Los pueblos más bonitos que ver en Guadalajara
Guadalajara, tierra de sangre castellana con mil y un recodos agitadores de un enérgico pasado medieval. Diversa, unas veces verde y otras seca. De lisos y montañas, barrancos en el Alto Tajo y chorreras despeñándose en la sierra. Aletargada por el aroma a lavanda y el amarillo de los girasoles con los cuales se viste un estío dulcificado que contrasta con las heladas invernales encargadas de escarchar los campos. Los últimos hayedos en nada se asemejan, por ejemplo, a los parajes alcarreños que describiera Cela con su prosa rotunda, a quien, resulta curioso, siempre imagino tomando notas en una mesa con un humeante plato de cuchara al costado. Así también son los pueblos de Guadalajara, variopintos pero con un mural de Historia como telón de fondo. Algunos de pizarra, otros de adobe y los más nobles presumiendo de hidalguía y escudo de armas fachadas engalanadas. Con castillos y torreones como faros sin océano. De capiteles románicos y vidrieras góticas, abadías silenciadas por el abandono y la mesa del refectorio en todas y cada una de las tabernas donde se sirve cabrito asado, torreznos y migas alcarreñas maridadas con una copa de vino de Mondéjar.
Amo a esta provincia como si fuera mi propia casa. Un idilio cocinado a fuego lento, con el tiempo y la mesura suficientes para entender y asimilar los secretos que me fueron desvelando pueblo a pueblo. Al respecto voy a escribir hoy porque, después de incontables escapadas desde mi Madrid natal, me gustaría compartir los nombres y descripciones de los pueblos más bonitos y con mayor encanto que ver en Guadalajara. Al menos para mí. ¿Me sigues en esta ruta?
<<Alcalá me da voces. Madrid me llama, Guadalajara me dice que no me vaya.>>
Dicho popular castellano.
LOS 16 PUEBLOS MÁS BONITOS QUE VER EN GUADALAJARA
Debo comentar con anterioridad que esta lista de los pueblos más hermosos y atractivos que visitar en Guadalajara forman parte de una simple y llana opinión personal. Opinión acertada o desacertada pero realizada con la sana intención de mostrar los sitios de la provincia de Guadalajara que más han logrado conmoverme en estos años. Y que, por supuesto, recomendaría a un buen amigo que me pidiera consejo. Siempre guiándome a través de vivencias y sensaciones. De puros recuerdos. Y, estando convencido de que el lector pueda echar en falta algún municipio en la presente selección, creo que todos pueblos mencionados son merecedores de aparecer en este post. Pido perdón de antemano y añado, además, que no existe un orden de mayor o menor encanto sino que me he remitido a meros criterios alfabéticos para darle sitio a estas localidades que si no están todas las que son, seguro son todas las que están. Agradeceré, en todo caso, encontrarme con nuevas propuestas, nombres e ideas en los comentarios que se pueden depositar al final de este artículo.
Ahora sí, no me alargo más y vamos con una selección de los pueblos más bonitos de Guadalajara, acompañados siempre de un breve comentario así como algunas imágenes que representen a cada uno de los mismos.
Abánades, un silencioso retiro.
Abánades es de esos pueblos que no poseen monumento alguno y que en raras ocasiones aparecería en una lista como esta. Quizás incluso sea el menos pintoresco de esta lista. De hecho donde siglos atrás hubo un castillo ya no quedan más que las cicatrices de la Guerra Civil española en un cerro desnudo, golpeado por el sol así como por el peso de nuestra historia reciente. Ahora hay trincheras y parapetos de la contienda y no resulta raro en absoluto encontrar por la zona balas y restos de metralla que formó parte de la que algunos mencionan como «la batalla olvidada». Un diminuto museo así como las recreaciones que se suelen hacer de los enfrentamientos en el Alto Tajuña se encargan de recordar este hecho.
Pero Abánades no embriaga por su pasado sino por su presente de paz. La mera llagada a este enclave aislado por una estrechísima carretera secundaria flanqueada por los campos de girasoles y el silencio de un municipio de apenas sesenta habitantes siempre ha despertado en mí una bonita sensación de hallarme lejos de casa pero, en realidad, estar muy cerca.
