y pide se la preparen a la brasa, regada con una salsa deliciosa cuyo secreto sólo conocen los cocineros de este lugar, para después ser llevado a las mesas de una inmensa terraza en la que no deja de sonar la música. Esta actividad conocida como braai o barbacoa, auténtico deporte nacional sudafricana, reúne a multitud de gente joven que no ha vivido bajo el régimen del apartheid y que se lo pasa genial en un ambiente atípico pero con todas las connotaciones posibles.
Tuvimos la suerte de vivir un braai en Mzoli´s y de comer, charlar y hablar con muchísima gente de distintos lugares no sólo de Sudáfrica sino también del mundo. Aquel es uno de los pasos que nos muestran que poco a poco el apartheid va quedando más lejos. Probablemente se trate de una de las mejores fiestas sudafricanas que se repiten domingo a domingo y duran lo que tú quieras.
Con los pingüinos de Betty’s Bay
A mitad de camino entre Ciudad del Cabo y Gansbaai las playas y acantilados rizan el rizo en Betty’s Bay, habitada por una colonia de más de 6000 pingüinos africanos. Nos aproximamos, de esa forma, a un mundo en el que la fauna marina es la protagonista de todo lo que sucede en la costa sur de Sudáfrica. Desde una pasarela de Stony Point vemos en las rocas una masificación de aves blanquinegras que, si bien no saben volar, nadan con gran agilidad por las frías aguas del océano para buscar su alimento y escapar de sus muchos enemigos que acechan detrás de las olas…
Ya tenéis disponible la lectura del reportaje: La colonia de pingüinos de Stony Point en Sudáfrica.
Cara a cara con el tiburón blanco
No debemos olvidar que Sudáfrica es el paraíso del gran tiburón blanco. Las corrientes frías de Bengela, provenientes de la lejana Antártida, permiten que estas aguas sean ricas en alimento y se den las condiciones perfectas para la presencia de una abundante fauna marina. Los leones marinos sudafricanos son para su desgracia el manjar más deseado por parte de estos animales marinos demonizados en el cine, aunque en el mundo mueran más personas (multipliquémoslo por cien) electrocutadas por tostadoras.
Desde el puerto de Gansbaai, a unas dos horas en coche desde Ciudad del Cabo, salimos en busca del tiburón blanco en una embarcación preparada para tal causa (puede venirte bien contar con información para reservar esta actividad con antelación). Con gruesos trajes de neopreno para aliviar el frío, nos metimos en una jaula de acero en mitad del mar para esperar la llegada de tiburones. Y, creedme, la primera vez que ves de cerca un tiburón blanco no se olvida. A pesar de lo turbio del agua y de los movimientos incesantes de la jaula que me provocaron fuertes mareos (tengo muy claro que no estoy hecho para grumete), pude seguir a cámara lenta la llegada de los tiburones que acariciaron los barrotes convertidos en la única separación posible entre nosotros y ellos con sus afilados colmillos.
Éste fue, sin duda, uno de los momentos que siempre había soñado. Y uno de los latidos más fuertes que me pude llevar en este viaje a Sudáfrica, el país más apto que se me ocurre para encontrarse cara a cara con el gran tiburón blanco.
Ya tenéis disponible el artículo (y vídeo) de Encuentro con el gran tiburón blanco en Sudáfrica.
Siluetas impactantes desde la avioneta de Grotboos
No estaba en los planes, ni mucho menos, pero terminó siendo de las mejores experiencias de nuestra aventura africana. Habíamos seguido en coche, a pie e incluso en barca, la costa escarpada y salvaje de Walker Bay, donde la espuma del mar tiñe de blanco un paisaje cargado de soberbia, ese pulso perfecto entre la brutalidad y la belleza cortante de un entorno como pocos.
Tuvimos la suerte esta porción privilegiada de Sudáfrica en una avioneta de cuatro plazas (African Wings) y mirar hacia abajo como lo hacen los pájaros que surcan los cielos azules de la bahía. Resultó ser una fórmula magistral con la que comprender los porqués de aquella explosión natural. Tanto que incluso pudimos observar desde arriba las siluetas sombreadas de los grandes tiburones blancos a los que apenas un rato antes habíamos implorado desde nuestra jaula de hierro.
A esta zona vienen a criar las ballenas de julio a finales de noviembre, por lo que si hubiéramos ido en esta época nos hubieran asegurado observar muy claramente las siluetas de decenas de ballenas francas. Si queréis saber más no os perdáis el artículo (con vídeo incluido) de La costa de las ballenas en Sudáfrica a vista de avioneta.
Un brindis al atardecer en Walker Bay
Ya en tierra y sin avionetas que valgan nos fuimos a conocer Klipgat cave, una cueva ocupada durante miles de años por los habitantes originarios de la zona, y a asomarnos a un balcón natural privilegiado que nos mostraba el esplendor de esta parte de la costa sudafricana.
