Las maravillas arqueológicas más fascinantes del Sudeste Asiático
Si cierro los ojos y me pongo a pensar en el Sudeste Asiático lo primero que me viene a la cabeza no son las calles infestadas de motociclistas en Vietnam haciendo sonar el claxon a la vez, ni tan siquiera los deliciosos puestos de comida rápida del enjambre de calles de Bangkok (Bueno, eso quizás sí). La imaginación y los recuerdos se hacen fuertes en otros escenarios donde alguna vez pude sentir la magia de la arqueología y a los cuales no me canso de volver, aunque sea de ese modo, con la mente. Siempre veo galerías repletas de Budas de piedra, apsaras sonrientes danzando sobre los muros cubiertos de vegetación de aquellos templos olvidados durante siglos en las selvas más profundas y hostiles de la Península de Indochina. De hecho percibo incluso el excesivo calor húmedo, compañero inseparable en aquellos lares, así como los ropajes contagiados de sudor pegajoso y spray antimosquitos. Bajo el manto místico de aquellas ruinas de gran antigüedad siento felicidad e incluso alivio por haberlas transitado algún día. Con o sin sombrero de Indiana Jones, esas maravillas arqueológicas que ver en el Sudeste Asiático hoy día son la justificación ideal de por qué hay que acometer un viaje a la región, al menos, una vez en la vida.
¿Cuáles son los conjuntos arqueológicos más increíbles del Sudeste Asiático? Prepárate para sudar, que marchamos de viaje a diversos lugares colmados de Historia que la naturaleza hizo suyos una vez cayeron en el olvido. Pero que tiempo después volvieron a la vida para ser Patrimonio de la Humanidad por los siglos de los siglos.
Confesiones de un arqueólogo frustrado…
La primera vez, teniendo cierto uso de razón, que me preguntaron qué quería ser de mayor respondí sin dudas que arqueólogo. Y reconozco que Indiana Jones y su empeño por desvelar secretos escondidos en los lugares más insospechados por medio de grandes aventuras tuvo mucho que ver. Dicho mantra se repetiría durante muchos años cuando me empapé a través de los libros (y recuerdo hasta una interminable colección de fascículos sobre arqueología que le hacía comprar a mi padre semana tras semana hasta completar varios tomos enciclopédicos) y los documentales sobre las ruinas arqueológicas más fascinantes que mostraban el avance de algunas civilizaciones surgidas cientos o miles de años atrás. De ese modo aprendí del Antiguo Egipto y los hallazgos que trajo el buen hacer de Champollion, o las excavaciones de Troya por parte de Heinrich Schliemann. Y empecé a saber sobre Angkor, Machu Picchu o las ruinas de Petra en Jordania.
El tiempo y, en cierto modo, la inseguridad, me fueron sacando de la Historia en su versión más académica pero, en cambio, se multiplicaron las ganas de mejorar mis conocimientos, aunque fuera de modo autodidacta. Al final me hice documentalista y en la universidad tuve la oportunidad de estudiar en algunas disciplinas diversos documentos históricos en papel. Incluso aprendí paleografía y a leer legajos que hoy me resultarían complicadísimos ante la evidente falta de práctica. La vida me llevó una vez más por otros derroteros, pero ese afán por bucear en el pasado logré plasmarlo de otra manera. Y esa fue viajando. De los libros a la realidad. Y en muy pocos sitios he sentido el peso del sombrero del intrépido Indiana en mi cabeza como en el Sudeste Asiático, en la cautivadora y absorbente Península de Indochina. En países como Vietnam, Camboya, Tailandia, Myanmar o Indonesia he sentido la fuerza de templos y monumentos que un día fueron el centro del mundo y al siguiente quedaron olvidados por los rigores del paso del tiempo y el afán de la naturaleza de apropiarse de los lugares que le fueron arrebatados. Para, después, ser redescubiertos con el único propósito de pertenecer a la Humanidad.