Suelo ir a Abánades como escapada de pareja a un precioso y acogedor hotelito rural llamado Los Ánades. Me parece un retiro ideal donde descansar u organizar rutas por la zona, ya que no muy lejos quedan Sigüenza, el Barranco del río Dulce o las orillas del Alto Tajo donde irse a dar un chapuzón en verano.
Atienza, recuerdos del Cid Campeador.
El Poema de Mio Cid desliza en uno de sus versos en castellano antiguo que el castillo de Atienza se asienta sobre «una peña muy fuert». La antigua Tithya celtíbera ya había utilizado mucho antes de la llegada de los romanos hace dos mil años el cerro sobre donde ahora se sustenta, elevado sobre una gran roca, uno de los castillos medievales más interesantes que se pueden ver en la provincia de Guadalajara. Es sabido que este lugar tan importante en aquel periodo pudo contar con una población cercana a los diez mil habitantes, algo de lo que no muchas capitales europeas podían presumir entonces. De origen musulmán, este gran fuerte es recuperado definitivamente para los cristianos en el año 1085 (con Alfonso VI), pero no sería hasta algo más de un siglo más tarde, en el reinado de Alfonso VIII cuando el castillo creció reforzándose con una doble muralla y Atienza viviera su máximo esplendor.
Esta villa es una postal viviente del medievo y, por ende, uno de los pueblos más bonitos de las tierras de Guadalajara. Y no sólo cuenta con el castillo en su haber. El casco urbano de Atienza mantiene el trazado originario de la Edad Media y permite disfrutar de algunas joyas románicas como Santa María del Rey (a pies del castillo) o las iglesias de San Gil (con un ábside policromado maravilloso y una peculiarísima e inesperada colección de fósiles), San Bartolomé o La Trinidad. Plazuelas con soportales y columnas destacando, sobre todo, la Plaza del Trigo (también conocida como Plaza del mercado) desde la que se puede continuar con la iglesia de San Juan. Entre medias caben espléndidas murallas, fachadas solariegas y, con ellas, multitud de escudos blasonados fijados en casonas que esconden grandes historias.
Atienza es uno de los imprescindibles que forman parte de la fascinante ruta de los castillos de Guadalajara.
Brihuega, el pueblo de la lavanda en el corazón de La Alcarria.
Le dicen el jardín de La Alcarria a la villa cercenada por el paso del río Tajuña, en cuyos cortados un rey musulmán aprovechó para levantar un alcázar de verano comenzando con una hermosa historia de princesas y visiones. Este edificio (castillo de la Peña Bermeja) así como las largas murallas bricenses envolvieron uno de los enclaves preferidos del Arzobispo de Toledo Ximénez de Rada, quien lo convirtió en el siglo XIII en una ciudad castellana de altos vuelos. A Brihuega, no se le dice nunca que no. Ni Cela, quien lo supo degustar con sapiencia en su lozano «Viaje a La Alcarria» ni el maestro de periodistas y jefe de la tribu Don Manu Leguineche, quien halló en el término municipal su mejor retiro, pudieron evitar un romance a voces con esta localidad fortificada que tiene para una buena escapada.
Brihuega posee un conjunto histórico suficientemente atractivo como para quedarse a descubrir con tiento los muchos tesoros que aguardan a los viajeros. Desde la Puerta de la Cadena hasta el Arco de Cozagón dejando atrás un reguero de fuentes seductoras, una calle Mayor porticada y una Plaza del Coso con su propia cárcel de los tiempos de Carlos III y una red kilométrica de galerías que los árabes excavaron en el subsuelo y a las que para entrar hay que hablar con el carnicero (literal). Las iglesias de Santa María, San Felipe o San Miguel rezan en sus muros letanías tardorrománicas. Y la vetusta Real Fábrica de Paños del siglo XVIII, que bien parece una Plaza de toros, muestra las vegas reverdecidas por el curso del Tajuña desde un jardín romántico más propio de Inglaterra que de la provincia de Guadalajara. Edificio restaurado que en los próximos años será uno de los hoteles-balneario de la cadena Castilla Termal (de los cuales ya hablé por aquí del de Olmedo, Burgo de Osma y Valbuena).