Pero lo mejor fue aparcar los vehículos en los que íbamos y detenernos a brindar con vino espumoso (llámese cava, champagne o su versión en Sudáfrica) ante uno de esos atardeceres que te dejan sin habla. El sol era la gran burbuja de una copa de cristal con la que dar las gracias por ser testigos de ciertos momentos.
Burdeos, Ribera del Duero… y el valle de Franshhoek
En la conocida como cornisa de los elefantes se establecieron los hugonotes franceses a finales del siglo XVII a consecuencia de las persecuciones religiosas en Europa. Este valle abrigado en el interior a poco más de una hora de Ciudad del Cabo, que cuenta con puro clima mediterráneo, se convirtió desde entonces en lo que a España la Ribera del Duero o a Francia Burdeos y Saint-Emilion, una región vinícola de bandera. Los mejores secretos del vino se guardaron en inmensas fincas bodegueras bajo nombres franceses que recuerdan a los primeros pobladores de la zona.
Franshhoek es la versión sudafricana de Falcon Crest con un toque colonial en los edificios solapados por los interminables viñedos que absorben lo mejor de la tierra para después dar unos caldos exquisitos y bien reconocidos en todo el mundo. Se trata de la África menos conocida, la que se sale de los tópicos universales y nos hace repetir una y otra vez que este continente no es un país sino un gigante lleno de diversidad. Sudáfrica es el mejor ejemplo de ello. Y visitando algunas bodegas como La Motte o Boschendal (esta última muy cerca de Stellenbosch) maridando vinos con el almuerzo o incluso con chocolate (práctica muy recomendable que llevamos a cabo en en Boschendal) dimos un salto a las regiones vinícolas europeas con más solera. Pero sin salir de África.
La zona de viñedos de Sudáfrica es una de las mejores excursiones que se pueden llevar desde Ciudad del Cabo. No sólo por el aroma o el sabor que acompaña a los vinos sino también porque lo mejor de la arquitectura colonial holandesa en territorio sudafricano se encuentra precisamente aquí.
Carretera escénica al Cabo de Buena Esperanza
Una de las mejores rutas en coche que recuerdo y recordaré es la que nos llevó del Cabo hasta el punto exacto que los portugueses Bartolomé Dias y Vasco de Gama bordearon no exentos de dificultades para diseñar una nueva vía comercial a las indias orientales. El rincón más austral de África históricamente hablando (porque si tiramos de geografía y gps nos iríamos a Cabo Agulhas, algo más hacia el este) se trata del Cabo de Buena Esperanza, anteriormente conocido como Cabo de las tormentas por ser una zona peligrosa para transitar en barco.
Esta ruta de aproximadamente 70 kilómetros de carreteras que pasan el filo de los acantilados y nos dejan a la vista playas de auténtico ensueño va emplazando una bahía tras otra hasta llegar al último bastión africano en el que fueron clavadas cruces que marcaron auténticos hitos en la historia de la navegación. Este paso hacia el oriente fue el origen y el sentido vital de Ciudad del Cabo, que se convirtió en el lugar perfecto para abastecer a los navíos que se dirigían a por especias a las costas hindúes. En cierto modo podemos decir que allí exactamente nació Sudáfrica como país.
Flanqueados por avestruces y antílopes de grandes cuernos, así como familias enteras de babuinos apostadas en señales de carretera, arribamos a esta marca del África austral que no sólo es un mero punto geográfico sino una auténtica fuente de energía vital. No sé qué tendrá llegar allí que uno es capaz de captar la energía de los grandes retos y los grandes fracasos. Es nada más y nada menos que el Cabo de Buena Esperanza el cual, de una forma u otra, cambió el mundo para siempre.
Parapente desde Signal Hill
Una de las cosas que tenía de siempre apuntada en mi lista de sueños, una vez probé con el paracaidismo, fue la de practicar parapente algún día. Y ese día llegó, nada menos que en Sudáfrica. Desde lo alto de Signal Hill, a unos 300 metros, y con vistas 360 grados de Ciudad del Cabo, disfruté de una paragliding experience absolutamente fabulosa que me llevó a planear como jamás hubiese imaginado.
Mi monitor antes de partir me dijo no me preocupara, esquivara cualquier miedo posible y que sólo hiciera una cosa… correr. Lo demás iría solo. Y de ese modo puedo decir que un día volé en Ciudad del Cabo y que no será la última vez que me tire en parapente. El subidón de adrenalina que allí viví fue tan gozoso que sólo estoy esperando el momento de repetir.
- Se puede reservar con antelación esta actividad que ronda los 80€ (algo más para que te graben en directo).