Las ruinas arqueológicas más asombrosas del Sudeste Asiático
Tras este breve flashback personal con ciertos recuerdos que me devuelven a las razones por las que tengo auténtica ansia de viajar, es momento de plasmar una relación de esas ruinas o maravillas de la arqueología en el Sudeste Asiático que sobrevivieron a su propia Historia para ser hoy día atractivos de peso en esta región del mundo a la que no pocos adoramos. Conviene recalcar, ante esta selección, que existen muchos más conjuntos arqueológicos interesantísimos que los aquí mostrados, pero estos lugares, sin discusión, rozan la excelencia de esos grandes sitios que a uno le invitan a viajar mientras pueda. Y a soñar mientras no se pueda…
Así que… ¿Cuáles son esas maravillas de la arqueología que recomiendo ver en el Sudeste Asiático, al menos, una vez en la vida? ¡Allá vamos!
Los templos de Angkor (Camboya).
Hubo un tiempo en que buena parte de la región del Sudeste Asiático, lo que los franceses denominarían Indochina dentro de sus más preciadas posesiones coloniales, estaba dominada por el poderosísimo Imperio Jemer. Hablamos de los siglos IX al XV, aunque su esplendor tendría lugar en el X, XI y XII, cuando algunos monarcas considerados deidades por sí mismos y por su propio pueblo levantaron múltiples palacios y templos religiosos de una magnitud muy por encima de cualquieras otras cosas que se estuvieran construyendo en el mundo en ese momento. Todos ellos, más de mil, se mueven entre la religión budista y la hinduísta, pero sobre todo en constituir una muestra del poder y grandeza de los reyes jemeres quienes no titubearon en dejar su efigie en algunos de ellos. Angkor fue la capital de un delirio de grandeza como pocos hay en el mundo, aunque tras la decadencia llegó el olvido y buena parte de los monumentos sepultados por la selva no serían recuperados hasta finales del XIX y todo el siglo XX, habiendo aún muchos monumentos por descubrir que quizás jamás lleguen a ver de nuevo la luz.
Templos como Angkor Wat (el templo hinduísta más grande del mundo) es probablemente la mejor representación del universo angkoriano que existe y el imán que convierte al centro de Camboya en un hervidero de pasiones. Pero hay otros muchos templos como Bayon (el de los doscientos rostros de Jayavarman II), Ta Prohm (estrangulado por los árboles, escenario de videojuegos y películas de Lara Croft – Tomb Raider), Preah Khan o los lejanos Beng Mealea (de los últimos en ser visitables tras ser limpiado de minas antipersona que colocaron los temibles Jemeres Rojos) y Banteay Srei (el templo de las mujeres) que suponen únicamente una muestra diminuta de una amplia colección de valiosas joyas de piedra a las que da para pasarse varios días recorriendo, ya sea en bicicleta o en tuk tuk. Siem Riep, la ciudad más próxima a las ruinas y donde están buena parte de los hoteles, es la base para organizar rutas diarias a esta maravilla no sólo de Asia sino de todo el mundo.
Ruta propuesta para tres días en Angkor
La monumentalidad de Angkor es incomparable. Está a años luz de todo lo que se le ponga por delante. Y no basta ni una semana para poderlo ver todo. Pero en caso de poder dedicar, al menos, tres días completos en la zona ésta sería la selección de templos que recomendaría:
- Ruta del primer día: Srah Srang, Banteay Kdei, Ta Prohm, Ta Keo, Thommanon, Chau Say Tevoda, Palacio Real Angkor Thom (Terraza de los elefantes, Terraza del Rey Leproso, Phimeanakas, Baphuon), Bayon y Angkor Wat.
- Ruta del segundo día: Banteay Srei, Banteay Samré, Pre Rup, Mebon Oriental, Ta Som, Neak Pean y Preah Khan.
- Ruta del tercer día: Beng Mealea, Grupo de Roluos (Bakong y Preah Ko) y Phonm Bakheng.
Más información en los relatos Angkor I, Angkor II y Angkor III con la narración detallada de cada uno de estos tres días entre templos jemeres.
Los templos de Bagan (Myanmar).