GUÍA DE BRIHUEGA (PARA TODO EL AÑO)
Recién salida del horno esta guía de viaje a Brihuega con lo mejor que ver y hacer en la villa (tanto en tiempo de lavanda como en cualquier época del año) y saber sobre su historia, sus muchos monumentos y los mejores sitios donde comer o quedarse a dormir. La villa amurallada de Brihuega, al completo en esta publicación.
Los últimos años Brihuega muestra su lado más provenzal con la presencia en su término de campos de lavanda y lavandines los cuales, cada mes de julio, tiñen de morado un horizonte mesetario florido y maravilloso. Un espectáculo para contemplar y, por supuesto, fotografiar (también desde un globo). Y que viste sus mejores galas durante el conocido como Festival de la lavanda donde cantantes y músicos comparten sus repertorios entre las flores, con un público vestido completamente de blanco.
La de Brihuega es una de las 52 escapadas recomendables a menos de dos horas de Madrid para quienes deseen preparar una excursión en el día desde la capital de España.
Cívica, una rareza excavada en la roca
Apenas a una decena de kilómetros de la villa de Brihuega destaca el pequeño pedanía de Cívica, con un abrigo rocoso agujereado como un queso suizo donde caben en sus grutas enigmáticos corredores, estancias y balaustradas que parecen una oda a los mundos de Tolkien. Una minúscula Capadocia cuyo origen presenta miles de preguntas a quienes se pasan por un sitio digno de sentir extrañeza e incredulidad.
Justo a un costado del risco agujereado hay una cascada hermosísima a la que merece la pena echar un vistazo.
Cifuentes, el suspiro del infante Don Juan Manuel.
Alcarreña (a sólo una veintena de kilómetros de Brihuega) y noble, con hijos ilustres como Ana de Mendoza (Princesa de Éboli) o Diego de Landa (obispo del Yucatán de infausto recuerdo para los mayas en México) la villa de las cien fuentes, nombre referido a los manantiales que nutren el caudaloso río Cifuentes (tributario del Tajo), dispone de cuerpo y gallardía para alzarse como una indiscutible dentro de Guadalajara. Fue su Señor el Infante Don Juan Manuel (autor de El Conde Lucanor), quien mandó construir en ella un castillo del que aún se conservan las ruinas. Pero Cifuentes goza a los pies del edificio medieval de un rico patrimonio histórico donde merece una atención especial la Iglesia de San Salvador y sus precisas dotes románicas en la portada (dedicada al Apóstol Santiago) así como el antiguo convento de Santo Domingo, actual oficina de turismo . Su Plaza Mayor triangular del siglo XVI constituye el punto de encuentro de lugareños y forasteros. La Casa de los Gallos es un ejemplo de casa solariega donde resalta su gran escudo. Aunque su interior destaca por los fogones del que probablemente sea el restaurante más popular de la villa.
Cogolludo y el Palacio Ducal en la Vega del Henares.
Cierto es que Cogolludo, en la comarca de la Serranía, también dispone de castillo, pero no es ese el motivo principal de la visita a esta localidad. Lo es, en realidad, el maravilloso Palacio de los Duques de Medinaceli que convierte a la Plaza Mayor en un escenario de carácter toscano. Porque no se puede ser más renacentista que este edificio de muros almohadillados de finales del siglo XV el cual, para muchos expertos de la Historia del Arte, marca el aterrizaje definitivo de estilo arquitectónico nacido en Italia. Porque con toda probabilidad se trata de la primera construcción civil de un Renacimiento «puro» en Castilla. Tan suntuoso y original para la época que se cuenta que durante la primera vez en el reino de Felipe el Hermoso, una vez contraídas nupcias en Lier (Flandes) con Juana de Castilla (alias Juana la Loca), la pareja pasó una noche en este lugar. Entonces exclamaría que ese palacio valía por cinco de los suyos en Flandes.
Cogolludo es la puerta desde la que iniciar la ruta de los pueblos negros, pues de ésta parte el principal camino hacia los mismos. Pero no conviene marcharse del lugar sin haber presenciado las bóvedas tardogóticas de la iglesia de Santa María ni haber rendido in situ una visita a un cuadro del artista José de Ribera (El Españoleto) «Los preliminares de la crucifixión», uno de los adalides del tenebrismo de la pintura española durante el Siglo de Oro.