Soltar adrenalina está bien, pero siempre es necesario llevar un seguro de viaje para estar protegidos ante los «por si acasos». Yo, por si acaso (valga la redundancia), utilizo el seguro de viaje de IATI (que si contratáis pinchando en el enlace os dan un 5% de descuento como lectores de El rincón de Sele que sois)
VOLVEREMOS A RODEAR EL CABO….
Y estos han sido los latidos más sonados y sonoros, los diez momentos predilectos que han compuesto un viaje excepcional a Sudáfrica con grandes amigos como Paco Nadal, Pau García Solbes o José Luis Sarralde, con el buen hacer de la especialista en viajes a medida a este país, Aventura África, un ejercicio de emprendimiento valiente por parte de españoles que residen y conocen Sudáfrica como nadie. Personas como Clara, Anna, Jorge, Jan o Lloyd supieron bordear como nadie el Cabo de las tormentas para encontrarse con la buena esperanza…
Los mejores vídeos del viaje a Sudáfrica
Si queréis ver estos latidos en movimiento os recomiendo no os perdáis una selección de vídeos en los que participamos. Aquí os dejo un trailer de apenas tres minutos, pero si queréis ver más, os recomiendo os asoméis a mirar el resto.
Tengo muchas más cosas que contaros. Debo ordenar miles de fotografías, vídeos y, sobre todo ideas, para volver juntos una y otra vez a Sudáfrica, un país que me ha ofrecido otra perspectiva no sólo de África sino además de las vueltas que puede llegar a dar la vida para alcanzar la felicidad y sentirnos un poco más libres.
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
23 Respuestas a “Un viaje a Sudáfrica contado en 10 latidos”
Sin duda los latidos no podrían venirle mejor al título, no me cabe duda de que en África habita un corazón salvaje que siempre he soñado con descubrir. Post como este alimentan las ansias de conocer un continente que también es el mio, pues Canarias es al fin y al cabo una extensión algo europea de este maravilloso sur del planeta.
Me quedo con la foto de la copa de vino, creo que no hay mejor representación de los momentos de relax y feliciddad que se experimentan en los viajes!
Gran aporte, me quedo esperando más cosas de ese viaje 🙂
Gracias Iru por tu comentarios!
He venido maravillado de Sudáfrica y todo lo que tiene que ofrecer al viajero. Es una puerta muy amable al continente africano y, sobre todo, sorprendente. Nadie se espera lo que hay ha este lado del hemisferio sur.
Muchas gracias por darnos tus sensaciones,
Sele
Solo por como empiezas tu relato… solo ( o por toda) la emoción que contagias… me has transportado a ese mundo …. Gracias!!!!! por todo eso es posible que llegue allí gracias a tí!
Gracias Elena! Me sonrojo con tus palabras 😉 Si viajas alguna vez a Sudáfrica no dejes de comentarlo por aquí así como compartir tus impresiones.
Un abrazo
Sele
Simplemente espectacular la experiencia. Sin haber pisado aún el continente africano, tiene delito viéndolo cada mañana de días claros desde casa, se que sus tierras tienen mucho que ofrecerme, y como amante de la naturaleza tiene mucho que ofrecerme.
¿2015 será el año que finalmente vaya por allí? Yo creo que sí… 😀
¡Un fuerte abrazo!
Espectacular, Sudáfrica un destino a tener muy en cuenta, qué envidia de viaje!!!
A seguir disfrutando de los viajes!!
Finalmente, en un viaje que no tenía planeado, fue por motivos laborales, pude estar durante tres semanas en Johanesburgo, visité Soweto (South West Township) y Pilanesberg, un safari increíble, a tan sólo 3 horas de Johanesburgo, no es Kruger, pero es genial, sólo había sudafricanos, así que pocos coches en busca de los Big 5.
Un placer leerte Sele
Hola: cuanto más te leo, más me admira tu prosa. He estado en Indonesia siguiendo la ruta de Sele y es fabuloso, Borneo y los orangutanes en Tanjug Putin, los templos de Prambanan y Borobudur, fascinante Ijen y un buceo maravilloso entre mantas y tiburones en Labuan-Bajo.
Siguiendo esta estela, te leo ahora para iniciar los preparativos de un nuevo viaje a Sudáfrica y se me ponen los dientes largos con tus aventuras con los tiburones blancos y el parapente, aparte de animales de todo tipo en el Kruger.
Gracias por ser nuestro guía y a descubrir nuevos horizontes.
Hola Eduardo!!
Qué alegría leer tus palabras desde China. Sudáfrica te va a encantar!! Es un país que tiene de todo. Sin duda una de las entradas más amables a África que se me ocurren.
Un fuerte abrazo!!!
Sele
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