El único conjunto arqueológico que puede tener cierto parangón con Angkor, no en cuanto a formas sino en cuanto a grandeza, número e importancia histórica, es el que se puede encontrar en una vasta explanada de selva, aunque no tan tupida como la camboyana, a orillas del río Irrawaddy en Myanmar, antes conocida como Birmania. Me refiero, por supuesto, a los templos de Bagan que son casi cuatro mil los que sobreviven (se levantaron muchos más), aunque los más grandilocuentes pueden considerarse Ananda, Dhammayangyi, Sulamani, Shwezigon o Thatbyinnyu (durante mi viaje a Myanmar debí entrar a unos treinta como mínimo). Al igual que sucede con Angkor, la visita a Bagan requiere de una estancia de varios días, así como de madrugar mucho para poder desvelar los secretos de estos monumentos de los siglos XI a XIII que dan muestra de otro de los grandes reinos del Sudeste Asiático el cual, además, coincidió al otro lado del telón con el propio Imperio Jemer en su mejor momento.
Conviene alquilar una bicicleta, una moto (ojo al calor en las horas centrales del día porque no hay casi sombra) o incluso un vehículo con conductor para poder tratar de recorrer algunos de los mejores templos en los distintos segmentos en los que se divide la zona monumental (Old Bagan, New Bagan, etc.). Abarcar todo a pie es literalmente imposible. Aunque existe una posibilidad realmente atractiva de poder conseguirlo. Y eso es subiéndose a un globo desde el cual admirar al amanecer los maravillosos templos de Bagan, justo cuando la neblina se difumina por estupas y torreones y, de verdad, se puede apreciar la grandeza de lo que son mucho más que meras ruinas arqueológicas.
Para las visitas se recomienda llevar linterna, puesto que en muchos de los interiores de los templos no entra luz natural y no se pueden apreciar las pinturas con motivos budistas en su mayoría (aunque en algunos lugares los restauradores demostraron tener menos pericia de mi hijo pequeño).
Mrauk-U, la nueva y desconocida Bagan
Voy a confesar una obsesión que llevo teniendo desde que conocí de la existencia de este lugar situado también en Myanmar, concretamente en el noroeste del Estado de Rakhine, casi en la frontera con Bangladesh, de otros templos de una etapa posterior a Bagan pero donde también se pueden apreciar incontables estupas y torres de piedra o ladrillo. Y que apenas las visitan entre diez y personas al día como mucho (eso en tiempos buenos para el turismo). Se trata de las ruinas de Mrauk-U, «otro Bagan» sumamente desconocido pero que en vez de desplegar las estupas y monumentos en una planicie lo hace en colinas y montañas.
Y estos son unos ejemplos de lo mucho y muy bello que hay que ver en Myanmar en un viaje (donde no sólo abundan los buenos monumentos sino también paisajes increíbles y, sobre todo, una gente espectacular que trata de cine a quienes se animan a recorrer el país.
Borobudur (Indonesia).
Borobudur es el nombre del monumento budista de mayor tamaño en todo el mundo. Se sitúa en el corazón de la isla indonesia de Java, a una hora escasa de Yogkyakarta, y fue levantado a mediados del siglo IX como una inmensa estupa de forma piramidal que, a su vez, consta de otras muchas estupas en los escalones superiores. También posee alrededor de medio millar de estatuas sentadas de Buda, así como valiosos relieves grabados en las paredes a lo largo de un lento pero gozoso camino hacia la cúspide de una pirámide basada en seis plataformas cuadradas y tres circulares superpuestas, desde la que es posible contemplar (y suspirar) el tupido territorio verde javanés. Monumento que tras ser abandonado, aunque no olvidado, llegó prácticamente intacto a nuestros días gracias a las cenizas de un volcán que lo cubrieron por completo así como a la espesa vegetación que creció encima creando una falsa colina natural. Sus «redescubridor» europeo serían el neerlandés H.C. Cornelius, encargado de las excavaciones de 1814 auspiciado por el británico Thomas Stamford Raffles, vicegobernador de la Java Británica y fundador de Singapur, quien se acopió de todos los méritos.
Casi ochenta años se necesitaron para trasladar los cerca de dos millones de bloques de piedras los cuales, encajados como si fuera un puzzle, conforman un auténtico mandala tridimensional donde se explica el complejo universo budista. Borobudur aún recibe en peregrinación no sólo a turistas sino también a los devotos de esta religión en el que, conviene no olvidar, se trata del país con mayor número de musulmanes del mundo. En el Vesak (Waisak en lengua indonesia) se conmemoran el nacimiento, muerte y el alcance del Nirvana por parte de Buda. Celebración que tiene lugar en un día en el que hay previsto salga luna llena entre los meses de mayo y junio y que convierten en la visita a Borobudur en todo un acontecimiento.