El Olivar y Alocén la resurrección de la belleza
El Olivar es uno de los pueblos elevados que se asoman al embalse de Entrepeñas (Otros como Alocén o Budia quedan apenas a un paso). Quizás si uno lo hubiese visitado hace muchos años, tendría en la mente un pueblo solitario muy abandonado. Pero ahora es fruto maduro del trabajo y la coherencia, pues ha luchado por mantener el legado de su arquitectura tradicional, no sólo restaurando edificios antiguos sino, sobre todo, a través de normativas (y mucho empeño) con las que impedir que la nueva construcción de casas no siguiera unos cánones concretos. Por lo que El Olivar, ahora más vivo y encantador que nunca, se ha convertido en todo un ejemplo de que la conservación y la buena ordenación urbanística permite labrar un buen futuro respetando la Historia. Todo ello, además, en un emplazamiento magistral a 1038 metros sobre el nivel del mar (las noches en verano son bastante frescas).
Muy cerca y también encaramado con las mejores vistas posibles del valle del Tajo, Entrepeñas y rodeado de vegetación, Alocén no podría faltar en esta lista. Armonía arquitectónica, autenticidad y una plaza abierta al horizonte como muy pocas. ¡Un lugar mágico!
Hita, el buen amor entre murallas medievales.
Hita se ve venir desde lejos. Agazapada en el cerro que siglos atrás tuviera un castillo hoy invisible y del que sólo hay presencia arqueológica. Medio kilómetro de murallas abrazan este término municipal donde la presencia, por un lado, de la figura del I Marqués de Santillana y, por el otro, del autor de «El libro del buen amor», Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, marcan la impronta de una villa anclada en la Edad Media. Algo remarcable, además, cada primer sábado de julio con un completísimo Festival Medieval que se celebra desde 1961 con su propio mercado y hasta combates a caballo.
Acceder por la Puerta de Santa María, almenada y gótica con el escudo de los Mendoza, supone iniciar un breve y apetecible viaje en el tiempo. Adentro, intramuros, espera la Plaza del Arcipreste con soportales y casonas típicas. La más elevada es conocida como El Alboroque de Samuel Levy, comerciante judío amigo del tesorero real quien, junto a muchos de sus conciudadanos, tuvo que dejar su hogar para cumplir con el edicto de expulsión de los judíos de 1492 promulgado por los Reyes Católicos. Luego, tras cubrir un cierto desnivel desde la plaza se llega a las ruinas de la iglesia de San Pedro que sobrevivieron de la Guerra Civil, así como a la Casa-Museo del Arcipreste de Hita la cual sirve para comprender no sólo a este célebre personaje de las letras españolas sino a la localidad de Hita como contexto (También es oficina de turismo). Ya una vez arriba se puede visitar la iglesia de San Juan, de estilo gótico mudéjar, y comprobar la cantidad de cuevas-bodega que horadan el cerro del castillo.
Majaelrayo, la aldea de pizarra (Pueblo negro).
La pizarra es el elemento clave que confluye en la conocida como ruta de los pueblos negros de Guadalajara (así como de otros de la Sierra de Ayllón que no forman parte de la provincia como puede ser el madrileño Patones). Hoy día es una de las mejores propuestas de turismo rural (y activo) que se pueden ejercer en una escapada por tierras guadalajareñas, ya que aglutina varios pueblos de interés con una gran armonía arquitectónica así como innumerables rutas de trekking. Con el Pico Ocejón de fondo, que representa el entusiasmo de los senderistas que suelen acudir a disfrutar de la zona (aquí podéis ver detallada la ruta de trekking a la montaña), Majaelrayo se erige como uno de los pueblos más característicos de la ruta (amén de Campillo de Ranas, Robleluengo, Roblelacasa o Valverde de los Arroyos, este último al final de la presente lista).
Imagen de Majaelrayo de Guías Viajar en un artículo dedicado a los pueblos negros de Guadalajara.
Molina de Aragón, la fortaleza de la Siberia castellana.
El extremo nordeste de la provincia de Guadalajara se pierde en los páramos y el silencio de una «Siberia» en versión castellana donde se la densidad de habitantes por kilómetro cuadrado es la más baja en toda España. A no demasiados kilómetros de donde se entrelazan la comarca turolense del Jiloca con la zaragozana de Campo de Daroca (con la Laguna de Gallocanta como nexo común) resuena con fuerza el término de Molina de Aragón. Al abrigo de una de las mayores fortalezas de la Península Ibérica y protagonista de unos fríos que rompen los termómetros durante el invierno, surge un núcleo histórico con palacios renacentistas, casas de adobe pertenecientes a la vieja morería y los entramados de madera abiertos como venas en las fachadas de este lugar cargado de Historia.
Su apellido le delata que fue temporalmente parte de la Corona de Aragón. Molina es algo así como una parálisis espacio temporal donde un imponente castillo lo domina todo por completo. Con judería, barrio musulmán, casas solariegas de grandes personalidades (la del Virrey de Filipinas es realmente preciosa) y ejemplos magistrales del arte románico. Escapada ideal de más de un día de duración porque este apartado municipio al que por ubicación hay que ir realmente aposta, cuenta con auténticos destinazos muy próximos tipo el Parque Natural del Alto Tajo, el carismático Barranco de la Hoz, Embid o el castillo de Zafra, e cual formara parte como escenario del rodaje de la sexta temporada de Juego de Tronos (La torre de la alegría, lugar donde le sería desvelado a Bran un gran secreto familiar que cambiaría el curso de los acontecimientos).
Si deseas seguir leyendo sobre Molina de Aragón y los dominios del antiguo señorío medieval, no dudes en leer este reportaje.
Palazuelos, villa monumental a la sombra de Sigüenza.
Sólo a nueve kilómetros de Sigüenza por la carretera CM-100 en dirección Atienza espera una villa de apenas cincuenta habitantes llamada Palazuelos de la que no se habla demasiado, quizás porque la sombra de la ciudad del doncel resulte demasiado alargada. Y son muchos los turistas que pasan justo al lado con sus vehículos sin detenerse. Pero quienes lo hacen se encuentran con un pueblo encerrado en una fortificación casi intacta de un par de kilómetros mandada levantar por Don Íñigo López de Mendoza, I Marqués de Santillana a mediados del siglo XV. Si bien el castillo conserva poco más de la Torre del Homenaje, conviene apreciar todo el sistema defensivo, así como que hay tramos de las murallas que están habitadas. Cuenta con tres puertas de acceso (la de la Villa, la del Monte y la del «Cercao»). La Plaza principal concentra también buena parte de los encantos de la villa de Palazuelos, donde se yergue un rollo de justifica en la que aún se aprecian los hierros del lugar donde se castigaba a los reos.
Un lugar para no perdérselo en absoluto. Desde el cual, además, parte una estrechísima carretera de no más de tres kilómetros hacia Carabias, un pueblo diminuto y solitario con una iglesia románica del siglo XIII (Iglesia del Salvador) con espléndidas galerías porticadas a las que conviene asomarse porque constituyen uno de los mejores ejemplos de este estilo arquitectónico en la zona.
Pastrana, la última morada de la Princesa de Éboli.
Camilo José Cela dejaría por escrito en su famoso Viaje a La Alcarria que: “A la mañana siguiente cuando el viajero se asomó a la Plaza de la Hora y entró de verdad para su uso, en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse con una ciudad medieval, una gran ciudad medieval”. Si bien la localidad alcarreña, destacada por con un conjunto histórico excepcional (quizás el mejor de la comarca) encontró su momento álgido algo más tarde, entre los siglos XVI y XVII, cuando Ana de la Cerda, Princesa de Éboli y su esposo, Ruy Gómez de Silva se convirtieron en los primeros Duques de Pastrana. Ella, uno de los personajes más reveladores y atractivos de aquel tiempo, vivió sus últimos años encerrada en el Palacio Ducal por orden de Felipe II quien, atenazado por el rencor y el despecho, la castigó hasta su muerte. Y la cual se asomaba una sola hora al día en una ventaja enrejada que todavía se mantiene a la vista de todos. De ahí que la plaza donde se encuentra, que es la más importante del municipio, se llame precisamente «Plaza de la Hora».