Ciudad histórica de Sukhothai (Tailandia).
A algo más de cuatrocientos kilómetros al norte de Bangkok se encuentra el conocido como Parque Histórico de Sukhothai, lugar declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 1991, el cual reúne los restos arqueológicos la que fuera capital del reino de Sukhothai entre los siglos XIII y XIV. Lo prodigiosa y reconocible arquitectura tailandesa le debe sus orígenes a este sitio de imprescindible visita donde se observa con nitidez el esplendor del primer reino de Siam, el nombre por el que Tailandia fue conocido durante la mayor parte de su Historia.
Las extensas murallas de la vieja Sukhothai protegen un complejo histórico donde se extienden las ruinas arqueológicas del Palacio Real así como de decenas de templos y estupas. Aunque del total de los monumentos que copan un imponente territorio destaca, sobre todo, el templo Wat Mahathat (Templo de la Gran Reliquia) donde sobresale una imagen sentada de Buda que se ha convertido en todo un icono de Tailandia.
Ayutthaya (Tailandia).
Al reino de Sukhothai le sucedió a mediados del siglo XIV el reino de Ayutthaya, portador del cetro de poder de Siam, en el lado oriental de la Península de Indochina. Y precisamente la ciudad de Ayutthaya pasó a ser la capital del nuevo Estado hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando el ejército birmano sojuzgó un enclave que los propios franceses cuando llegaron a ella por primera vez dejaron por escrito que no podía envidiar ni una pizca a París por su infinita monumentalidad. Ubicada a tan solo ochenta kilómetros al norte de Bangkok, visitar sus ruinas se ha convertido en la excursión de un día preferida desde la actual capital tailandesa. Aunque hay quien, aprovechando su emplazamiento entre tres ríos, el Chao Phraya, el Lopburi y el Pa Sak, aprovecha a conocer la isla arqueológica de Ayutthaya en una deliciosa travesía en barco desde el cual las vistas, así como los atardeceres, permiten apreciar mejor este magnífico complejo de abundantes prangs (torres muy delgadas), templos y grandes monasterios.
Cabeza de Buda entre ramas y raíces
El templo o monasterio real de Mahathat es, probablemente, el más importante de cuantos se pueden visitar en la ciudad histórica de Ayutthaya. Pero posee un elemento que llama poderosamente la atención. Se trata de una cabeza de Buda sostenida por las raíces de un árbol. Hay muchas leyendas al respecto pero se cuenta, sobre todo, que cuando los birmanos asediaron la ciudad se encargaron de decapitar a muchos Budas. Un devoto de la ciudad escondió esta cabeza junto a una higuera (Bodhi o Ficus Religiosa) en Wat Mahathat, pero nunca regresó a buscarla. Serían sus estranguladoras raíces y ramas las que abrazaran la efigie, quedándose integradas en este árbol sagrado para siempre.
Prambanan (Indonesia).
A casi veinte kilómetros de Yogyakarta (Java, Indonesia) varios prasats o torres que se asemejan a las que se pueden observar en Angkor se alzan dentro del conocido como conjunto arqueológico de los templos de Prambanan. Levantados casi a la vez que el ya mencionado Borobudur, constituyen el contrapunto hinduísta con que la dinastía Sanjaya le dotó al centro de la isla de Java. También Patrimonio de la Humanidad desde 1991 estos templos dedicados a la Trímurti (la representación de Dios como Creador – Brahma, Conservador de la vida – Visnú y el Destructor – Shivá) son una gran obra maestra de la arquitectura hindú, razón por la cual este lugar está entre los más visitados en Indonesia.
Son más de doscientos los templos que forman parte del corazón espiritual del antiguo Reino de Mataram. Los más famosos y fotogénicos son Candi Prambanan, Candi Bubraw y Candi Sewu, dentro de un mismo recinto. Pero hay otros monumentos en los alrededores que conviene no perderse si se viaja a la zona como pueden ser Candi Sari, Candi Kalasan, Candi Sambisari o Plaosan.
El Santuario de My Son (Vietnam).
Uno de los rivales más serios del Imperio Jemer fue el conocido como reino Champa. Los cham, quienes ocupaban buena parte de lo que hoy es el centro-sur de Vietnam desde el río Mekong a la costa (esta etnia minoritaria vive todavía en la región así como en zonas limítrofes de Camboya), levantaron numerosas ciudades, palacios y templos de gran riqueza. Pero, al igual que sus vecinos de Angkor, cayeron en el olvido y muchos fueron sepultados por los rigores de las junglas que tapizan buena parte del territorio. De todos los santuarios religiosos del reino Champa destacó My Son, utilizado durante siglos (hasta el XIV aproximadamente) como lugar de ceremonias religiosas de los poderosos reyes Cham, así como para sus propios funerales.
Este complejo religioso fue «redescubierto» por los franceses en el 1898 y sus templos estudiados y convenientemente restaurados, aunque con lo que no contaron es que durante la Guerra de Vietnam sirvieron para alojar una base secreta del Viet Cong. El resultado fue un bombardeo indiscriminado sobre los mismos por parte de aviones estadounidenses, el cual se llevó por delante varios templos y la recriminación de autoridades internacionales por atentar sobre los restos más importantes de esta antigua civilización. Aunque, por fortuna, buena parte de los mismos se salvaron y en la actualidad son objeto de visita en una excursión muy recomendable desde la ciudad de Hoi An, de la que le separa apenas una hora de carretera.
No llegan a la excelencia, suntuosidad y tamaño de los templos de Angkor, por supuesto, lo que provoca que haya personas que visiten ambos conjuntos en un mismo viaje no les entusiasmen de igual modo. Pero considero un error no apreciar ni valorar en su justa medida que estas construcciones en plena selva son un absoluto y maravilloso milagro cuyas piedras son capaces de narrar lo avanzado que fue el extinto reino de Champa.
El páramo de las tinajas (Laos).
Para terminar no aparecerán templos ni esculturas budistas o hinduístas sino lo que todavía se considera un misterio. En la meseta de Xieng Khouang, al norte de Laos, se han hallado en diversos puntos varios miles de vasijas de piedra o tinajas de entre una y seis toneladas de peso. Algunas están esparcidas a cientos y se considera que fueron colocadas hace casi dos mil años por quienes habitaban la región. A pesar de la multitud de leyendas al respecto, nadie se explica qué hacen allí esas tinajas. Hay quien piensa que pudieron servir para almacenar alimento, pero la probabilidad de que fueran urnas funerarias donde incinerarían o, más bien, arrojarían las cenizas de los muertos. Aún así todo lo que hay al respecto de este fenómeno continúa siendo un misterio, porque ninguna de las hipótesis gozan del peso suficiente como para desvelar uno de los mayores enigmas de la arqueología en el Sudeste Asiático.
El páramo con mayor número de tinajas juntas se encuentra próximo al pueblo de Phonsovan. Durante muchos años se ha ido limpiando la zona de material bélico aún no explotado de las últimas contiendas bélicas que tuvieron lugar en este territorio. En julio de 2019 el páramo de las tinajas fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, algo que demandaba el pueblo laosiano de muy largo para ser valoradas y protegidas estas curiosas vasijas que tanto siguen dando de qué hablar.
Angkor, Bagan, Ayutthaya, Sukhothai, Borobudur, Prambanan y el páramo de las tinajas son auténticas maravillas arqueológicas que ver en el Sudeste Asiático, al menos, una vez en la vida. Por supuesto hay muchos más lugares de interés histórico en esta región del globo, pero no cabe duda que en cualquier selección estos que acabo de relatar son absolutamente formidables y esenciales.
Saludos de un arqueólogo frustrado con muchas ganas de viajar (otra vez)…
Sele
+ En Twitter @elrincondesele
One Reply to “Las maravillas arqueológicas más fascinantes del Sudeste Asiático”
Jolín Sele, después de la charla de ayer no podía por menos que leer este artículo, sé que me tendré que conformar con leer o ver documentales, pues no nos dará tiempo de ver tantos países como quisiéramos ver (el «metro» se nos acaba), además que nuestras preferencias están en otros destinos, por el momento.
Saludos de un viajero que ha llegado tarde a este mundillo, hehehehe.
Ramon