Pastrana atesora igualmente importantes conventos carmelitas como San José, fundado por Santa Teresa de Jesús o el de San Pedro, mandado levantar por San Juan de la Cruz. Por otro lado la Colegiata de la Asunción, cuyas dimensiones son mayúsculas, permite admirar una de las mejores colecciones de tapices flamencos que existen, así como objetos de la liturgia de gran valor artístico. Pero callejear quizás sea el mejor ejercicio que se puede realizar en la villa ducal. Una de las calles más emblemáticas es la calle de La Palma, donde se hallara una sinagoga, un edificio de la Inquisición (no es casual la elección del lugar) y el palacio de la Orden de Calatrava.
Pastrana, junto a algunos municipios de este artículo, forma parte de la lista de los pueblos más bonitos que ver en Castilla-La Mancha. ¿Cuántos conoces tú?
Sigüenza… ¿Un futuro Patrimonio de la Humanidad?
Los caprichos del alfabeto han relegado a Sigüenza a la última tanda de nombres de este listado con los pueblos más bonitos que ver en Guadalajara. Pero se trata, con toda probabilidad, del más afamado y visitado de los municipios de la provincia (aunque oficialmente tiene el título de ciudad). Es, de hecho, una de las escapadas de un día preferidas por los madrileños que vienen atraídos por su monumentalidad y encanto. No parece, en absoluto, extraño, que Sigüenza haya iniciado la larga y dura carrera para ser reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Motivos para ello cuenta, no cabe duda. Como, por ejemplo, su catedral flanqueada por sendos torreones almenados con el sepulcro de alabastro del Doncel Vázquez de Arce como uno de los monumentos funerarios más singulares de Castilla.
Por otro lado la alcazaba de origen árabe donde residieran los obispos hasta entrado el siglo XIX, utilizada hoy como Parador, también merece un aparte (y una pernocta). La Plaza Mayor, con soportales sostenidos por una hilera de columnas, así como la gran cantidad de palacetes y casas solariegas conservadas, hacen de ésta una escapada sin opción alguna al desencanto.
Muy cerca de Sigüenza…
- El barranco del río Dulce y el castillo de Pelegrina, punto de origen de una magnífica ruta de senderismo (sobre todo durante el otoño y la primavera).
- Palazuelos, villa fortificada a escasos diez minutos en coche.
- Carabias y su iglesia románica.
Torija, la puerta de La Alcarria (y del viaje de Camilo José Cela).
Al poco de entrar a la provincia de Guadalajara por la A2 desde Madrid despierta la atención de los conductores un fantástico castillo. Hay quien, por la curiosidad se desvía hacia él (precisamente allí nace la carretera que va hasta Brihuega) para quedarse un rato y conocer Torija, que es como se llama esta villa considerada la verdadera puerta de La Alcarria. A la misma accedería el propio Cela en su fabuloso viaje literario.
Si se va caminando plácidamente hacia el castillo, el visitante se percatará de un rollo judicial. Una vez llegue al fortín en la Plaza de la Villa se encontrará con un lugar construido por los templarios poco antes del lamentable final de la Orden con sus miembros más importantes asados en una pira a orillas del Sena. Los daños de las distintas guerras lo dejaron hecho añicos pero se reconstruyó con bastante tino (en el exterior, el interior es caso aparte) y hoy día alberga el Museo del Viaje a La Alcarria. Parece atrevido afirmarlo, pero está considerado como el único museo del mundo dedicado a un solo libro.
Trillo, el reino del agua.
El río Cifuentes, con una algarabía inusitada, desemboca en el Tajo precisamente dentro del término municipal de Trillo. La localidad alcarreña mantiene un idilio con el medio acuático tal, que incluso dentro de su casco histórico hay una cascada. No es de extrañar que antiguamente hubiera algunos molinos, de los cuales se conserva uno desde la Edad Media que ahora es sede de un museo sobre la relación de la energía con el ser humano. El agua también es motivo de que en pleno siglo XVIII se levantara un balneario. Hoy, modernizado, el Real Balneario de Carlos III continúa recibiendo clientes, quienes se benefician de los valores mineromedicinales muy apreciadas en la región, por lo que se puede decir que Trillo es, además, una villa ideal para el relax.
Fotografiar la cascada o pasear junto al puente de piedra sobre el Tajo desde donde algunas personas acuden a pescar son algunos de los lujos que podemos permitirnos en Trillo.
No conviene olvidar, en ningún modo, su patrimonio donde destacan la Iglesia de la Asunción de Santa María o varias ermitas (San Roque, San Juan, y la de la Virgen de la Soledad), aunque quizás la visita más inspiradora nos lleve hasta las ruinas de un antiguo monasterio cisterciense del siglo XII como es el de Santa María de Óvila. Un lugar cuyo refectorio, portada manierista, etcétera, fue vendido al magnate Hearst (Ciudadano Kane) por lo que hay restos de gran valor histórico artístico repartidos en California.
Valverde de los Arroyos, corazón de los pueblos negros de Guadalajara.
Si antes mencioné a Majaelrayo, no podría faltar en ningún modo Valverde de los Arroyos, quizás el representante con mayor porte de la ruta de los pueblos de la arquitectura negra de Guadalajara. Para muchos visitantes es, además, la base desde donde salir a explorar otras localidades próximas con el denominador común de los muros de pizarra y las vistas de la cara oriental de la Sierra de Ayllón.
Además Valverde de los Arroyos, para muchos entre los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha, tiene una excepcional pero sencilla ruta de senderismo hacia las conocidas como chorreras de Despeñalagua, una hermosísima cascada que deja una caída de unos ciento veinte metros de altura (en primavera durante el deshielo el caudal es mayor). Más largo es el camino al Pico Ocejón o al Campachuelo, pero son también buenos motivos para hacer senderismo del bueno en Guadalajara.
Zorita de los Canes y los muros visigodos de Recópolis.
En Zorita de los Canes finalizó el Viaje a La Alcarria de Camilo José Cela y aquí termina el nuestro por algunos de los pueblos con mayor encanto que se pueden ver en Guadalajara en distintos viajes o escapadas. La alcazaba árabe, utilizada más adelante como fortaleza de los calatravos, se asoma al río Tajo y a esta pequeña población. Pero Zorita tuvo historia mucho antes incluso de la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica, algo que se puede apreciar en las ruinas de la antigua Recópolis, una ciudad enteramente visigoda, algo que se puede calificar de único en todo país. Y un motivo, más que suficiente, para aproximarse hasta este lugar.
Varias de las localidades de Guadalajara que puedes encontrar en este post forman parte también de la lista de los pueblos más bonitos que ver en Castilla-La Mancha. ¿Cuántos conoces?
Esta es mi selección de pueblos de Guadalajara pero… ¿Y la tuya?
Todos estos pueblos mencionados cabrían en el reportaje de 52 escapadas a menos de dos horas de Madrid que se está empezando a convertir en una guía de referencia para excursiones de un día desde la capital.
Sí, es cierto, lo debo reconocer. Me he dejado muchos pueblos que merecen la pena visitar en Guadalajara y que deberían formar parte de esta selección. Me vienen a la mente Uceda, cualquiera de los pueblos negros (Robleluengo es uno de ellos), Peralejos de las Truchas, Riba de Santiuste, Tamajón, Zaorejas, La Puerta, Durón, Chillarón del Rey, Checa, Chequilla, Poveda de la Sierra y muchos otros. Era evidente que sucedería. Así que te propongo que me cuentes tú qué pueblo tiene que aparecer sí o sí en este listado. ¿Cuáles son para ti los pueblos más bonitos de la provincia de Guadalajara? Yo ya he escrito lo suficiente, por lo que es tu turno…
También podría ser interesante: Los pueblos más bonitos de la Comunidad de Madrid ; Los pueblos más bonitos de Soria.
Sele
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PD: No te pierdas la sección RINCONES DE ESPAÑA así como todos los artículos de este blog dedicados a la provincia de Guadalajara y a Castilla-La Mancha, que no so pocos.
4 Respuestas a “Los pueblos más bonitos que ver en Guadalajara”
Hola buenos días en próximas ediciones espero que te acuerdes de Peralejos De Las Truchas somos el primer pueblo que pasa el río Tajo parque Natural AltoTajo saludos chon
..
Maravilloso reportaje y muy completo.
Enhorabuena.
[…] Al igual que al maravilloso artículo de El Rincón de Sele en el que nos invitan a conocer los pueblos más bonitos de Guadalajara. […]